28 de abril de 2010

Visita virtual: DAVID, el primer desnudo en bronce desde la antigüedad clásica



DAVID
Donato di Niccolò di Betto Bardi, Donatello (Florencia, 1386-1466)
Hacia 1440
Bronce
Museo Nacional del Bargello, Florencia
Escultura del Renacimiento. Quattrocento italiano

     La escultura de David es una obra cumbre del Renacimiento italiano, realizada por Donatello en su momento de plenitud, entre los años 30 y 40 del siglo XV, cuando el escultor florentino rondaba los 50 años. Este bronce supone la total recuperación de los cánones escultóricos de la estatuaria clásica grecorromana y el final del camino emprendido por una serie de escultores italianos movidos por el afán de innovación, que abandonando paulatinamente la rigidez del Gótico pusieron sus ojos en los modelos naturalistas de la antigüedad y los adaptaron a las necesidades de su tiempo.

     Este fenómeno, entendido como la búsqueda del clasicismo, tuvo lugar en la ciudad de Florencia durante el siglo XV, un periodo especialmente creativo en todas las facetas artísticas que sería recordado en la historia del arte como el Quattrocento. Pero para conocer la verdadera trascendencia del David de Donatello es necesario conocer el contexto histórico en que se elaboró la escultura.

     Por un lado hay que tener en cuenta que la península itálica de aquel momento estaba organizada en ciudades-estado, encontrándose entre las más pujantes Venecia, Milán y Roma. Pero desde los primeros años del Quattrocento se fue consolidando en la Europa del gran comercio una sociedad mercantil que permitió la creación de instituciones bancarias que operaban en las principales ciudades. Al imparable negocio del dinero se dedicó la familia florentina de los Médici, que enriquecida pudo acceder al poder y al control político de la ciudad-estado de Florencia, iniciando una política expansionista de carácter militar por las ciudades vecinas hasta alcanzar la supremacía en territorio italiano.

     Pero Florencia no sólo pasó a convertirse en el estado económico y militar más pujante, sino también en un foco de irradiación cultural cuyo alcance produciría en los años sucesivos un cambio de la concepción del mundo en toda la Europa occidental, haciéndose presente la corriente humanista de allí emanada en todas las facetas de la vida. Una causa decisiva fue la labor de mecenazgo ejercida por los Médici sobre todas las artes, aunque con ello se buscase un prestigio personal imperecedero. Esta iniciativa de los Médici fue recogida con agrado por los artistas de la época, pues viendo que sus protegidos eran equiparados a los oficios liberales, encontraron una vía para acabar con el concepto medieval del artista como mero artesano, pasando a adquirir el rango de intelectual, tal y como lo había reivindicado el arquitecto Leon Battista Alberti, que llegó a proponer la formación de los artistas en todas las disciplinas.

     Todo esto fue vivido con intensidad por una primera generación de escultores integrada por Jacopo della Quercia, Lorenzo Ghiberti, Nanni di Banco, Luca della Robbia y Donatello, que implantaron las bases de lo que se convertiría en la Escuela de Florencia, caracterizada por su afán innovador a partir de la revitalización de la escultura clásica de la antigüedad y el estudio científico de las leyes naturales, aportando modelos que causaron una auténtica conmoción en el mundo artístico y que convertirían a la ciudad de Florencia en un centro de atracción para la formación de artistas foráneos llegados de distintas partes de Europa para seguir la estela de estos grandes maestros.

     Y al igual que Brunelleschi renovó el concepto de la arquitectura de su tiempo y Masaccio el de la pintura aplicando las leyes de la perspectiva en el dibujo y el color, Donatello, discípulo de Ghiberti y protegido de Brunelleschi, fue el gran renovador de la escultura, con una obra que evoluciona desde un marcado idealismo en su primera etapa hasta formas muy expresivas y de acentuado realismo en su obra final.

EL SIGNIFICADO DEL DAVID DE DONATELLO

     Donatello, que había influido en Cosme de Médici para que iniciara el coleccionismo de esculturas antiguas, recibió el encargo de este gobernante de realizar una escultura en bronce destinada a su célebre jardín, una escultura que representara el episodio de David venciendo al gigante Goliat. En realidad la petición de aquella escultura no obedecía a un interés decorativo, sino simbólico, pues con ella Cosme de Médici lo que pretendía era celebrar las victorias de la joven Florencia sobre la poderosa Milán, un histórico gigante militar, encontrando en el personaje bíblico un trasunto apropiado para la propaganda política, algo que enseguida fue comprendido por Donatello, que inauguró una iconografía basada en la idea del triunfo de la inteligencia sobre la fuerza, que él mismo trabajaría en mármol en tres ocasiones más y que sería continuada, con el mismo simbolismo, por Andrea del Verrocchio y finalmente por Miguel Ángel.

     En esta ocasión Donatello elaboró, mediante la fundición a la cera perdida, una magistral escultura de bulto redondo que no llega al natural, de 1,58 metros de altura, con un aire decididamente clásico muy próximo a los modelos de Praxíteles y que, recogiendo el relato bíblico del Primer Libro de Samuel, constituye el primer desnudo en escultura realizado desde la antigüedad clásica, ya que el tema sirve de pretexto al escultor para profundizar en el estudio anatómico y en la exaltación del cuerpo humano, factores que se convertirían en una constante de la nueva escultura del Renacimiento.

     La figura bíblica, sorprendentemente presentada como un desnudo clásico muy ponderado, con la apariencia de un antiguo héroe y con una ejecución técnica impecable, denota un estudio riguroso de cada uno de los detalles a resaltar, lo que Donatello convierte en una composición de gran firmeza.

     El héroe está representado como un adolescente frágil y audaz que se yergue victorioso sobre su recién vencido rival, cuya cabeza aparece a sus pies después de haber sido decapitado con su propia espada, que el vencedor aún sujeta en su mano derecha mientras en la izquierda conserva la certera piedra lanzada con su honda. Con un rostro sereno y una anatomía un tanto andrógina y delicada, se cubre con un sombrero de paja típico de los pastores de Toscana sobre el que reposa una corona de hojas de amaranto, en clara referencia a los héroes griegos. Sus pies calzan una botas, a modo de borceguíes, que casi le llegan hasta la rodilla y que están decoradas con finas labores que reproducen roleos clásicos a candelieri, decoración típica del primer Renacimiento así llamada por colocar motivos vegetales de forma simétrica a los lados de un eje, del mismo modo que los brazos de un candelabro. En la figura se aprecia la búsqueda de los efectos pictóricos que brinda el bronce y el uso de pátinas, contrastando con la tersura de la piel juvenil los minuciosos detalles de los cabellos, el gorro, la corona y la cabeza del gigante filisteo que aparece en la base.

