29 de abril de 2009

XXVI Premio de Pintura Rápida San Pedro Regalado, 13 de mayo 2009





AYUNTAMIENTO DE VALLADOLID
Fundación Municipal de Cultura

Pulsa sobre la imagen para agrandar las Bases del Concurso "XXVI Premio de Pintura Rápida "San Pedro Regalado", que se celebrará en el Campo Grande de Valladolid el próximo día 13 de mayo.


Esta convocatoria también puedes encontrarla en la sección Tablón de Anuncios / Bases de la dirección: http://www.fmcva.org/



S.G.V.

Exposición: JUAN MUÑOZ (1953-2001), del 21 de abril al 31 de agosto 2009




En el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid se presenta la exposición retrospectiva de Juan Muñoz organizada por la Tate Modern de Londres en asociación con este museo madrileño. La muestra, la exposición más completa realizada hasta ahora sobre este artista, ha recorrido Londres, Bilbao y Oporto desde el año 2008, aunque en esta ocasión ofrece obras que nunca fueron expuestas anteriormente.

La atractiva exposición, que ocupa varias salas del museo y el Jardín Sabatini, reúne instalaciones, dibujos, escritos, ingenios, obras sonoras y piezas radiofónicas, aunque las obras que siguen impactando son las peculiares esculturas, con las que el autor logra sorprender mediante juegos de ilusionismo, ya que nada es lo que parece.

Juan Muñoz nace en Madrid en 1953 y estudia arte en Inglaterra, donde conoce a su esposa, la también escultura Cristina Iglesias, con quien tiene dos hijos. Una beca Fulbright le permite continuar sus estudios en Nueva York, donde coincide con Richard Serra y trabaja como asistente del escultor Mario Merz. Pronto se revela como un gran creador, realizando su primera exposición individual en 1984 en la galería de Fernando Vijande. Desde entonces, su carrera ha sido imparable. El año 2000 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas, siendo el primer artista español que expuso su obra en la vanguardista Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres en 2001. Precisamente ese año, muere prematuramente a los 48 años cuando se encontraba de vacaciones en Ibiza, después de haber alcanzado la cima de su carrera y poco antes de inaugurarse su retrospectiva en el Hirshhorn Museum de Washington.

En los dieciséis años transcurridos desde su primera exposición hasta su muerte creó un corpus artístico de una narratividad excepcional, llegando a convertirse en uno de los puntales en la renovación de la escultura contemporánea internacional, siempre con unos planteamientos y un estilo inconfundible.

En sus esculturas y sus montajes presenta una contraposición de espacios reales e irreales, poblados por figuras de apariencia animada en las que, cuando se acerca el espectador, que en muchas ocasiones tiene que discurrir entre ellas, descubre el silencio y la soledad, pues los personajes están vivos pero ausentes. Él mismo declaró que le gustaría que el espectador entrase en la obra de arte como un actor entra en la escena, para percibir sus propias vivencias, por eso sus obras acumulan tanta carga de teatralidad, aunque el resultado sea un tanto inquietante, como ocurre en “Many times (Muchas veces)”, de 1999, posiblemente su obra más conocida, formada por cien figuras de rasgos asiáticos y sonrisa afable.

Son también célebres las figuras humanas que con base esférica y facciones indefinidas se relacionan entre sí, ejecutadas sobre el planteamiento de que una obra es tanto la solución como su búsqueda. Junto a sus risueños personajes orientales, que a partir de los años 90 están representados de cuerpo entero y rostros bien definidos, integran este mundo de realidad y ficción toda una serie de acróbatas, enanos y bailarinas. Es frecuente el uso de espejos, en los que también se reflejan los espectadores, que se mueven sin que los mudos personajes salgan de su ensimismamiento, creando una sensación de frustración por el sentimiento de invadir un espacio íntimo. En otros casos las figuras están robotizadas, adquiriendo un sentido de marionetas o humanoides, pero siempre captando al espectador como cómplice. Inmersos en el mundo creado por Juan Muñoz, se llega a concebir como algo normal el que las sillas se apoyen en las paredes o que un lujoso pavimento impida el acercamiento a un personaje desvalido.

HORARIOS Y PRECIOS
Edificios Sabatini y Nouvel
Lunes a sábado: de 10.00 a 21.00 h. / Domingo: de 10.00 a 14.30 h. / Martes: cerrado.
Entrada general: 6 euros / Entrada reducida: 3 euros (con acreditación).
Días de entrada gratuita: Sábado desde las 14.30 a 21.00 h. Domingo de 10.00 a 14.30 h. y día 18 de mayo (Día Internacional de los Museos).


J.M.T.

Revista ATTICUS nº 6



Ha sido publicado el número 6 de esta revista, correspondiente al mes de mayo, que de nuevo recomendamos.

Entre la densa variedad de artículos, como es habitual, son especialmente relevantes los siguientes:

* Dossier sobre Los Abrazos Rotos, de Pedro Almodóvar. Luis José Cuadrado.
* Escultura en Terracota 2: Escultura Etrusca. José Miguel Travieso.
* Le Mont Saint Michel. Luis José Cuadrado.
* Artilugios curiosos de principios del XX en San Sebastián. Luis José Cuadrado.
* El Museo de Orsay de París 3, Mujeres impresionistas y Cezanne. Luis José Cuadrado.
* El Conde Ansúrez, señor de Valladolid. José Miguel Travieso.
* El pregón de Semana Santa en Valladolid. Gustavo Martín Garzo.
* Reseña de la novela "84, Charing Cross Road". Berta Cuadrado.
* Rincón poético. Pilar Iglesias de la Torre.
* Senderismo: Camino de Triollos (Palencia). Jesús Santos.

Recordamos que se puede acceder a esta revista desde los Enlaces interesantes de esta página o en la dirección http://www.revistaatticus.es/, donde se encuentran archivados todos los ejemplares publicados.

26 de abril de 2009

Historias de Valladolid: LA GRUTA DEL CAMPO GRANDE, “Corre y lo verás”



     Uno de los elementos más singulares del decimonónico parque del Campo Grande es la Gruta o Cascada, conjunto romántico cuyas aguas abastecen un lago artificial, el popular estanque tan apreciado durante generaciones por los vallisoletanos.

     Fue en el año 1877 cuando, por iniciativa del alcalde Miguel Íscar, se trazó el proyecto del gran jardín, siendo encomendado su acondicionamiento al arquitecto Ramón Oliva y los jardines a Francisco Sabadell. Desde entonces la enorme explanada recorrida por viejas calles formadas por hileras de olmos que habían sido plantadas en 1788 por el arquitecto neoclásico Francisco Valzanía, y que delimitaban su perímetro, fue ocupada por un conjunto de caminos, plazas y glorietas salpicadas de fuentes, memoriales y pajareras con aves exóticas, con un tupido arbolado que incluía especies traídas de otros continentes, conformando un laberinto natural de concepción romántica y naturalista.

     Desde un primer momento se planteó la construcción de un estanque que, al margen de sus valores paisajísticos, sirviese como depósito de agua para el riego. En 1878 incluso fue planteado como depósito para las necesidades del barrio de San Ildefonso, determinando su ubicación en la parte próxima al Colegio de Filipinos. El novedoso proyecto del lago artificial fue aprobado en la sesión municipal del 13 de enero de 1879, con un presupuesto de 26.340 pesetas, iniciándose las obras rápidamente con la intención de que estuviesen acabadas en el verano de aquel mismo año, para lo que destinaron un numeroso grupo de obreros.

     Pero acabadas aquellas obras realizadas con tanta prisa, se comprobó que aquel lago con el fondo de hormigón y el perímetro revestido de piedra horadada traída de la provincia, no estaba a la altura suficiente para permitir el riego y su vaciamiento para tareas de limpieza. Para paliar el problema se sugirió la colocación de una noria y un sistema de alcantarillado para evacuar estas aguas en el Pisuerga. Finalmente, las aguas del lago se virtieron en un riachuelo con un desnivel apropiado que atraviesa el paseo central hasta confluir en otro pequeño estanque de aguas remansadas, en cuyo centro se encuentra una estatua de Neptuno, uno de los lugares más recoletos del parque.

     El 21 de marzo de 1879, dos meses después de aprobarse el proyecto del lago y cuando este sólo estaba a falta de algunos remates, el diario El Norte de Castilla sugirió aprovechar algunos materiales sobrantes, propiedad del Ayuntamiento, para construir una cascada junto al estanque. La idea era muy atractiva y fue aceptada, iniciándose un complicado proceso que se alargaría en el tiempo.
     Primero porque fue proyectada por el arquitecto Ramón Oliva sobre la marcha, sin la existencia de un plano de referencia, lo que provocó numerosos errores y problemas durante los meses de mayo y junio. De nuevo las prisas hicieron que esta obra se iniciara sin haberse redactado un expediente y sin haberse aprobado su presupuesto, trámites que paralizaron los trabajos durante el mes de julio de 1879.

     Para colocar la cascada fue necesario crear un montículo artificial, sustentado sobre un muro de contención y con un espacio interior en forma de gruta que albergaría dos nichos para colocar acuarios. Reanudadas las obras en agosto, se utilizaron en la construcción bloques de piedra procedentes del antiguo Ayuntamiento con el fin de reducir gastos. Estos bloques, que recubrían el exterior del montículo en forma de ruina romántica, pusieron en peligro la solidez de la estructura, que en marzo de 1880 fue declarada ruinosa. Desde el Norte de Castilla se criticó la torpe actuación del arquitecto municipal, ausente en todo este proceso, que fue obligado a realizar un reconocimiento sobre el terreno para acometer la consolidación definitiva.

     Pero a estos problemas vendrían a añadirse otros relacionados con los elementos decorativos. Mientras se realizaban las obras que hemos citado, se convocó un concurso para la adquisición de estalactitas naturales, pero ante la ausencia de licitadores se autorizó al alcalde su compra. Éste encomendó a un decorador francés el montaje de la gruta y el suministro de los elementos ornamentales. El tal decorador hizo un acopio de estalactitas naturales en la sierra de Atapuerca, siendo retenido por la Guardia Civil su envío a Valladolid, siguiendo las órdenes del Gobernador de Burgos que, tras haberse enterado de esta maniobra, a la que calificó de vandálica, exigió la devolución de lo extraído y ordenó la vigilancia de Atapuerca.

     El tema de las estalactitas provocó un conflicto entre las autoridades de Burgos y Valladolid, aunque el consistorio vallisoletano explicó que el artista comisionado había presentado cartas a los alcaldes de diversas localidades de Burgos, Cantabria y Vizcaya con la petición del permiso para extraer estas piezas de cuevas naturales. Finalmente medió el ministerio de Fomento, que ordenó la entrega de las estalactitas al Ayuntamiento de Valladolid, siendo colocadas durante el mes de junio en la bóveda artificial.

     En mayo de 1880 se abrió en lo alto de la gruta una fuente que, a modo de manantial natural, vertía sus aguas sobre la gruta en forma de cascada romántica. Las obras fueron supervisadas un mes después por el Ministro de Estado a su paso por Valladolid. Los cristales de los acuarios, actualmente desparecidos, fueron colocados en septiembre de aquel año. Transcurrido un tiempo, la vegetación envolvente en un entorno tan húmedo, el murmullo de la cascada al vertir sus aguas al lago, el misterio de una gruta de apariencia natural y la posibilidad de acceder a su cima para contemplar una panorámica del parque, hicieron de la gruta y la cascada el elemento más popular del Campo Grande.
     Poco a poco, la exuberante vegetación dio lugar a que aquel montículo artificial quedase casi oculto, deparando una agradable sorpresa a los paseantes por su aspecto pintoresco.

     Pero también disparó la imaginación de algunos asiduos al parque. El carácter emboscado de la gruta y la cascada favoreció la creación de leyendas y ficciones en torno a ella, algunas vigentes hasta los años 50 y 60 del siglo XX, años en que en el interior de la gruta el Ayuntamiento concedía una licencia para la explotación de ¡una cervecería!

     Una de las leyendas está condicionada al tránsito por el interior de la gruta, que tiene accesos de entrada y salida a los lados. Se extendió la creencia de que la gruta había que cruzarla andando, nunca corriendo, bajo la amenaza de ser víctima de un maleficio que produciría su hundimiento y quedar atrapado en ella como castigo. Como todo misterio tiene sus claves, este también la tiene. Algún vallisoletano romántico, aunque poco experimentado en epigrafía, quiso encontrar esta amenaza en una inscripción que aparece visible en un sillar de los que, procedentes del viejo Ayuntamiento, fueron colocados en la parte alta de la gruta y en el que, con letras incisas, figura “CORE / ALON / VERA”, parte de una inscripción más larga que con imaginación transcribió como “Corre y lo verás”, todo un desafío de las fuerzas ocultas. Posiblemente fuera influido por aquellas obras precipitadas que provocaron su inicial estado ruinoso.
     La vieja leyenda se ha perdido con el tiempo, es poco conocida, apenas oída por aquellos que frecuentábamos el parque en nuestra infancia y que temíamos el entorno de la misteriosa gruta al anochecer, pero allí sigue visible la inscripción empotrada en la terraza de la parte alta de la cascada. Junto a ella discurren hilos de agua entre una densa vegetación, las estalactitas penden en el interior de la gruta y el lago aparece como un remanso de paz en el centro de Valladolid.

     Todo ello esperando la restauración integral del Campo Grande anunciada por el Ayuntamiento, aunque a este parece no afectarle aquello de “Corre y lo verás”.

Informe y fotografías J. M. Travieso.
Registro Propiedad Intelectual - Código: 1205151649996

* * * * *

24 de abril de 2009

Monumentos singulares: TEATRO ROMANO DE AMMAN, Jordania



Es el vestigio más impresionante de la Filadelfia romana y tal vez lo mejor que Ammán conserva de su pasado. Está excavado en la ladera septentrional de una colina que se utilizó como necrópolis.

Con capacidad para 7.000 personas, tiene tres gradas diferenciadas: la destinada a gobernantes, que se sentaban cerca del espectáculo; la de los militares, en la zona media, y la del pueblo llano, en lo alto del recinto. Fue el teatro más grande de Oriente.

Probablemente fue construido en el siglo II a.C., durante el gobierno de Antonio Pio (138-161). Los teatros a menudo tenían un significado religioso. El pequeño santuario que hay por encima de la fila superior de asientos albergaba una estatua de Atenea, diosa que tenía papel destacado en la vida religiosa de la ciudad.
En la restauración que se inició en 1957 no se emplearon materiales originales, por lo que la reconstrucción no es todo lo fiel que se quisiera.

La fila de columnas que hay al norte, frente al teatro romano, es todo lo que queda del Foro, que llegó a ser una de las plazas públicas más grandes de toda la Roma Imperial. Construida en el año 190, tres lados de la plaza estaban flanqueados por columnas, y el cuarto, por el arroyo Seil Amman.

En el lado oriental de lo que fue el foro se alza el Odeón, construido en el siglo II y con capacidad para 500 personas. Este pequeño anfiteatro probablemente estaba cubierto con un techo de madera.

Fotografía e informe de Jesús Santos (para ampliar la imagen pulsa sobre ella).

23 de abril de 2009

Villalar 2009: Día de Castilla y León



Un año más, la localidad de Villalar de los Comuneros, en la provincia de Valladolid, ha sido escenario de la jornada festiva y reivindicativa que cada 23 de abril celebra el Día de Castilla y León, en esta ocasión durante un atractivo día soleado y primaveral.

Como es ya tradicional, el monolito que recuerda el trágico final del Movimiento Comunero y la lucha por los ideales del pueblo castellanoleonés, fue recubierto de flores en su honor por personas e instituciones de todas las ideologías.


A su alrededor, junto a las diferentes proclamas de contenido político, se desarrolló un amplio programa cultural coordinado por la Fundación Villalar, como la exposición "Caminos del arte", celebrada en la Casa de Cultura, encuentros literarios y actuaciones musicales y teatrales llevadas a cabo en la campa y las calles del pueblo por grupos procedentes de toda la Comunidad Autónoma.

Esperamos que por mucho tiempo Villalar sea un espacio privilegiado de convivencia, encuentro y desarrollo.

21 de abril de 2009

Socios de Domus: Pago de cuota anual



Se recuerda a todos los socios que el próximo día 30 de abril finaliza el plazo para el pago de la cuota anual en el número de cuenta habitual.


Se
ruega indicar en el pago el número de socio.

Asimismo, la Junta Directiva solicita el envío de los siguientes datos de cada socio:

* Nº DNI
* Fecha nacimiento

Muchas gracias por vuestra colaboración.

Viaje: Estar en BABIA








Según Gómez de la Serna, a los reyes de León les gustaba disfrutar los veranos en la comarca de Babia, donde la población les era leal. Allí, lejos de las intrigas palaciegas e inmersos en el majestuoso paisaje, les era posible la caza de corzos, osos y jabalíes. En definitiva, gozaban de la paz en contacto con la naturaleza.
Cuando regresaban a sus tareas habituales en otoño y les acuciaban los problemas originados por nobles y prelados, deseosos de conseguir privilegios feudales, cuentan que algún rey se mostraba ausente, melancólico, ajeno a la realidad, como si pensara “no quiero saber nada”. Malévolamente los intrigantes difundieron el dicho: “el rey está en Babia”.