     La cabeza de Goliat descansa abatida sobre una corona de laurel y se cubre con un yelmo decorado con relieves historiados que paradójicamente representan su regreso victorioso sobre una carroza con acompañamiento de putti o figuras infantiles de amorcillos. Tiene largas barbas y sus ojos están cerrados en alusión a su muerte, reforzando la idea de su derrota la colocación del pie del vencedor sobre su rostro, recurso que además obliga a flexionar la pierna para adoptar la figura la postura de contrapposto, movimiento de origen clásico que rompe la ley de frontalidad al hacer descansar el peso del cuerpo sobre una sola pierna. Todos estos recursos pretenden enfrentar simbólicamente la pasión controlada, personificada en David, a su vez símbolo del joven estado de Florencia, con la pasión desbocada que encarna Goliat, símbolo sutil del estado de Milán, al que también se alude en la espada con forma de cruz, que además está recorrida por la inscripción "Pro Patria fortiter dimicantibus etiam adversus terribilissimos hostes di i praestant auxilium" (A los que valientemente lucharon por la madre patria, los dioses darán su ayuda incluso ante los más terribles enemigos).

     La perfección e innovación de la escultura y su adecuación a los deseos del comitente hicieron que fuese colocada en el patio del palacio que para los Médici construyera Michelozzo en Florencia, permaneciendo en este lugar hasta 1495, cuando Piero de Médici fue expulsado de la ciudad, momento en que pasó al patio del Palazzo Vecchio, sede de la Signoria. En la actualidad se expone en la sala del Palacio del Bargello, antigua sede del Gran Consejo, desde que en 1886 fue adaptada para albergar obras emblemáticas de Donatello y otro escultores florentinos de su tiempo. En esa misma sala la escultura fue sometida durante el año 2007 a un proceso de limpieza y consolidación que pudo ser seguido en directo a través de Internet.

Ilustraciones: 1 Vista general del David de Donatello. 2 Detalle del torso. 3 Detalle de la cabeza de David. 4 Detalle de la cabeza de Goliat. 5 Proceso de restauración en el Bargello el año 2007.

Informe y tratamiento de fotografías: J. M. Travieso
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27 de abril de 2010

Exposición: PINTURA QUE BAILA, dibujos del bailarín Vicente Escudero, del 28 de abril al 30 de mayo 2010




VICENTE ESCUDERO, PINTURA QUE BAILA
Dibujos, recuerdos y objetos personales de Vicente Escudero
Colección José de la Vega
SALA DE EXPOSICIONES DEL TEATRO ZORRILLA

A partir del 28 de abril, en conmemoración del 30 aniversario de la muerte del ilustre bailarín vallisoletano Vicente Escudero, pueden contemplarse en el renovado teatro una colección de 50 dibujos a la cera por él realizados, una faceta por muchos desconocida del artista nacido en la calle Tudela, cuya creatividad en el baile flamenco fue reconocida internacionalmente.

Pero este artista inquieto, que en su día declaró que para bailar sólo necesitaba una baldosa, también fue autor de curiosas creaciones en su afán por el desarrollo del flamenco, como el fabricar castañuelas de bronce en la búsqueda de nuevos sonidos, el inspirarse en las ramas de los árboles para mover los brazos, la referencia a las esculturas de Berruguete para componer coreografías, la elaboración de un Decálogo para mantener las raíces y la fuerza expresiva del flamenco masculino y otras tantas aportaciones novedosas como esta muestra tan elocuente, en la que, como no podía ser de otra manera, el principal protagonista es el baile.


HORARIO DE VISITAS
De martes a domingo, de 12 a 14 y de 19 a 21 horas.
Lunes cerrado.

Entrada gratuita.

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Ciclo de Conferencias en el Museo de León: ¿SEREMOS INMORTALES?, abril y mayo 2010


II CICLO DE CONFERENCIAS
LOS RETOS DE LA CIENCIA PARA EL SIGLO XXI

28 de abril, miércoles
FERNANDO SAVATER, filósofo y escritor.

6 de mayo, jueves
XAVIER ESTIVILL, director del Centro de Genética Médica y Molecular de Barcelona.

12 de mayo, miércoles
FRANCISCO JAVIER RUBIA VILA, neurocientífico y catedrático de Medicina de UCM.

MUSEO DE LEÓN, Plaza de Santo Domingo 8, León.
20 horas. Entrada libre hasta completar aforo.

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26 de abril de 2010

TITIRIMUNDI en Valladolid, del 30 de abril al 9 de mayo 2010


     Entre los días 30 de abril y el 9 de mayo se desarrollará la programación correspondiente a la extensión en Valladolid del Festival Internacional de Títeres de Segovia, más conocido como Titirimundi, en su edición 2010. Como viene siendo tradicional, durante estos días los amantes de los títeres y marionetas tendrán la ocasión de disfrutar de montajes ingeniosos llegados de otros países y de muestras de este peculiar arte escénico pertenecientes a las tradiciones de otras culturas.

PROGRAMACIÓN
(Los espectáculos de la Sala Ambigú son apropiados para todos los públicos amantes de las marionetas, mientras que los de la Sala Cervantes son recomendables especialmente para niños).

30 de abril, viernes
Obra: MANOVIVA
Compañía: Girovago y Rondella Family Theatre (Italia)
Hora y Lugar: 20:30, Sala Ambigú

1 de mayo, sábado
Obra: LA MATA DE LA ALBAHACA
Compañía: La Gotera de Lazotea
Hora y lugar: 18:30, Teatro Cervantes

Obra: MARIONETAS TRADICIONALES
Compañía: Teatro de Marionetas de Guante de Zhangzhou (China)
Hora y lugar: 20:30, Sala Ambigú

2 de mayo, domingo
Obra: SOMBRAS CHINAS
Compañía: Teatro de Sombras Chinas de Hunan (China)
Hora y Lugar: 18:30, Teatro Cervantes

Obra: THE HOUSE
Compañía: Sofie Krog Teater (Dinamarca)
Hora y lugar: 20:30, Sala Ambigú

7 de mayo, viernes
Obra: ABRAKADABRA DOS
Compañía: Gonzalo Granados
Hora y lugar: 18:30, Teatro Cervantes

Obra: BRAZO
Compañía: Mirelle et Mathieu (Bélgica)
Hora y lugar: 20:30, Sala Ambigú

8 de mayo, sábado
Obra: JACK Y EL TALLO DE LAS JUDÍAS
Compañía: Atelier 313 (Bulgaria)
Hora y lugar: 18:30, Teatro Cervantes

Obra: EN CONCIERTO
Compañía: Contadores de Historias (Brasil)
Hora y lugar: 20:30, Sala Ambigú

9 de mayo, domingo
Obra: RANOCCHIO
Compañía: Teatro Gioco Vita (Italia)
Hora y lugar: 18:30, Teatro Cervantes

PRECIOS: 8 € para las actuaciones en la Sala Ambigú y 5 € para las actuaciones en el Teatro Cervantes.