La expresión “Estar en Babia” significa experimentar un estado melancólico de ausencia, estar con el cuerpo en un lugar y la mente en otro, por la añoranza de las montañas, ríos, lagunas, pastizales y castillos de esta comarca leonesa, zona por excelencia de la trashumancia de ovejas merinas, declarada por la UNESCO el 29 de octubre de 2004 como “Reserva de la Biosfera”, que hoy desgraciadamente sufre la amenaza de la despoblación.

Seguramente ensimismados se encontrarán los miembros de Domus que el pasado 19 de abril tuvieron la suerte de alejarse del mundanal ruido y descubrir la paz de este impresionante enclave natural por el que suspiraban los reyes leoneses. Es fácil deducirlo si contemplamos los testimonios gráficos de esta experiencia.

Fotografías de Jesús Sánchez.

19 de abril de 2009

¿Quién me ha robado el mes de Abril?, JOAQUÍN SABINA





Joaquín Ramón Martínez Sabina, nacido en Úbeda, Jaén, en febrero de 1949, conocido en el panorama musical español como Joaquín Sabina, es un cantautor y poeta de éxito en todos países de habla hispana.

Durante su dilatada carrera musical ha publicado catorce discos de estudio, cuatro en directo y tres recopilatorios y ha colaborado con distintos artistas cantando dúos y otras modalidades. Sus canciones han sido grabadas por artistas como Ana Belén o Miguel Ríos entre otros.
En sus inicios participó primero con el grupo La Mandrágora (1981), junto a Javier Krahe y Alberto Pérez. Después con Viceversa (1986), momento en que comienza una gran popularidad que se mantiene hasta el espectáculo musical Dos pájaros de un tiro (2007), junto a Joan Manuel Serrat.
En su faceta literaria ha publicado nueve libros con recopilaciones de las letras de sus canciones y poemas publicados en el semanario Interviú.

En el año 2001 sufre un leve infarto cerebral que pone en peligro su vida, aunque se recupera sin sufrir secuelas físicas, pero el incidente influye en sus planteamientos vitales y conoce un periodo depresivo, lo que le lleva a abandonar los escenarios durante un tiempo. Superada la crisis, publica su decimoctavo álbum: Alivio de luto (2005).

Músico y poeta, en sus letras acusa la influencia del rock anglosajón, sobre todo de autores como Bob Dylan, Leonard Cohen o The Rolling Stones. No le es ajeno el folklore latinoamericano en la línea de Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra o Chavela Vargas, ni tampoco el desgarro del tango argentino y la canción francesa al estilo de Georges Brassens.
En su obra engloba algunos poetas vanguardistas hispanoamericanos, como César Vallejo, Pablo Neruda, Raúl González Tuñón y Rafael Alberti, pero también a los autores de sus primeras lecturas de juventud, como Fray Luis de León y Jorge Manrique, destacando entre todos ellos la influencia de Francisco de Quevedo, reconociendo el cantante y compositor una especial admiración por la poesía española contemporánea de Jaime Gil de Biedma.

El sarcasmo, la ironía y la mordacidad son determinantes en su obra poética, planteando una refinada crítica social de contenido barroco como lo hiciera Quevedo, aunque con temas referidos a la vida actual. Y es que las características formales del Barroco toman forma en sus versos, en los que usa un léxico corriente entrelazado con cultismos, equívocos, retruécanos, contrastes y antítesis, así como construcciones con enumeraciones sin conjunciones que dan agilidad y fuerza expresiva a los textos.

Presentamos una muestra de su habilidad poético-musical con la popular canción ¿Quién me ha robado el mes de Abril?, con letra y música compuesta en el año 1988 y publicada ese mismo año en el álbum El hombre del traje gris.

¿QUIÉN ME HA ROBADO EL MES DE ABRIL?

En la posada del fracaso, donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad comparten colchón.
Y cuando por la calle pasa la vida como un huracán,
el hombre del traje gris saca un sucio calendario de bolsillo
y grita...

¿Quién me ha robado el mes de Abril?
¿Cómo pudo sucederme a mí?
¿Pero quién me ha robado el mes de Abril?
Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón.

La chica de BUP casi todas las asignaturas suspendió
el curso que preñada aquel chaval la dejó.
Y cuando en la pizarra pasa lista el profe de latín
lágrimas de desamor ruedan por la página de un bloc
y en el escribe...

¿Quién me ha robado el mes de Abril?
¿Cómo pudo sucederme a mí?
¿Pero quién me ha robado el mes de Abril?
Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón.

¿Quién me ha robado el mes de Abril?
Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón.

El marido de mi madre que en el último tren se largó
con una peluquera veinte años menor.
Y cuando exhiben esas risas de Instamatic en París
derrotada en el sillón se marchita viendo Falcon Crest
mi vieja, y piensa...

¿Quién me ha robado el mes de Abril?
¿Cómo pudo sucederme a mí?
¿Pero quién me ha robado el mes de Abril?
Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón.

¿Quién me ha robado el mes de Abril?
Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón.

Para ver y escuchar pulsa el Play (>) que aparece en el centro del recuadro.

17 de abril de 2009

Memorable pregón de Semana Santa: GUSTAVO MARTÍN GARZO






De forma incomprensible, la Semana Santa 2009 en Valladolid ha estado salpicada de actitudes intolerantes, cargadas de tintes políticos, por parte de algunas cofradías.

Uno de los casos más sonados ha sido el boicot de la mitad de ellas al escritor vallisoletano Gustavo Martín Garzo, que ofreció en la catedral, pese a todo, un pregón de alto contenido literario, poético, social y religioso. Un sabio pregón bajo la óptica de nuestro atribulado tiempo, cuyo contenido y altura no es frecuente en este acto ya tradicional.

Como es muy fácil hacer reproches sin fundamentos, y se ha oído de todo, ofrecemos la transcripción completa del pregón para que cada uno juzgue por sí mismo.

PREGÓN DE SEMANA SANTA, VALLADOLID 2009

In memoriam Pier Paolo Pasolini

Excelentísimo y Reverendísimo Sr. Arzobispo
Excelentísimo Señor Alcalde
Señor Presidente de la Junta de Cofradías de Semana Santa
Autoridades. Cofrades, queridos amigos y vecinos

Este es un momento especial y difícil para mí. Especial, por dirigirme a vosotros en un lugar como éste; difícil, por hacerlo en los umbrales de la Semana Santa. La Semana Santa celebra la pasión de Jesús. Es una época esencial en el universo cristiano, pues nos enfrenta al relato del dolor de los hombres. No es fácil hablar del dolor. ¿Tiene algún sentido o es sólo un anuncio del fracaso inevitable que nos espera? “El corazón tiene zonas que todavía no existen, y para que existan entra en ellas el dolor”, escribió el gran León Bloy. Para León Bloy el dolor es una prueba semejante a las que tienen que vencer los personajes de los cuentos para acceder a un mundo de plenitud, pero no sé si es así. La vida de Jesús es como un cuento, un hermoso y terrible cuento portador de esperanza. Y, esta tarde, hemos venido aquí para hablar de él. Pero un templo es un lugar de silencio, y se acude a él para hablar con esas palabras mudas que son las palabras de nuestro corazón: las palabras que escuchan los poetas, los santos, las palabras con las que nos dirigimos a esa zona del mundo no revelada todavía. ¡Cómo hablar en un lugar donde todo invita al silencio! Los santos que dormitan en sus altares, las vírgenes absortas entre racimos de oro, los ángeles en sus nubes de quietud. Todos ellos nos dicen que aquí no se necesitan las palabras, que hemos venido a callar.


Fray Angélico, el gran pintor italiano, siempre rezaba antes de ponerse a pintar, pues la pintura era para él un vínculo entre lo humano y lo divino. Casi cinco siglos después, el poeta inglés John Keats diría que el poeta debía vivir con los pies en el jardín y sus dedos tocando el cielo. Y escribió: “nadie puede realizar una obra como la de Homero o Shakespeare si no cree que su alma es inmortal”. Keats pensaba que las palabras de los poetas eran un puente entre el mundo de los sueños y el mundo real y, en efecto, gracias a la poesía sabemos que hay algo más grande que nosotros que tenemos que dar cabida en nuestra propia vida. Esa dimensión desconocida del mundo es lo que nos ofrecen los poetas y los santos con sus obras y sus vidas. Y un templo, esta catedral en la que estamos ahora, es un lugar situado a medio camino entre el mundo real y el soñado. Un lugar de comunicación en que vivos y muertos, sueños y realidades, ángeles y hombres se encuentran y dialogan entre sí con esas palabras mudas que son las palabras de la poesía y de la oración. ¿Cómo hablar hoy en él con unas palabras que no sean esas? Y, sin embargo, el Jesús de los Evangelios lo hacía a menudo. Él no sólo vino a hablar de la vida que nos aguardaba tras la muerte, sino que vino a hacerlo del mundo en el que vivía y que compartía con los demás. “El reino de Dios, no vendrá de forma espectacular, ni se podrá decir está aquí o allí, porque el reino de Dios ya está entre vosotros”, puede leerse en el evangelio de San Lucas.