VENTA DE ENTRADAS: En taquilla o en la Fundación Municipal de Cultura (de lunes a viernes, de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:30 h).

Información completa sobre el festival Titirimundi: http://www.titirimundi.com/default.asp?inicio=si

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24 de abril de 2010

VIAJE: TOLEDO, ILLESCAS Y VILLA ROMANA DE CARRANQUE, 13 de mayo 2010


PROGRAMA

Salida a las 7,15 h. desde Plaza de Colón con dirección a Carranque para visitar la Villa Romana que conserva una importante colección de mosaicos. A continuación visitas a la villa de Illescas y a la ciudad de Toledo. Regreso a Valladolid a últimas horas de la tarde.

PRECIO SOCIO: 25 € / PRECIO NO SOCIO: 30 €.

INCLUYE: Viaje en autocar / NO INCLUYE: Entradas a los monumentos.

REQUISITOS: Mínimo 30 y máximo 40 personas.

INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Por correo en la dirección domuspucelae@gmail.com o llamando al teléfono 608 419228 de 18 a 20,30 h. a partir de la publicación de este anuncio.

NOTA: Por problemas técnicos este viaje sustituye al que estaba previsto por la provincia de Guadalajara.

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21 de abril de 2010

Historias de Valladolid: LA DESGRACIA DE DON PURPURINO, desterrado por la mojigatería puritana



LOS AVATARES DE LA FUENTE DORADA

     La Plaza de la Fuente Dorada, así denominada oficialmente desde 1853, ha sido desde tiempos remotos uno de los enclaves urbanos más concurridos por diversos motivos. Primero por ser el principal núcleo del comercio de Valladolid, con extensión hasta el Corrillo, un espacio que complementaba la actividad de mercado desplegada en la Plaza Mayor. Como indica Juan Agapito y Revilla, desde el siglo XIV allí se tiene constancia de la labor del gremio de Lorigueros, en el tramo comprendido entre las actuales calles de Teresa Gil y Cánovas del Castillo (antes de Orates), así como de los Espaderos, Lanceros, Guarnicioneros y Cebaderos, repartidos por el resto de soportales, a los que dieron nombre.

     Pero también porque tiempo después el centro de la plaza, que recibía el ilustrativo nombre de las Gallinerías viejas, una vez realizada la obligada remodelación de las viviendas tras el inolvidable incendio de 1561, conocería a partir de 1585 la colocación de la fuente principal de las ocho proyectadas que, repartidas por la ciudad, acercaban a los ciudadanos el benéfico agua procedente de un manantial del término de Argales, por entonces una finca de recreo, propiedad de los monjes de San Benito, situada a 5 km. de la ciudad. Ello fue posible gracias a una ingente obra de ingeniería promovida por el rey Felipe II y elaborada por los ingenieros Benito Morales y Francisco de Montalbán, en colaboración con los arquitectos Juan de Herrera, diseñador de las Arcas Reales, Alonso de Tolos y Diego y Francisco de Praves, artífices a pie de obra, que a través de acueductos, conducciones subterráneas y grandes arquetas lograrían que a partir de 1603 la ciudad dejase de consumir el agua poco saludable del Pisuerga. Y aunque por falta de fondos sólo se levantaron tres fuentes y el trazado no llegó al monasterio de San Benito, que era uno de los objetivos, algunos palacios y conventos comenzaron a disfrutar de arcaicos servicios de agua corriente, terminando este hecho en gran parte con la actividad ambulante de los aguadores y el negocio de los "neveros", algo que supuso una decisiva mejora sanitaria.

     Tanto es así, que en la plaza se diseñó una fuente monumental compuesta por una taza octogonal en cuyo centro se elevaba una columna sobre la que descansaba una bola de bronce dorado, rematada por una aguja y rodeada de ocho pequeños caños, que desaguaba a través de otros cuatro caños de bronce en un estanque inferior, un pilón con el pretil a ras del suelo que a su vez tenía un gran caño que permitía vaciarlo para realizar tareas de limpieza. Asimismo, para la sujeción de los recipientes tenía aplicadas unas "cañas", listones de madera insertados en huecos practicados en la columna y el pretil de la taza, que evitaban el esfuerzo de aguantar el peso cuando se llenaban cántaros y otras vasijas.

     Por esta obra pública tan celebrada, que acabó con las restricciones y multiplicó la concurrencia en la plaza a lo largo de todo el día, pasando a convertirse en un auténtico ágora ciudadano, el espacio comenzó a conocerse popularmente desde entonces como la Fuente Dorada, un lugar donde no faltaban los negocios y trueques y donde corrían de boca en boca toda clase de rumores y noticias. La Fuente Dorada aparece citada por Cervantes en sus Novelas Ejemplares y en La Ilustre Fregona, donde alaba la calidad de sus aguas como las mejores de cuantas se consumen en Valladolid y en Madrid. Más detallada es la descripción que en 1754 hace de la fuente Miguel Fernández, ayudante de Fontanero Mayor de Isabel de Farnesio, esposa de Felipe V.

      Pero habría que esperar a 1759 para que, lo que fue un orgullo de la ciudad, comenzara a conocer una serie de episodios desafortunados que se dilatarían a través del tiempo. Estos comenzaron cuando ante el deterioro de la bola dorada debido a su uso permanente durante tantos años, el Consistorio decidió sustituirla por una figura de piedra como material salubre y duradero. Sobre una peana en forma de macetero con flores y rodeada de delfines con función de caños, aparecía una figura femenina como alegoría de la Primavera, a la que también se doró para seguir la tradición. Sin duda, el aspecto de esta obra guardaría muchas concomitancias con la burgalesa Fuente de la Flora (ilustración 3), tanto por sus elementos compositivos (alegoría, delfines, caños y pilón) como por sus valores simbólicos: el agua como fuente de vida y renovación de la Naturaleza.

     Pero al poco tiempo, la certera pedrada de un muchacho de malos modales dejó a la Primavera sin cabeza, permaneciendo durante años descabezada, como los reyes de Francia, hasta que fue sustituida por una tinaja, tal y como se lamenta Ventura Pérez en su Diario de Valladolid, donde considera el asunto "cosas del gobierno de esta ciudad que pone su mira en lo que menos importa".