En una película de Ingman Bergman, el gran director sueco, hay un diálogo entre un pastor protestante y una devota mujer: “¿Crees en Dios tío Jacob -le pregunta la mujer-, ¿en un Padre en el cielo, en un Dios del amor. En un Dios con manos, corazón y ojos que velan?” Y el pastor le contesta: “No uses la palabra dios, di lo sagrado. Lo sagrado está en todas las personas. El resto son atributos, disfraces, manifestaciones. Lo sagrado de las personas no se puede entender ni capturar. Pero a la vez es algo a lo que agarrase. Algo totalmente concreto que dura hasta la muerte. Lo que pasa después no lo podemos ver. Solo los poetas, los músicos y los santos, pueden reflejar lo que nosotros apenas podemos percibir: lo inconcebible. Ellos han visto, conocido y comprendido no del todo, pero sí en parte. Para mí es un consuelo pensar en lo sagrado de las personas”.

Es justo de eso sagrado que hay en cada uno de nosotros, de lo que vino a hablar el Jesús de nuestro cuento. Eso significa el misterio de la encarnación, hacer del hombre el centro del mundo. Ninguna religión había llegado tan lejos. Es verdad que en la mitología griega abundaron estos intercambios entre el mundo de los dioses y el de los hombres. Incluso era frecuente que los dioses se encapricharan de criaturas mortales y vivieran apasionadas historias amor con ellos, aunque enseguida regresaran a su apartado reino sin preocuparse demasiado de las consecuencias de sus aventuras. El misterio de la encarnación es muy distinto. No habla sólo de un dios que desciende al mundo a anunciar un nuevo tiempo, sino de una predilección. Como si el misterioso y hondo Dios del Antiguo Testamento se hubiera quedado contemplando a sus criaturas y hubiera sentido piedad por ellos, por sus locuras, por sus sueños, por sus locas pasiones. Y hubiera deseado estar a su lado. Ese es el verdadero significado de la encarnación, un acto de amor de Dios a sus criaturas, pues el que ama quiere confundirse con el objeto que es causa de sus desvelos.

Cuenta Chesterton en su autobiografía una anécdota de su abuelo materno. Era un hombre conservador y amante de las tradiciones, que había tenido que trabajar sin descanso para sacar adelante a su numerosa familia. Ya estaba muy enfermo cuando, al oír una conversación entre sus hijos, en que estos cuestionaban a Dios nombrando las injusticias sin fin que existían en la tierra, rompió de repente su silencio e, incorporándose en su sillón, dijo: “Daría gracias a Dios por haberme creado aunque supiera que mi alma estaba condenada”.

Dar las gracias por haber sido creados, eso es lo que, en los evangelios, nos pide Jesús que hagamos. Por eso se detiene ante los niños, los pobres y todos los perseguidos, e incluso los pájaros, los corderos y los otros animales del campo le hacen seguirles maravillado para buscar en ellos la perfecta alegría. Su luminoso optimismo surge de una confianza sin fisuras en la naturaleza humana y en la creación. Y si confía en ella es porque es obra de Dios, y es por tanto admirable. Su reino es el reino de la gratuidad. La vida es un don, un regalo de un Dios que se recrea con el espectáculo de la turbación y el gozo de sus propias criaturas. Y eso hacen los poetas y los santos, detenerse ante ese corazón infantil de los hombres y dejar constancia de su asombro ante la sorpresa infinita de la vida. “Fijaos cómo crecen los lirios del campo; no se afanan ni hilan; y sin embargo, os digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos. Pues si la hierba que hoy está en el campo y mañana será echada al fuego la viste así, ¿qué no hará con vosotros, hombres de poca fe?”. Jesús nos pide que seamos como los pájaros y los lirios del campo, y enseguida añade: “No acumuléis tesoros en esta tierra, donde la polilla y la carcoma echan a perder las cosas, y donde los ladrones socavan y roban. Acumulad mejor tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la carcoma echan a perder las cosas, y donde los ladrones no socavan y roban. Porque donde está tu tesoro, allí está también tu corazón. Nadie podrá servir a dos amos; porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y al otro no le hará caso. No podéis servir a Dios y al dinero.”

La Semana Santa, que conmemora la pasión y la muerte de Jesús, no sólo habla del dolor ni de los horrores de este mundo, también lo hace de su belleza, que siempre se encuentra en lo más frágil y amenazado. Jesús no nos pide que reneguemos del mundo, sino que lo cuidemos, que nos ocupemos de él, que participemos de la creación. Ese es su mensaje, que el mundo no es un lugar cerrado, sino en continuo proceso de construcción y de cambio. Y nos pide que participemos en ese proceso, que nunca estemos conformes ni nos demos por satisfechos. Él no quiso su pasión, surgió de su compromiso con el mundo, y con todos los que sufrían, no de su indiferencia. “La conversión cristiana, ha escrito Roberto Oliveros, es volverse hacia el pobre, sintonizar el corazón con él, llorar con su dolor, alegrarse con sus gozos. Convertirse es liberarse de todo lo que nos ata para construir y vivir la fraternidad desde los pequeños”. Jesús nos dice que ser hombre es participar de la divinidad. Eso es un santo, alguien que está cerca de Dios. Pero ser santo no es pedir un imposible, tiene que ver con ese compromiso profundo con lo real del que antes hablé. Estar cerca de lo que nace, vivir en el asombro de ser, así es la santidad que postula esta religión de la poesía.

Por eso Simone Weil en una carta a Maurice Schuman, no entiende que se pueda renunciar a ella. Escribe: “No me gusta la manera en que algunos cristianos acostumbran a hablar de la santidad. Hablan como hablaría un banquero culto o un ingeniero culto del genio poético: algo hermoso de lo que saben que están privados, que aman y admiran, pero que no se les ocurriría reprocharse no tenerlo. En realidad me parece que la santidad es -si se me permite decirlo así- lo mínimo exigible para un cristiano. La santidad debería ser para el cristiano lo que para el comerciante es la probidad en los negocios, para el soldado la valentía, para el científico el espíritu crítico”.

Para Simone Weil la santidad tiene que ver con el amor, que es desvelo, solicitud, búsqueda del bien. La santidad es el otro nombre de la poesía, y la poesía es cuidar, proteger, dar vida, dejarse llevar por lo real. Eso hacen los poetas: estar cerca de todo lo que vive y puede morir. “Cuesta entender la vida, no la muerte. La muerte nunca encierra enigma alguno”, ha escrito Joan Margarit. El enigma es la vida, todo lo que es pequeño, minúsculo y frágil, todo lo que puede perderse. Este afán redentor es el lado más conmovedor del cristianismo y el que lleva a tantos sacerdotes y monjas a acercarse en silencio, con un inmenso afán de ser útiles, a todos los humillados de la tierra: los leprosos, los enfermos de sida, los niños hambrientos, a los que viven en los campos de refugiados y en las cárceles. Nadie puede negar a la iglesia ese inmenso esfuerzo por estar justo allí donde nadie desea permanecer, y hacerlo con un mensaje de esperanza. Viven la misma pasión que Jesús, y como ella está llena a la vez de alegría y dolor. Un adulto que se ocupa de su recién nacido, un familiar que cuida a un enfermo que quiere, no sólo se están sacrificando sino que gozan al hacerlo pues luchan por lo que aman. Eso fue lo que hizo Agar, cuidar de su hijo Ismael. Todos recordáis esta vieja y hermosa historia. Abraham tomó a su esclava Agar por amante, y tuvo con ella a Ismael. Pero su esposa Sara, muerta de celos, se las arregló para que su rival fuera expulsada de la tribu. Agar se echó a andar por el desierto sin darse por derrotada, y un ángel hizo brotar para ella y su pequeño niño un pozo para que pudieran beber. Agar es uno de los nombres de la poesía. La poesía vuelve habitable el mundo. Vuelve habitable el mundo y pide perdón por no saber estar tantas veces a la altura de su belleza. Como ha escrito Wislawa Szymborska, la poesía pide perdón al árbol por las cuatro patas de la mesa, a las grandes preguntas por las nimias respuestas, y a la gente que vaga por las estaciones por el sosiego de los que duermen plácidamente en sus casas. Se nos hace elegir entre la justicia y el amor, pero la poesía nos dice que debemos elegir las dos cosas. La historia de la pobre Agar, de su peregrinar por el desierto y de su encuentro con el pozo salvador, hablan de esa reconciliación del amor y la justicia sin la que la poesía no podría existir. Y en la figura de Jesús también se da esa reconciliación, por eso sus palabras y actos tienen una dimensión poética que no es posible ignorar. Y ahí están sus milagros para demostrarlo. Los ciegos ven, los muertos resucitan, el agua se transforma en vino, los panes y los peces se multiplican para dar de comer a los que le siguen, y es capaz de andar sobre las aguas. Hace todo esto para negar que la vida no tenga sentido, y porque no quiere que en el mundo dejen de existir cosas como la bondad, el amor y el perdón.

Nuestro mundo tiene en la autosuficiencia el mayor de sus defectos. Eso explica el trato que se da en él a los más desfavorecidos. El espectáculo, por ejemplo, de tantos emigrantes abandonando la pobreza de sus países de origen para dirigirse furtivamente al nuestro debería hacernos reflexionar sobre el tipo de mundo en que queremos vivir. Acuden a las sobras de nuestros banquetes, pero eso no significa que sean peores que nosotros. No tienen bienes materiales, pero también ellos proceden de lugares donde hay madres que cantan a su hijos dulces canciones y delicados mercaderes que saben leer la escritura de los astros, y acuden a nosotros con sus pensamientos, sus palabras y sus sueños. La idea de que cualquier hombre, hasta el más insignificante, el más maltratado por la fortuna, es portador de algo valioso, es uno de los grandes mensajes del cristianismo. Aún recuerdo en mi infancia el respeto con que se recibía en los pueblos a los pobres. Venían a pedir algo de comer, y se les atendía como si pudieran ser el mismo Jesús que se había disfrazado para probarnos. Uno del pueblo, que no se había portado bien con uno de ellos, vivió luego un tiempo torturado porque pensaba que podía ser Jesús y no le había atendido como debía. ¿Somos nosotros así? No, no lo somos, y aunque podamos compadecernos al ver a tantos desgraciados en los reportajes de televisión, en realidad cuando pensamos en ellos no los consideramos de verdad nuestros iguales. Pero Jesús vino a decirnos que lo eran. Aún más, que era justo a través de esos maltratados por la suerte, los enfermos, los que no tenían nada, los perseguidos y los locos, como se hacía presente en el mundo. “El que cuide a uno de ellos se está ocupando de mí”.

No necesitamos otros mundos, necesitamos un ser humano, necesitamos un espejo. Ser capaz de ponernos en el lugar del otro, y sentir sus penas y alegrías como propias, ese es el tipo de compromiso que nos pide Jesús. No es fácil responder a él. Nos obliga a permanecer vigilantes, a no conformarnos, a rebelarnos contra las injusticias. Nos obliga a hacernos responsables de lo que sucede. Y en esto la santidad y la poesía vuelven a coincidir, pues también la poesía es no conformarse, pedir más a la vida. Es la casa de la posibilidad, como escribió Emily Dickinson. También los templos son una casa así, pues en ellos, al menos para el que cree, todo resulta posible. Siempre he amado a esos creyentes humildes que acuden a las iglesias y se detienen ante los altares de su devoción convencidos de que todo puede suceder. Amo su silencio lleno de espigas, esa tristeza que recuerda los huertos que nos dan de comer, que hablar con su Dios sea para ellos como ir a un pozo a por agua. Envidio su fe, su loca fantasía, que nos acerquen con su ejemplo a valores tan desdeñados como la compasión, la gentileza en el sentido de san Juan, la sencillez, que, como la Agar del relato bíblico, estén suspendidos en la Maravilla sin darse cuenta. Porque ¿acaso es posible lo que creen? ¿Que haya una vida después de la muerte, que el amor sea para siempre, que los niños no tengan que morir, que el lobo y el cordero puedan estar juntos en el prado sin hacerse daño? Todo esto es hermoso y nos recuerda la marcha nocturna de los Magos hacia el Belén. Pero ¿existe un lugar así, o acaso ese mundo de ángeles, de animales absortos y pastores delicados y blancos como los corderos que cuidan, no es más que un delicado cuento como los que contamos a los niños al acostarlos? Pero ¿y qué si es así? Los niños esperan que cada noche vayamos a su cama a contárselos y eso les hace sentirse protegidos y amados. Todos los cuentos del mundo hablan de que existe la gracia en el mundo. Ese es el mensaje de los cuentos: que la vida es buena, noble y sagrada. Por eso al comparar el mundo de la religión con el de los cuentos lejos de estar devaluándola estoy diciendo de ella lo mejor que puedo decir. Es más, creo que la religión no debería abandonar nunca ese mundo. Tiene que ver con la poesía que es revelación, epifanía, comunicación profunda con los demás. En definitiva, un acto de amor. Y es gracias a ese amor como el mundo se ha poblado de delicados poemas y canciones, de templos que son como cámaras de tesoros, de santos cuyos arrobos nos hablan de una felicidad que no parece pertenecer a esta tierra. ¿Y qué si lo que nos cuentan esos poemas, lo que se guardan en esos templos, las voces que escuchan los santos y las vírgenes en sus visiones son hechos que desafían nuestra razón? Donde tenemos razón, escribió el poeta israelí Yehuda Amijai, no crecen las flores. Esas flores misteriosas y bellas que creen en los lugares más insospechados, hablan del misterio, de todo lo que amamos y tememos perder. Hablan de lo bueno, de más escondido y amado y así hacen aparecer el corazón del mundo, su infancia y su luz. No, la razón no basta. Nuestra vida no cabe en una casa tan pequeña.

Primo Levi, en uno de sus libros sobre su experiencia en los campos de exterminio de Auschwitz, cuenta como una noche los judíos se dan cuentan de que los van a matar. Un tren los va a llevar al amanecer hacia un lugar indeterminado, y comprenden que ninguno de ellos volverá de ese viaje. Enseguida se corre en el campamento la noticia, y cunde la desesperación. Y Primo Levi escribe: “Cada uno se despidió de la vida del modo que le era más propio. Unos rezaron, otros bebieron desmesuradamente, otros se embriagaron con su última pasión nefanda. Pero las madres velaron para preparar con amoroso cuidado la comida para el viaje, y lavaron a los niños, e hicieron el equipaje, y al amanecer las alambradas espinosas estaban llenas de ropa interior infantil puesta a secar; y no se olvidaron de los pañales, los juguetes, las almohadas, ni de ninguna de las cien pequeñas cosas que conocen tan bien y de las que los niños siempre tienen necesidad. ¿No haríais igual vosotras? Si fuesen a mataros mañana con vuestro hijo, ¿no le daríais de comer hoy?”. Este hermoso y doloroso pasaje expresa fielmente esa inocencia activa de la que vengo hablando, y que tiene que ver con el amor, con la facultad de negar nuestro consentimiento. Las madres de las que habla Primo Levi no lavaban la ropa de sus niños para acatar disciplina del campo de concentración, sino porque esa era su forma de cuidarlos. Lo hacían por dignidad, para seguir vivas, para no empezar a morir al lado de los niños que amaban. Su inocencia tiene que ver con ese compromiso capaz de abrir, incluso en el lugar más siniestro y oscuro, un espacio de esperanza y luz. James Joyce llamó epifanías a estos instantes de encantamiento. Y es esa capacidad para transformar el detalle trivial en símbolo prodigioso la que hace del cristianismo una religión llena de poesía. Los Evangelios están llenos de instantes así. Eso es una epifanía, una pequeña explosión de realidad que hace del mundo en el lugar de la restitución. Estar cerca de lo que nace, vivir en el asombro de ser, empeñarse en que lo que amamos siga viviendo, así es la santidad que postula esta religión de la poesía, cuyo último objetivo es luchar contra muerte, que como ha dicho Joan Sobrino, no es sólo negación de vida sino también de fraternidad.

“Pobres, ha escrito el teólogo vasco, son los que mueren antes de tiempo. Jesús no acabó su vida cumplidos sus años, sino como una víctima; y la resurrección no consistió en devolver a la vida a un cadáver, sino en hacer justicia a una víctima”. Este pasado noviembre se ha celebrado el aniversario del asesinato en El Salvador de varios sacerdotes, entre lo que estaban dos jesuitas vallisoletanos, Ignacio Martín Baró y Segundo Montes. Como defensores de la liberación del pueblo, se habían granjeado la enemistad de sectores financieros y militares salvadoreños que ordenaron su muerte a soldados del Ejército Nacional. Mataron a seis jesuitas, a la muchacha que les atendía y a su hija de 15 años. Segundo Montes se hizo cargo de decenas de indios, que vagaban desnutridos y abandonados por los campos, y fundó una ciudad para ellos. "Hay que hacerse pobre para comprender a los pobres”, escribió. Veinte años después, esa ciudad no sólo sigue existiendo sin que gracias al empeño desinteresado de un puñado de personas, entre las que se encuentra Catalina Montes, la dulce hermana de Segundo, se han construido casas, escuelas y hospitales. Hay agua corriente, electricidad y dieciocho mil personas viven en ella con dignidad. Se equivocan los que piensan que los sueños no valen nada. Los sueños nos dicen que siempre hay algo en juego, que la realidad siempre está necesitada de nosotros. El sueño de Segundo Montes se ha transformado en un pueblo que recuerda a ese Monte Santo descrito por Isaías, donde el lobo se tumbaba junto al cordero, los recién nacidos jugaban con las serpientes, y el león y el buey pastaban juntos, pues cada criatura vivía en plácida y venturosa vecindad con las otras. Puede que un lugar así no pueda existir, pero gracias a que hay hombres y mujeres que siguen soñando con él, se logran construir en el mundo lugares parecidos a esos alambres de espinos donde las madres de las que habla Primo Levi tendían a secar los pañales de sus niños.