     En otro orden de cosas, narra Hilarión Sancho en su Diario (1807-1840) que el Ayuntamiento de Valladolid solicitó algunas estatuas al rey Fernando VII para ser colocadas en lugares concurridos de la ciudad, a lo que el monarca correspondió enviando tres esculturas procedentes de los fondos del Museo del Prado, que prácticamente nunca habían sido expuestas en la colección. Entre ellas la figura de una mujer que representaba una alegoría de la Abundancia, tal vez del Otoño. Las esculturas fueron colocadas en la Acera de Recoletos, pero a la novedad siguió una reacción propia de una sociedad puritana, pues la semidesnudez de la figura y sus pechos al aire escandalizaron a las mentes biempensantes de la ciudad, seguramente educadas bajo la influencia de la escultura religiosa tradicional, alegando que el desnudo femenino era un mal ejemplo para los escolares, por lo que fueron retiradas del espacio público al cabo de tres días.

      Cuenta también Hilarión Sancho que, en su afán por colocar esculturas en espacios públicos, en 1840 el Ayuntamiento decidió remodelar la Fuente Dorada colocando una escultura de piedra que representaba al dios Apolo y que vino a sustituir a la anodina tinaja. Para ello no recurrió a las piezas del regalo real, sino que compró la figura del dios clásico al pintor Pedro González Martínez, domiciliado en la actual calle de Fray Luis de León, que posiblemente actuó como intermediario o la había comprado anteriormente. Las proporciones de la escultura, obligaba a una reorganización del pedestal, por lo que el Ayuntamiento, según aparece documentado en el Archivo Municipal, decidió invertir en esta obra la recaudación obtenida con las funciones realizadas por la compañía Filarmónica del Teatro, suma que ascendió a 1772 reales y 24 maravedíes, lo que permitió levantar un pedestal de base cuadrangular de dimensiones algo inferiores a las que presenta actualmente el monumento al Conde Ansúrez en la Plaza Mayor, según se desprende de la fotografía que realizara hacia 1857 el francés Alexis Gaudin (colección C. Sánchez), publicada en el Norte de Castilla por José Delfín Val el 24 de marzo de 2008, de la que desgraciadamente sólo disponemos de una copia de mala calidad (ilustración 4).

     Levantado el pedestal, con caños en sus cuatro lados y rodeado por un estanque circular, se colocó la estatua del dios griego el 18 de julio de 1840. Más tarde, entre 1842 y 1844, la obra se remató con la colocación de un zócalo de piedra, de unos 50 cm. de altura, sobre el que se insertaba una reja de forja, de aproximadamente 1 m. de alto, que con forma ochavada y aperturas de acceso a los caños circundaba el perímetro. Como nota anecdótica, conviene señalar que la piedra utilizada para este remate procedía del almacenamiento de los restos de piedra del hundimiento en 1841 de la Buena Moza, la malograda torre de la catedral de Valladolid.

EL DEFENESTRADO DON PURPURINO

     Pero aquella tercera versión de la Fuente Dorada, cuyo aspecto monumental podría inducir a pensar que su permanencia fuera definitiva, no fue tal, posiblemente debido al deterioro de la instalación a causa de los numerosos usuarios. En 1876 se remodeló la fuente y se desplazó su ubicación al centro de la plaza, posiblemente para facilitar el incipiente tráfico rodado, sin que existan referencias del lugar al que fue a parar la escultura de piedra. Primero se convirtió en un monolito con cuatro caños, rematado por una simple farola metálica, tal como aparece en las fotografías de principios del siglo XX, y después por otra de cuatro brazos con faroles fernandinos.

     Así permaneció la fuente hasta el 28 de enero de 1948, cuando el Ayuntamiento aprobó un proyecto diseñado por el arquitecto municipal Miguel Baz. Esta instalación monumental, totalmente de piedra, tenía forma rectangular con los ángulos curvados, una plataforma sobre la que descansaba un amplio pilón central, para recoger el agua con calderos, al que se accedía por cuatro escaleras dispuestas en forma de cruz y en el centro del estanque un pedestal cuadrangular, con escudos dorados de la ciudad en sus cuatro caras. En los ángulos de la fuente, acotados por parapetos de piedra, se hallaban otros cuatro estanques a ras de suelo que recogían el agua vertida por caños con forma de cabeza de león, cuyas fauces, convertidas en surtidor, permitían llenar todo tipo de recipientes.

     Por entonces y siguiendo la pauta de los monumentos erigidos en 1900 al poeta José Zorrilla y en 1903 al Conde Ansúrez, ambos en lugares destacados de la ciudad, se decidió colocar sobre el pedestal de la Fuente Dorada una escultura del dios Hermes que procedía del patrimonio de la familia del marqués de Casa Pombo, propietaria del conocido Palacio Villena, un edificio renacentista construido por Francisco de Salamanca a mediados del siglo XVI y situado frente al Colegio de San Gregorio, donde había ocupado una hornacina del zaguán.

     La figura representaba a Hermes, dios olímpico de la mitología griega, hijo de Zeus y Maya, una de las Pléyades hija de Atlas, al que Homero invoca como poseedor de múltiple ingenio (polytropos), protector de pastores, oradores, literatos y poetas, guardián de la paz, las puertas y los sueños, autor de gloriosas hazañas, fertilizador de la tierra y especialmente patrón de los viajeros, de la astucia y del comercio como heraldo y mensajero de los dioses. Aunque en la antigua Grecia se le invocaba mediante símbolos fálicos, generalmente es representado como un joven atlético desnudo, cubierto por el sombrero de los caminantes o un gorro alado, en alusión a su carácter de viajero, en ocasiones con alas en las sandalias, portando en la mano el caduceo, la vara con lazos blancos que distinguía a los heraldos. Estos lazos fueron sustituidos por algunos escultores por serpientes, símbolo de prudencia. El caduceo de Hermes estaba dotado de poderes mágicos, recibidos de Apolo, para abrir y cerrar los ojos a los mortales. Todas estas características fueron reconvertidas por la mitología romana en la representación de Mercurio, dios del comercio, al que en ocasiones se incorporaba una antorcha o una bolsa con monedas, símbolo de claridad en los negocios.