Jesús es como esas madres. Él no hace apología del dolor. Sus discursos están llenos de fantasía y hermosa locura, pues pide que lo real acoja a lo verdadero, aunque para ello tengamos que sufrir. Así es el dolor de Jesús, surge de su compromiso profundo con el hombre y de su deseo de justicia y amor, porque si no le hubiera importado el mundo, ni la vida, ¿por qué se habría enfrentado a los poderosos de entonces hasta provocar su muerte? En él hay siempre un profundo amor a la vida. Cuando se pone de parte de los más pobres y débiles no lo hace por un deseo abstracto de caridad y justicia, sino porque ama los juegos de los niños, las canciones de las muchachas, ama los animales, los frutos apenas maduros de la primavera y los árboles llenos de savia. No busca la muerte, aunque esta sea el precio que tantas veces hay que pagar por ese amor. José Jiménez Lozano tiene un poema titulado El precio. En él vemos hacer al poeta una lista apresurada de algunos de los dones humildes que ha recibido al vivir. Las tardes rojas, el canto del cuco, las construcciones de escarcha, los árboles entre la niebla, los ojos y las manos de los hombres, la dulzuras del amor. Todo eso, escribe, hay que pagarlo con la muerte. Pero enseguida añade: “Quizás no sea tan caro”.

Cuando muere Lázaro, Jesús se pone a llorar con sus familiares y amigos ante el sepulcro, ajeno al poder que tiene para resucitarle. También llora en el Monte de los Olivos, y poco antes de morir. Llora por tenerse que despedir del mundo y todos los que ama. Hay un episodio muy hermoso que tiene lugar en Emaús, tras la resurrección. Dos discípulos se encuentran con Jesús en una posada y se dan cuenta de que ha resucitado por la forma en que toma el pan y se lo da. No es difícil imaginarse la tristeza con que lo repartiría al comprender que ya nunca podría volver a llevárselo a los labios, pues estaba a punto de abandonar la tierra. Puede que le trajera el recuerdo de las espigas y del grano que se llevaba al molino, y de María, su madre, cuando de pequeño le bañaba o le daba de comer, y eso fuera lo que hubiera querido decirles a sus discípulos, que ese pan en la mesa era todo lo que tenían.

Si amo el cristianismo es porque me ha enseñado a ver ese trozo de pan como algo sagrado. Se lo debo sobre todo a mis padres, que nunca nos imponían nada y se limitaban a transmitirnos su fe a través del amor, que busca la complicidad y el consentimiento. Sí, eso era el cristianismo para ellos: una religión de la vida y de la belleza. Pues si un dios había sido capaz de morir por nosotros ¿como era posible que nuestra vida pudiera carecer de sentido? Ese cristianismo dio a mi infancia exaltados momentos de altruismo, ritos carentes de utilidad práctica, el sentido del misterio y la maravilla. Me enseñó a respetar a los demás, a amar a los animales, a permanecer vigilante ante el mal y a creer en la resurrección. Son cuentos traspasados de romanticismo que hablan de cosas tan esenciales como la responsabilidad individual, la igualdad entre los hombres y la posibilidad del milagro. Que critican el poder y el afán de riqueza, que nos dicen que los niños son sagrados y que el encuentro entre un hombre y una mujer puede ser lo que fue en el edén. Pero también, como todos los verdaderos cuentos, que reclaman el silencio para cumplirse. Es eso lo que percibimos al entrar en los bellos templos católicos, que allí se entra para estar en silencio. No hay más que contemplar las imágenes que nos reciben. Ángeles aturdidos, santas que se derriten de amor, obispos absortos en la lectura de misteriosos libros, cuerpos que, aun llenos de heridas, gimen de gozo, madres que lloran. Todos guardan silencio, ninguno sabe decir qué quiere o lo que le pasa. La Biblia está llena de historias así. La historia de la burra de Balaán, que vio un ángel; la de Agar y su pequeño Ismael; la del discreto Noé, preparando su arca; la del obstinado Job; la de Raquel y sus ovejas; y, por encima de todas, la de la silenciosa María. Una muchacha que en un pueblo perdido recibe la visita de un ser alado que le anuncia que será la madre de un rey, ¿no es el comienzo de un cuento de hadas? Gran parte de la religión católica se centra en este ser adorable, que representa el misterio de la bondad, y cuya contemplación ha dado lugar a algunas de los más hermosas obras de arte, poemas, pinturas y canciones, que se han concebido jamás.

Tal vez por eso la procesión que más me gusta de la Semana Santa de Valladolid es la procesión de El Encuentro. Representa el instante en que María se encuentra con su hijo camino del calvario, y la terrible amargura que experimenta al no poder salvarle. Le quiere en el mundo, a su lado, como todas las madres quieren a sus hijos, pero, como a estas les pasa tantas veces, tampoco ella puede evitar su dolor. ¿Sabéis cuántos niños mueren en el mundo cada día? Treinta mil. Mueren porque sus madres no los pueden alimentar, o porque no tienen vacunas ni medicinas o beben aguas contaminadas. Todas ellas darían sus vidas para salvarles. Todas desean tenerlos a su lado, sentirlos por las noches cuando lloran, darles de comer y llevarles guapos por las calles de sus pueblos. Ellas no se cansan de pedir cosas para ellos. Les peinan y piden que sus rostros desprendan luz, les cosen un botón y piden que sean ordenados y limpios, les alimentan y piden que crezcan sanos y fuertes, les cuentan cuentos y piden que sean justos y buenos. Tampoco María dejaba de hacerlo. “Pedid, y recibiréis; buscad, y encontraréis; llamad, y os abrirán. Porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama le abren”.

¿Pero esto es verdad? María, como las madres de las que habla Primo Levi, nos dice que sí y que por ello no hay que dejar de pedir. Eso es lo que significan esos pañales tendidos en los alambres de espinos, que no quieren que sus hijitos mueran. Pero ellas son tan pobres como María, y no es mucho lo que pueden hacer. Y sin embargo el cristianismo nos dice que es en la pobreza donde está la verdadera fuerza. “Los pobres, ha escrito Joan Sobrino, son lugar de experiencia espiritual, de encuentro con Dios. Son exigencia ética, pero son más que eso. Encarnación significa abajamiento y encuentro, decisión primordial de llegar a estar en la verdadera realidad de este mundo, pero significa también dejarse encontrar por el Dios que está escondido pero presente en esa realidad”. Ese Dios escondido es el otro nombre de la poesía, que nos dice que más allá de lo puramente fáctico, existe una realidad oculta de la que apenas sabemos nada. Según el Talmud, el Mesías habría de venir montado en un borrico, y vestido de harapos; y uno de los milagros más hermosos de Elías, el gran profeta, fue la resurrección de un niño, sobre el que se tumbó para devolverle la vida. La importancia que Jesús concede a las mujeres y a los niños da cuenta de su confianza en que sólo los que no tienen nada ni detentan poder alguno pueden revelarnos el camino que conduce a la verdad. Pero las mujeres tienen junto a Jesús una importancia que no se limita a su papel de madres o meras acompañantes, y ahí están esos pasajes en que, tras la resurrección, aparecen como testigos y mensajeras de la revelación divina. Nunca he entendido por qué se las posterga o se las fuerza a tener un papel secundario, cuando fueron ellas las que más se comprometieron con Jesús. María pertenece a ese mismo mundo de mujeres vigilantes. Francisco Pino, nuestro gran poeta, escribió unas hermosas letanías hablando de su compromiso y pobreza, que ahora voy a leer:

María,
María, la pobre,
María, nadie en la fiesta de la elegancia y del mando,
Trono de ningún trono,
Causa de la alegría de los que no la tienen,
Vaso en el que la materia se hace ala,
Vaso al que no colorea la vanidad,
Vaso de agua,
Rosa del hambriento,
Chabola sin paredes,
Chabola en vilo,
Casa de adobes azules,
Arca soñada de un ajuar soñado,
Puerta sin puerta,
Tragaluz que ilumina el abrazo de la pareja,
Almohada de los encarcelados,
Chacha arrodillada sobre las baldosas de los pobres,
Nodriza de los que no esperan comer mañana,
Almohada para el pobre estrujado,
Chacha que ordenas con celo el barullo de los hogares de la tierra,
Nodriza que arrullas a los que nadie arrulla,
Almohada de los ajusticiados,
Chacha de las chachas ejemplo,
Nodriza tiernísima,
Almohada suavísima,
Chacha de todos, ruega por nosotros.