     A esta iconografía se ajustaba la joven deidad colocada por el Ayuntamiento, aunque con ciertas peculiaridades, pues se trataba de un notable desnudo masculino de tamaño algo mayor que el natural, fundido en hierro por un escultor desconocido, con la anatomía adoptando una elegante posición de contraposto y con un largo manto discurriendo por la espalda en forma de pliegues verticales. A la altura de los tobillos calza borceguíes atados con cordones y rematados por adornos que simulan pequeñas alas, con el cabello recogido en una cola con forma de penacho y adornado con un brazalete en el brazo y un collar de colmillos en el cuello, apreciable en la espalda. En su mano derecha empuña en alto una antorcha y sujeta el caduceo en la izquierda. Ni que decir tiene que la mayoría de los ciudadanos no eran capaces de identificarla y menos aún relacionar sus valores simbólicos, a pesar de lo apropiado de un dios olímpico presidiendo aquella plaza convertida en un concurrido ágora.

     Pero enseguida la escultura iba a ser de nuevo víctima de los prejuicios morales, repitiéndose una historia similar a la que conociera años antes la citada alegoría femenina de la Acera de Recoletos. Todo empezó desde el mismo momento en que fue instalada y culminó cuando, para mantener la tradición del nombre de la plaza, la escultura férrea de Hermes fue pintada de color dorado, según atestigua Juan Agapito y Revilla. El caso es que desde los ángulos de vista laterales de tan llamativa figura la posición del caduceo insinuaba una erección fálica (ilustración 7), dando lugar a un perfil que enseguida se convirtió en objeto de escándalo, chanza, burlas y continuos comentarios de los vecinos, que tomando a guasa la escultura tras su repinte metálico comenzaron a denominarla en tono jocoso como Don Purpurino.

     Durante los tres años en que permaneció sobre el pedestal fue blanco de severas opiniones puritanas la polémica que suscitaba el perfil de Don Purpurino, lo que dio lugar a que los acomplejados ediles, en contra de la opinión de muchos ciudadanos, decidieran su eliminación en 1953, circunstancia que fue aprovechada por don Alberto Pastor, alcalde de Tamariz de Campos, para hacerse con la escultura, que ese mismo año la colocó presidiendo una fuente situada en el Corro de San Antón, una plaza de aquella localidad. Desaparecida su función acuática desde la acometida de agua corriente en esta población, puede verse en la actualidad como un monumento convencional sobre un pedestal de piedra de forma troncopiramidal, siendo todavía conocida como Don Purpurino. Allí reposa recubierta de una pátina de bronce la escultura que fuera desterrada de Valladolid, una escultura sobre la que, a lo largo del tiempo, algunos cronistas especularon si se trataba de Apolo, de un jefe azteca o de un rey desconocido, aunque la única constatación real es que, aún siendo una obra de aceptable calidad y en su tiempo la figura más popular de la ciudad, fue desterrada de Valladolid por pura mojigatería.

     En su lugar se colocó el fuste de una monumental columna de piedra rematada con cuatro brazos de los que colgaban grandes faroles, exactamente la que puede contemplarse hoy día en el centro de la Plaza de la Trinidad (ilustración 8), a donde fue trasladada según el acuerdo tomado tiempo después por el Ayuntamiento, momento en que la plaza fue invadida por el tráfico rodado tras la desaparición del conjunto.


     Efectivamente, en los años del desarrollo del siglo XX la Plaza de la Fuente Dorada conocería un tráfico endiablado que redujo la fuente a uno de los discretos modelos que el Ayuntamiento había colocado por toda la ciudad, relegada a un rincón de la plaza y sin la calidad originaria de sus aguas. Tras convertirse durante años tan emblemático espacio en un céntrico aparcamiento, finalmente fue objeto de una afortunada transformación que lo recuperó como uno de los primeros y más concurridos espacios peatonales del centro urbano.

      Asimismo, intentando rememorar su pasado histórico, en 1998 fue levantada una nueva fuente, en este caso decorativa (ilustración 9), coronada por la tradicional bola dorada con ocho caños, un proyecto del que se ocupó Fernando González Poncio, que incluyó un pilón y un soporte de forma ochavada, que alterna caños en forma de mascarones con esculturas alusivas a cuatro de los gremios que antaño comerciaron en la plaza: una aguadora, un botero, un soldado portando espada y un loriguero, con inscripciones a sus espaldas de hasta 43 viejos oficios vallisoletanos. Esta fuente se ha convertido en una de las más populares de la ciudad debido al privilegiado espacio que ocupa, no tanto por los valores plásticos del trabajo escultórico, al que el pudor impide tratar con la misma virulencia de la que en otros tiempos fue objeto Don Purpurino.

Ilustraciones: 1 y 2 Estatua de Don Purpurino en el Corro de San Antón de Tamariz de Campos (fotos Travieso). 3 Fuente de la Flora, Burgos (foto José Carlos Campanero). 4 Aspectos de la Plaza de la Fuente Dorada en la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del XX. 5, 6 y 7 Detalles de la escultura de Don Purpurino (fotos Travieso).8 Plaza de la Trinidad, Valladolid (foto Travieso). 9 La Fuente Dorada realizada en 1998 por Fernando González Poncio (foto Travieso). 

Informe: J. M. Travieso.
Registro Propiedad Intelectual -Código: 1104108944507


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20 de abril de 2010

Exposición: UN CÁLIDO OTOÑO, de Pilar Marco Tello, del 26 de abril al 12 de mayo 2010



SALA DE EXPOSICIONES
CASA DE LAS ARTES DE LAGUNA DE DUERO
Avenida Juan de Austria 3


HORARIO DE VISITAS
Lunes a viernes: de 18:30 a 20:30 h.
Sábados: de 12 a 14 h.
Domingos: una hora antes de los espectáculos.

Concejalía de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Laguna de Duero

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19 de abril de 2010

DÍA DE CASTILLA Y LEÓN, 23 de abril 2010



CASTILLA Y LEÓN

Una historia en el pasado

Un pueblo en el presente

Una comunidad del futuro


Canto de esperanza de una tierra siempre abierta que no excluye a nadie:
León, Zamora, Salamanca, Palencia, Valladolid, Burgos, Ávila, Segovia y Soria




Quién sabe si las cigüeñas
han de volver por San Blas,
si las heladas de marzo
los brotes se han de llevar,
si las llamas comuneras
otra vez crepitarán:
cuanto más vieja la yesca,
más fácil se prenderá,
cuanto más vieja la yesca
y más duro el pedernal:
si los pinares ardieron,
¡aún nos queda el encinar!

                    Los Comuneros, Luis López Álvarez



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16 de abril de 2010

Visita virtual: VENUS, CUPIDO Y EL TIEMPO, una sensual y sugerente alegoría del amor



ALEGORÍA DE VENUS, CUPIDO Y EL TIEMPO
Agnolo Allori di Cosimo, Bronzino (Ponticelli, Florencia1503 - Florencia 1572)
Hacia 1546
Óleo sobre madera
National Gallery, Londres
Pintura del Renacimiento. Cinquecento italiano. Manierismo

     La Alegoría de Venus y Cupido es un paradigma de la pintura manierista realizada en la Florencia del Cinquecento. Pero por sus connotaciones eróticas es también un paradigma de pintura sensual, sugestiva e intelectual, de un tipo de obras que se apartaron de la temática mitológica convencional para sugerir pasiones que serían destinadas a gabinetes aristocráticos, privados y en muchos casos secretos.

     Esta obra fue pintada por Bronzino, un pintor florentino formado primero en el taller de Raffaellino dei Garbo y después en el de Pontormo, de cuyo estilo caprichoso, gesticulante y apasionado se aparta para hacer una pintura más objetiva, con una habilidad especial para el retrato y el color, lo que motivó la solicitud de múltiples retratos por la aristocracia florentina representando nobles, damas, niños y familias de gusto cortesano. No obstante, Broncino adopta de Miguel Ángel su dinamismo y la corporeidad anatómica de sus desnudos, alcanzando la madurez cuando se decanta por la corriente manierista imperante, en la que llega a ocupar un puesto de primer orden. Su pericia en el uso del dibujo y el color, de la que esta pintura es un buen ejemplo, se convierte en una técnica preciosista que sugiere el colorido del esmalte, siempre con una impecable perfección, logrando crear un universo muy personal cuando representa escenas mitológicas en las que incluye desnudos bellísimos, bañados por una luz casi lunar, con predominio de tonos fríos que recuerdan el aspecto de la porcelana, repletos de connotaciones eróticas.

CONTEXTO HISTÓRICO DE LA OBRA

     Tras el saqueo de Roma por el emperador Carlos V, hecho producido en 1527, los florentinos proclamaron de nuevo la República y los Médicis se vieron obligados a abandonar Florencia. Tras la firma de paz de Carlos V con el papa Clemente VII, los Médici fueron restaurados en el gobierno por el emperador, tomando las riendas del poder el duque Alejandro. Cuando este fue asesinado unos años después, fue investido Cosme I de Médici como Gran Duque de Toscana, que logró consolidar el gobierno, la paz y la prosperidad, siendo su protección a las artes una de sus facetas más relevantes. Cosme I elegiría a Broncino como pintor al servicio de la prestigiosa familia florentina. Convertido en retratista oficial, realizó muchos retratos del duque, de su esposa Leonor de Toledo y de sus hijos, creando un tipo de retratos que serían muy codiciados en las cortes europeas.

     Según cuenta Vasari en sus "Vidas", la pintura de la Alegoría de Venus, Cupido y el Tiempo fue encargada personalmente por Cosme I de Médici con el fin de enviarla como regalo al rey Francisco I de Francia, una corte que en aquellos tiempos gustaba de las escenas eróticas, que eran colocadas en suntuosos gabinetes privados.

UNA PECULIAR ALEGORÍA DEL AMOR

     La pintura, que también sería conocida con el título de El Descubrimiento de la Lujuria, ofrece un indudable contenido sensual, manifestando de forma velada, mediante una artificiosa construcción cargada de códigos encriptados, una referencia al goce carnal.

     En ella el personaje central es Venus, que convertida en una alegoría de la Lujuria alude a las principales consecuencias del pecado: la disipación de los bienes terrenales y los valores del alma. La diosa del amor muestra un gesto a arrobamiento mientras Cupido le acerca sus labios, en este caso representado como un adolescente que le besa y acaricia un pecho, actitud que  sugiere un momento de lujuria e incesto. En su mano derecha sujeta una de las flechas de su hijo que proclaman el amor. En la izquierda, totalmente relajada, retiene una de las manzanas de oro con las que fue obsequiada por Paris cuando fue seducido en el juicio de la discordia, en el que el príncipe-pastor tuvo que escoger entre los ofrecimientos de las diosas Juno (poder), Minerva (sabiduría) y Venus (amor), hecho que desencadenaría la Guerra de Troya. Venus sería elegida después de seducir con la belleza de su desnudo al mortal Paris, que le regaló las tres manzanas de oro, recibiendo a cambio el amor de Helena de Troya. A su lado figura una tórtola, habitual animal de compañía de la diosa como símbolo del gozo.

     El otro protagonista es el mencionado Cupido, representado como un joven alado que responde al beso de su madre acariciándole un pecho y rodeándole la cabeza en un abrazo, una acción que excede el amor filial para asumir el papel propio de un amante. En su espalda se aprecia la correa del carcaj donde porta las flechas del amor, su atributo tradicional. Sus cuerpos nacarados reciben una luz cenital muy matizada que permite que sus anatomías se recorten sobre los colores oscuros del fondo.

     Este uso de la luz también afecta a la figura del Placer, cuya locura esta personificada en la figura de un niño o amorcillo dispuesto a lanzar sobre la pareja pétalos de rosa. Lleva en el pie izquierdo una pulsera de cascabeles y una espina del rosal atraviesa su pie derecho, a pesar de lo cual no siente ningún dolor.

     Detrás del Placer está el Engaño, la figura más desconcertante de la composición, ya que está representada por una bella doncella de rostro angelical que bajo su atuendo permite ver un cuerpo de serpiente, patas con garras de león y una cola en forma de escorpión. Sus manos invertidas producen un efecto confuso, ofreciendo a los amantes en una de ellas un trozo de panal, símbolo de dolor del aguijón bajo la apariencia de miel y sujetando con la otra el final de la cola, igualmente en alusión al aguijón mortífero.

     En la parte superior destaca la figura masculina de Cronos o Saturno, dios del Tiempo, representado como un hombre de edad que retira el manto de la noche para desvelar la escena, manifestando el deseo de descubrir la verdad. Es un personaje fácilmente identificable por portar en su espalda un reloj de arena. Su anatomía presenta una piel curtida plasmada de forma virtuosa, destacando los músculos y venas del brazo.

     En el ángulo superior izquierdo está representado el Olvido, un personaje al que le falta parte del cerebro para aludir a la pérdida de la memoria. Su actitud es contraria a la del tiempo, intentando esconder la verdad bajo el manto. También se ha interpretado como una alusión a los efectos retardados de la sífilis.

     Detrás de la espalda de Cupido, ocupando un lugar sombrío, aparece la personificación de los Celos, un hombre desesperado, de piel aceitunada, que chilla y se tira del cabello. Su gesto es completamente opuesto al del resto de los personajes, habiendo apuntado algunos especialistas que también puede representar a la sífilis, una enfermedad que como epidemia se extendió por toda Europa en el momento en que se hizo la pintura.