No he podido evitar, al leer estos versos, recordar una pequeña historia que voy a contaros ya para terminar. Me sucedió cuando aun trabajaba de psicólogo en un Centro de Salud de nuestra ciudad. Acudió a la consulta una niña de unos diez años que, debido a un parto difícil, padecía una lesión cerebral responsable de un retraso en su desarrollo. Era muy aficionada a las pipas y, por ese tiempo, una marca de pipas se distinguía por llevar grabada en la bolsita de plástico la figura de una Virgen. Siempre compraba esa marca. Al terminar las pipas, cerraba los ojos y dirigiéndose a aquella imagen de su devoción le pedía en silencio que la curara. Nunca lo hacía en las iglesias, ante los retablos refulgentes cargados de grandes racimos de oro, ni frente a las estampas de esas madonnas que los mejores pintores habían concebido en los momentos más esplendorosos de su hermosura y salud, sino sólo ante aquella figurilla escuálida apenas visible sobre el plástico barato. "Que me cure Virgen de las Pipas" murmuraba una y otra vez, poniendo su pensamiento en aquella compañera celeste, moradora como ella del mismo reino de la insignificancia.

Creo que es a esa Virgen Pobre de la que habló Francisco Pino a la que debemos celebrar en estos días. Más allá de nuestros hermosos pasos, del rigor de nuestras procesiones, de la severidad de nuestra devoción, esa humilde y doliente figura nos pide que miremos a nuestro alrededor y nos preguntemos si acaso el mundo que nos rodea es el de nuestros sueños. Eso es hacerse pobres: descubrir que tal vez lo que tenemos no valga gran cosa. Esta pobreza buscada implica compromiso, rebeldía, la renuncia a sentirnos dueños de la verdad. Porque la verdad, como se dice en un cuento de Las mil y una noches, no cabe en solo sueño y necesita de los sueños de todos los hombres para manifestarse. La religión, en su más noble sentido, ha sido un medio de educar a la humanidad hacia la caridad, la piedad y la comprensión, y la historia que recordamos estos días tiene en la compasión su más íntima razón de ser. Es una historia dolorosa, pero llena de hermosura. Nos pide que nos elevemos hacia la belleza, que nos enfrentemos a la desgracia y al sufrimiento y recuperemos la inocencia de la infancia. Puede que sea la historia más hermosa e insensata que se haya contado jamás, pues habla del triunfo de la vida sobre la muerte.

Gustavo Martín Garzo

Se marchó para siempre MARI TRINI



El pasado 6 de abril de 2009 murió en Murcia la cantante y compositora Mari Trini, una de las voces más populares de la música española en los años 70 y 80.

Nacida en 1947 en Caravaca de la Cruz (Murcia), pasa su infancia en Madrid, donde estudia en un colegio religioso. Entre los siete y los catorce años sufre una nefritis crónica que le obliga a permanecer en cama y que le marca para siempre. Es entonces cuando aprende a tocar la guitarra y compone sus primeras canciones.

Cuando tiene 15 años conoce en Madrid al director de cine Nicholas Ray, que se convierte en su representante y la convence para viajar a Londres para hacer una película que nunca se realizó. Allí estudia con Peter Ustinov y participa en programas de radio.

Después de su traslado a París, donde permanece cinco años, graba sus primeras canciones en francés, acusando una fuerte influencia del estilo de Edith Piaf.

A su regreso a España graba su primer disco en castellano con canciones compuestas por ella e incluyendo otras de autores como Luis Eduardo Aute y Patxi Andión. Pero su primer gran éxito se produce en 1970 con el álbum “Amores”, con arreglos de Waldo de los Ríos y Rafael Trabucchelli, en el que se incluyen temas que serán clásicos en su carrera, como “Amores”, “Un hombre marchó”, “Mañana”, “Cuando me acaricias” o “Vals de otoño”.

Con su siguiente disco, titulado “Escúchame”, que incluye canciones como “Yo no soy esa” y “Yo confieso”, se convierte en una de las cantautoras más famosas de habla hispana. Son frecuentes sus apariciones en televisión y en conciertos por toda España. Sus canciones se popularizan y hace versiones de algunas de ellas en francés, siempre con un estilo muy personal e inconfundible.

A finales de los 70 y en los inicios de los 80 su música se ajusta al pop del momento en los discos “Sólo para ti”, “A mi aire” y “Oraciones de amor”, en los que ofrece una imagen renovada, aunque el mayor éxito lo alcanza con los arriesgados arreglos de “Una estrella en mi jardín”.
En 1984 publica “Diario de una mujer” y una compilación de boleros y música sudamericana, donde incluye clásicos como “Contigo aprendí”, “Fallaste corazón” o “Noche de ronda”. A mediados de los 80 le siguen los discos “Quién me venderá” y “En tu piel”.

Tras abandonar la discográfica Hispavox graba “Espejismos”, “Sin barreras” y “Alas de cristal”, en los que combina ritmos de rock, salsa y blues, A finales de 2001 graba un álbum doble con los Panchos en el que incluye doce canciones suyas, pero a pesar de los premios que recibe y los reconocimientos a su carrera disminuye su popularidad, siendo recordada por los éxitos de los años 70, lanzando en 2005 un disco recopilatorio en un momento en el que tiene problemas con su discográfica y de nuevo se ve afectada por problemas de salud.

El 8 de marzo de 2008 la Comunidad de Murcia le otorga el premio “Lucha por la igualdad” con motivo del Día de la Mujer. Después de estar preparando y componiendo un concierto de despedida en su casa de Murcia, muere a los 61 años el 6 de abril de 2009 en el Hospital Universitario Morales Meseguer de aquella ciudad, sin ver cumplido su propósito.

Autora de más de trescientas canciones y con más de diez millones de discos vendidos, será recordada por sus canciones intimistas, de gran contenido poético, reivindicativas para la mujer, con populares mensajes de libertad durante el ocaso del franquismo.




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14 de abril de 2009

Viaje a SIRIA y JORDANIA





Testimonios de un viaje inolvidable por Oriente Medio.
Fotografías de Jesús Santos.

5 de abril de 2009

Historias de Valladolid: EL COLOQUIO DE LOS PERROS, confidencias junto a un hospital



     Cervantes sitúa la acción de su obra “El Coloquio de los Perros” a principios del siglo XVII y ante la fachada del Hospital de la Resurrección, que se encontraba en la esquina de la actual calle de Miguel Íscar con la Plaza de Zorrilla, terreno hoy ocupado por la Casa Mantilla. El hospital se había levantado a extramuros de la ciudad, próximo a la Puerta del Campo (inicio de la calle de Santiago), aunque al otro lado de un ramal del Esgueva que le separaba del barrio de Santa María, aljama de Valladolid poblada por mudéjares y moriscos, donde permanecían en activo talleres de alfarería.

     La hornacina que presidía la portada de la iglesia del Hospital, con la figura de Cristo resucitado, se conserva en los jardines de la Casa de Cervantes, mientras que en el lugar de origen una placa conmemora esta curiosidad de la inspiración del “Príncipe de los Ingenios”.

     En la narración un perro sabio, Berganza, relata sus vivencias con los hombres a un perro ignorante, Cipión. En ellas hace una crítica de la conducta humana, especialmente del afán por guardar las apariencias, anteponer la vanidad a la inteligencia, actuar como irracionales y no tener fuerza de voluntad. Cervantes se sirve de estos animales, conocidos como “los perros de Mahudes”, para hacer una sátira de la vida de su tiempo, utilizando para ello el castellano que por entonces hablaban las clases más bajas de la sociedad.
     A continuación ofrecemos un pasaje del relato.

NOVELA Y COLOQUIO QUE PASÓ ENTRE CIPIÓN Y BERGANZA,
PERROS DEL HOSPITAL DE LA RESURECCIÓN,
QUE ESTÁ EN LA CIUDAD DE VALLADOLID,
FUERA DE LA PUERTA DEL CAMPO,
A QUIEN COMÚNMENTE LLAMAN
«LOS PERROS DE MAHUDES»


CIPIÓN.- Bien se me trasluce, Berganza, el largo campo que se te descubría para dilatar tu plática, y soy de parecer que la dejes para cuento particular y para sosiego no sobresaltado.

BERGANZA.- Sea así, y escucha.