     Finalmente hemos de referirnos a las máscaras teatrales de un hombre y una mujer depositadas en el suelo, una alusión a la falsedad de la apariencia y la traición amorosa, contribuyendo a completar el sentido moralizante de la pintura, en el que el amor prohibido, acompañado de la envidia y los celos, puede tener trágicas consecuencias. En definitiva, la obra previene que los placeres de la carne son ilusorios y entrañan peligros.

     Curiosamente el rey Francisco I moriría a causa de la sífilis que le transmitiera su amante la Belle Ferroniere, aquella que fuera retratada por Leonardo da Vinci, siendo conocida esta enfermedad desde entonces como el "mal francés".

     La pintura, que se presenta como un prodigio de dibujo y color, muestra poses muy artificiosas, con los personajes alegóricos formando un coro semioculto y con un lenguaje plástico lleno de secretismo que responde a los gustos de la pintura manierista cortesana. En ella los ideales clásicos se tornan en esotéricos y fantásticos, resaltando el contrapunto entre lo bello y lo feo, lo elegante y lo pintoresco, los principios morales paradójicamente expresados con un lenguaje erótico, experimentando sobre la anatomía humana actitudes originales que definen movimientos helicoidales y en serpentinata. Todo ello ligado al concepto de "bella maniera" o manierismo.


     El cuadro regalado por Cosme I al rey de Francia permaneció muchos años en la colección real, aunque en 1860 fue comprada a un coleccionista francés por la National Gallery de Londres, pasando a engrosar los fondos de esta pinacoteca. Su director, Sir Charles Eastlake, de mentalidad victoriana, consideró la obra impropia, siendo la obra retocada para cubrir el pubis de Venus con un velo, las nalgas de Cupido con un laurel y se veló el pezón que aparece entre los dedos del adolescente. Durante una limpieza realizada en 1958 todos estos retoques fueron eliminados, recuperando la pintura su aspecto original.

Informe y tratamiento de fotografías: J. M. Travieso.
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14 de abril de 2010

Bordado de musas con hilos de oro: CANCIÓN DEL JINETE, de Federico García Lorca



ANDALUZAS
CANCIÓN DEL JINETE

Córdoba.
Lejana y sola.

Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.

Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba.

¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!

Córdoba.
Lejana y sola.

       FEDERICO GARCÍA LORCA, 1924
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13 de abril de 2010

Viaje: Álbum del recorrido de Domus Pucelae por Croacia


Nuestra asociación Domus Pucelae una vez más salta fronteras. Croacia ha sido el destino elegido por algunos socios y simpatizantes que durante 8 días han recorrido el país croata, descubriendo enclaves históricos, paisajes inolvidables y monumentos de gran valor artístico y arquitectónico.

Mezclados entre la muchedumbre de su gente encantadora, cordial y afable, se ha podido disfrutar de la cultura, arte, gastronomía, curiosidades…

Nuestro recorrido dio comienzo en Zagreb, que es la capital y la población más grande de Croacia, donde visitamos tanto la parte baja como la alta de la ciudad.

Karlovac fue el siguiente destino. Ciudad industrial y encrucijada de carreteras que conducen a Serbia, una ciudad que fuera baluarte de los turcos aunque su fundación tuvo lugar en 1579 por Carlos de Habsburgo, archiduque de Austria.

Opatija es una ciudad turística que toma su nombre de la abadía benedictina del siglo XIV. Es obligado destacar su extenso parque, donde se puede contemplar la villa Angiolina.

Rijeka, cuyo nombre significa río y cuyo puerto es el más notable e importante del mar Adriático, es una ciudad universitaria y sede arzobispal cuya economía depende del transporte marítimo, de los astilleros y del turismo.

Ya en la península de Istria, pudimos contemplar localidades como Pazin, Porec, Rovinj y Pula, donde se encuentra uno de los seis anfiteatros romanos más grandes de los conservados en todo el mundo.

Quien vaya a Croacia y no visite el Parque Nacional de Plitvice, se puede decir que no ha visitado Croacia en su totalidad. Es conocido como “El jardín del diablo”, según cartografías antiguas, y fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979.

Zadar, ciudad dálmata, fue poblada hacia el 900 a C por los Liburnos y convertida en colonia romana en el 48 a C.

Sibenik, situada en la desembocadura del río Krka, presenta la catedral de San Jakov, obra maestra de arquitectura italiana.

Trogir, ciudad construida sobre una pequeña isla situada entre el continente y la isla de Ciovo, ofrece el atractivo palacio de Cipiko.

Split, que con sólo nombrarla nos traslada a los siglos III y IV d C. fue donde Diocleciano mandó construir su palacio, en el que pasaría los últimos días después de su abdicación en mayo del 305.

Korcula es una bella isla fortificada con sus calles distribuidas en forma de espina de pez, sistema que permite la circulación del aire, pero que la protege de los vientos fuertes.

Dubrovnik, la antigua Ragusa, es la joya del Adriático. El mundo entero contempló impotente la agresión salvaje durante la última guerra, donde entre los años 1991 y 1995 murieron a causa de los bombardeos cerca de doscientos soldados y otros tantos civiles.


Esto no es más que una pequeñísima reseña testimonial de un intenso viaje, que amenazo con ampliar. Por el momento lo acompaño de imágenes con el grupo participante.



Informe y fotos: Jesús Santos Serna
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12 de abril de 2010

Información: BEATIFICACIÓN DEL PADRE HOYOS EN VALLADOLID, 18 de abril 2010


     Como ya adelantábamos en el artículo publicado el 18 de febrero, el próximo domingo 18 de abril la ciudad de Valladolid será escenario de un acontecimiento extraordinario por la naturaleza del acto: la beatificación del vallisoletano Bernardo Francisco de Hoyos (1711-1735), una celebración revestida de la misma pompa que en las habituales ceremonias del Vaticano para estos casos.

     Durante esta semana previa al acto se está desarrollando un congreso de contenido eminentemente religioso y hagiográfico en torno a la figura del joven jesuita y el día 17 tomará posesión de su cargo como nuevo arzobispo de Valladolid el abulense Ricardo Blázquez, que desde 1995 ocupaba la cátedra de Bilbao.

     La celebración extraordinaria se llevará a cabo en el paseo central del Campo Grande, para lo que se ha montado un altar monumental junto al monumento a Colón, que se complementará con la instalación de grandes pantallas a lo largo del paseo.