«Con una compañía llegué a esta ciudad de Valladolid, donde en un entremés me dieron una herida que me llegó casi al fin de la vida; no pude vengarme, por estar enfrenado entonces, y después, a sangre fría, no quise: que la venganza pensada arguye crueldad y mal ánimo. Cansóme aquel ejercicio, no por ser trabajo, sino porque veía en él cosas que juntamente pedían enmienda y castigo; y, como a mí estaba más el sentillo que el remediallo, acordé de no verlo; y así, me acogí a sagrado, como hacen aquellos que dejan los vicios cuando no pueden ejercitallos, aunque más vale tarde que nunca. Digo, pues, que, viéndote una noche llevar la linterna con el buen cristiano Mahudes, te consideré contento y justa y santamente ocupado; y lleno de buena envidia quise seguir tus pasos, y con esta loable intención me puse delante de Mahudes, que luego me eligió para tu compañero y me trujo a este hospital. Lo que en él me ha sucedido no es tan poco que no haya menester espacio para contallo, especialmente lo que oí a cuatro enfermos que la suerte y la necesidad trujo a este hospital, y a estar todos cuatro juntos en cuatro camas apareadas.»
Perdóname, porque el cuento es breve, y no sufre dilación, y viene aquí de molde.

Fachada de la iglesia del Hospital de la Resurrección
poco antes de su derribo.
CIPIÓN.- Sí perdono. Concluye, que, a lo que creo, no debe de estar lejos el día.

BERGANZA.- «Digo que en las cuatro camas que están al cabo desta enfermería, en la una estaba un alquimista, en la otra un poeta, en la otra un matemático y en la otra uno de los que llaman arbitristas.»

CIPIÓN.- Ya me acuerdo haber visto a esa buena gente.

BERGANZA.- «Digo, pues, que una siesta de las del verano pasado, estando cerradas las ventanas y yo cogiendo el aire debajo de la cama del uno dellos, el poeta se comenzó a quejar lastimosamente de su fortuna, y, preguntándole el matemático de qué se quejaba, respondió que de su corta suerte. ''¿Cómo, y no será razón que me queje -prosiguió-, que, habiendo yo guardado lo que Horacio manda en su Poética, que no salga a luz la obra que, después de compuesta, no hayan pasado diez años por ella, y que tenga yo una de veinte años de ocupación y doce de pasante, grande en el sujeto, admirable y nueva en la invención, grave en el verso, entretenida en los episodios, maravillosa en la división, porque el principio responde al medio y al fin, de manera que constituyen el poema alto, sonoro, heroico, deleitable y sustancioso; y que, con todo esto, no hallo un príncipe a quien dirigirle? Príncipe, digo, que sea inteligente, liberal y magnánimo. ¡Mísera edad y depravado siglo nuestro!'' ''¿De qué trata el libro?'', preguntó el alquimista. Respondió el poeta: ''Trata de lo que dejó de escribir el Arzobispo Turpín del Rey Artús de Inglaterra, con otro suplemento de la Historia de la demanda del Santo Brial, y todo en verso heroico, parte en octavas y parte en verso suelto; pero todo esdrújulamente, digo en esdrújulos de nombres sustantivos, sin admitir verbo alguno''.

Juan Pantoja de la Cruz. Resurrección.
Palacio Pimentel, Diputación de Valladolid.
Procedente del Hospital de la Resurrección.
''A mí -respondió el alquimista- poco se me entiende de poesía; y así, no sabré poner en su punto la desgracia de que vuesa merced se queja, puesto que, aunque fuera mayor, no se igualaba a la mía, que es que, por faltarme instrumento, o un príncipe que me apoye y me dé a la mano los requisitos que la ciencia de la alquimia pide, no estoy ahora manando en oro y con más riquezas que los Midas, que los Crasos y Cresos''. ''¿Ha hecho vuesa merced -dijo a esta sazón el matemático-, señor alquimista, la experiencia de sacar plata de otros metales?'' ''Yo -respondió el alquimista- no la he sacado hasta agora, pero realmente sé que se saca, y a mí no me faltan dos meses para acabar la piedra filosofal, con que se puede hacer plata y oro de las mismas piedras''.
''Bien han exagerado vuesas mercedes sus desgracias -dijo a esta sazón el matemático-; pero, al fin, el uno tiene libro que dirigir y el otro está en potencia propincua de sacar la piedra filosofal; más, ¿qué diré yo de la mía, que es tan sola que no tiene dónde arrimarse? Veinte y dos años ha que ando tras hallar el punto fijo, y aquí lo dejo y allí lo tomo; y, pareciéndome que ya lo he hallado y que no se me puede escapar en ninguna manera, cuando no me cato, me hallo tan lejos dél, que me admiro. Lo mismo me acaece con la cuadratura del círculo: que he llegado tan al remate de hallarla, que no sé ni puedo pensar cómo no la tengo ya en la faldriquera; y así, es mi pena semejable a las de Tántalo, que está cerca del fruto y muere de hambre, y propincuo al agua y perece de sed. Por momentos pienso dar en la coyuntura de la verdad, y por minutos me hallo tan lejos della, que vuelvo a subir el monte que acabé de bajar, con el canto de mi trabajo a cuestas, como otro nuevo Sísifo''.

»Había hasta este punto guardado silencio el arbitrista, y aquí le rompió diciendo: ''Cuatro quejosos tales que lo pueden ser del Gran Turco ha juntado en este hospital la pobreza, y reniego yo de oficios y ejercicios que ni entretienen ni dan de comer a sus dueños. Yo, señores, soy arbitrista, y he dado a Su Majestad en diferentes tiempos muchos y diferentes arbitrios, todos en provecho suyo y sin daño del reino; y ahora tengo hecho un memorial donde le suplico me señale persona con quien comunique un nuevo arbitrio que tengo: tal, que ha de ser la total restauración de sus empeños; pero, por lo que me ha sucedido con otros memoriales, entiendo que éste también ha de parar en el carnero. Mas, porque vuesas mercedes no me tengan por mentecapto, aunque mi arbitrio quede desde este punto público, le quiero decir, que es éste: Hase de pedir en Cortes que todos los vasallos de Su Majestad, desde edad de catorce a sesenta años, sean obligados a ayunar una vez en el mes a pan y agua, y esto ha de ser el día que se escogiere y señalare, y que todo el gasto que en otros condumios de fruta, carne y pescado, vino, huevos y legumbres que han de gastar aquel día, se reduzga a dinero, y se dé a Su Majestad, sin defraudalle un ardite, so cargo de juramento; y con esto, en veinte años queda libre de socaliñas y desempeñado. Porque si se hace la cuenta, como yo la tengo hecha, bien hay en España más de tres millones de personas de la dicha edad, fuera de los enfermos, más viejos o más muchachos, y ninguno déstos dejará de gastar, y esto contado al menorete, cada día real y medio; y yo quiero que sea no más de un real, que no puede ser menos, aunque coma alholvas. Pues ¿paréceles a vuesas mercedes que sería barro tener cada mes tres millones de reales como ahechados? Y esto antes sería provecho que daño a los ayunantes, porque con el ayuno agradarían al cielo y servirían a su Rey; y tal podría ayunar que le fuese conveniente para su salud. Este es arbitrio limpio de polvo y de paja, y podríase coger por parroquias, sin costa de comisarios, que destruyen la república''.

Riyéronse todos del arbitrio y del arbitrante, y él también se riyó de sus disparates; y yo quedé admirado de haberlos oído y de ver que, por la mayor parte, los de semejantes humores venían a morir en los hospitales.»

Informe y tratamiento fotografías: J. M. Travieso.

4 de abril de 2009

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VIAJE: BABIA Y LOS LAGOS, 19 de abril 2009



PROGRAMA VISITA A LA RESERVA DE LA BIOSFERA

Salida a las 7,30 horas desde Plaza de Colón con dirección a Puente de Fernández Casado, para posteriormente acceder a la leonesa Comarca de Babia, donde se visitarán varias localidades del Parque Natural, como Torrestio. Subida a los lagos a pie (dificultad media). Regresaremos al Valle del Luna para almorzar en San Emiliano, donde degustaremos el siguiente menú: Entrantes / Menestra de verdura y carne / Caldereta de cordero / Tarta Babiana y café. Por la tarde se visitará el puerto de Somiedo y Villablino. Al finalizar el recorrido se regresará a Valladolid, donde está previsto llegar alrededor de las 22,00 h.

REQUISITOS:
Grupo máximo: 40 personas.

PRECIO SOCIO: 17 €. + 19 Comida = 36 € / PRECIO ACOMPAÑANTE: 20 € + 19 Comida = 39 €

RESERVA DE PLAZAS: A partir del día 3 de abril 2009 en domuspucelae@gmail.com o llamando al telf. 608 419228 de 18 a 20,30 h.

NOTA: Este viaje tiene un interés basado en el contacto con la Naturaleza, los paisajes y el caserío de la zona, pero carece de visitas de contenido cultural. Se recomienda utilizar un zapato cómodo para poder recorrer los prados y acceder a los lagos.

S.G.V.