     El solemne acto, que comenzará a las 10:30 de la mañana, estará presidido por monseñor Angelo Amato, Prefecto de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, en representación del papa Benedicto XVI y contará con la presencia de Renzo Fratini, Nuncio Apostólico en España, Adolfo Nicolás, Prepósito General de la Compañía de Jesús, Braulio Rodríguez, arzobispo de Toledo y Primado de España, Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla, Ricardo Blázquez, nuevo arzobispo de Valladolid y los obispos de las diócesis de Osma-Soria, León, Astorga, Salamanca, Ciudad Rodrigo, Burgos, Segovia, Zamora, Ávila, Mondoñedo-Ferrol, Oviedo, San Sebastián, Vitoria, Orihuela-Alicante, Coria-Cáceres, Plasencia, Tarazona, Albacete, Sevilla, Jaén, Tenerife y Lleida. También asistirán el obispo de Argyll & The Isles de Escocia, el abad del monasterio de la Trapa de San Isidro de Dueñas, el Alcalde de Valladolid, el Presidente de la Diputación y el Rector de la Universidad.

     Está prevista la llegada a Valladolid de miles de fieles procedentes de todas las partes de España, devotos del Padre Hoyos y miembros de congregaciones vinculadas al culto al Corazón de Jesús. La ciudad ya está preparada para vivir una jornada festiva e histórica, dado el carácter tan excepcional del acontecimiento.

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Polémica: El escritor Eduardo Jordá y su artículo sobre la obra de Delibes y Valladolid


     Eduardo Jordá es un escritor de 54 años, nacido en Palma de Mallorca, que es autor de relatos, ensayos, diarios, libros de viajes y poesía, entre otros géneros, así como articulista asiduo en el ABC Cultural, algunos diarios andaluces y en el Diario de Mallorca. Precisamente en este último periódico publicó un artículo sobre Miguel Delibes y su obra, con motivo de la reciente muerte del escritor, que ha desatado en la red de Internet toda una polémica por las opiniones personales vertidas, tanto referidas a la obra literaria de nuestro añorado autor, como por otras más desafortunadas en las que plasma su visión personal de la ciudad de Valladolid.

     Todo esto viene ocurriendo desde el día siguiente a la muerte del escritor vallisoletano, a pesar de que el articulista utilizó de nuevo el púlpito que le ofrece el Diario de Mallorca para publicar cinco días después una rectificación. ¡Pobre palmesano, con lo a gusto que se había quedado con su libelo! Ahora que ha pasado cierto tiempo y sin la intención de condenar al tal Jordá a una de las hogueras como aquellas que aparecen en El Hereje, queremos manifestar nuestra opinión sin acritud y con la misma libertad que él utilizó en su periódico.

     Para comprender el alcance de las opiniones de Jordá, un escritor que en su día acudió como invitado a la Cátedra Miguel Delibes, institución vallisoletana a la que se reconoce el excelente trato a sus invitados, reproducimos a continuación, porque no tienen desperdicio, los dos artículos del mallorquín:

UN MUNDO EN EXTINCIÓN - Eduardo Jordá

     El mundo de Miguel Delibes se extinguió mucho antes que él. Sus campesinos lacónicos, sus parameras con un par de chopos despuntando en el horizonte, sus cazadores que liaban tabaco de picadura mientras mantenían un silencio inescrutable, sus iglesias con un nido de cigüeñas en el campanario que amenazaba derribo, o sus latifundios donde la señora marquesa repartía un duro entre sus sirvientes cada Jueves Santo: todo eso dejó de existir hace mucho tiempo, quizá más de cuarenta años. Pero él, el creador de ese mundo, seguía aquí. En cierto sentido, todo escritor longevo tiene que convertirse en un anacronismo. En cierto sentido, todo escritor que envejece debe hacer frente a esta maldición: su mundo desaparece, pero él sigue ahí, encerrado en su casa, tal vez concediendo entrevistas a unos periodistas que no han leído sus libros ni tienen intención de disimularlo, o tal vez manteniendo un altivo silencio y negándose a recibir a nadie.

     Miguel Delibes siguió ahí, como esos actores de Hollywood que todos creíamos que habían muerto hacía muchos años, cuando en realidad estaban viviendo en una residencia de ancianos o acogidos por un pariente que se había apiadado de ellos (pienso en Jack Palance, pienso en Sterling Hayden). De vez en cuando lo veíamos en una breve aparición televisiva en su casa de Valladolid, amable, modesto, cortés, exhibiendo esa educación anticuada de los señores que llevan chaquetas de punto de color aceituna y son catedráticos jubilados de Derecho Mercantil y tienen diez o doce hijos. ¿Hay una ciudad más triste que Valladolid? Una lluviosa noche de otoño di un paseo por la ciudad, y me pregunté en cuál de aquellos sombríos balcones con mirador estaría la casa de Delibes. Si alguien ha crecido en una ciudad luminosa como Palma, las calles estrechas de Valladolid le producen una incómoda sensación de ahogo. Uno se imagina a las solteronas espiando tras los visillos, al señor cura yendo a comprar papel de liar cigarrillos y comida para el perro, al boticario leyendo novelas pornográficas en una habitación cerrada con llave, y al registrador de la propiedad apuntando desde su despacho, con su nueva escopeta de caza, a las mujeres enlutadas que salen de misa. Valladolid no es esa clase de sitio en el que uno desearía nacer. Pero hace falta mucho talento para construir un mundo narrativo con esas ciudades provincianas y con el áspero medio rural que las rodea. No es fácil escoger como personajes a los seres que nunca llamarán la atención por nada de lo que hagan. Y tampoco es fácil elegir como paisaje exclusivo de una obra la desnudez casi cubista del campo castellano.

     ¿Tenía lectores Miguel Delibes? No lo sé, aunque mi impresión es que los lectores habían dejado de interesarse por lo que escribía. Con la excepción de El hereje, que trataba de los reformistas religiosos del siglo XVI, sus últimas novelas pasaron desapercibidas. Pero eso en cierto modo era lógico. ¿Qué joven de menos de veinte años podía "entender" el mundo de Delibes? ¿Y qué lector urbano podía captar el misterioso sabor de sus historias? Me temo que el gran éxito de la película Los santos inocentes (1984), basada en una de sus mejores novelas, se debió a que todos comprobamos con alivio que el mundo de Delibes ya había desaparecido para siempre.

     Cuando leí "Las ratas", hace siglos, el mundo de Delibes ya me pareció lejano y en cierta forma incomprensible. Yo era un chico urbano y no había ido nunca a cazar, ni había visto a nadie que tuviera que comer ratas de campo para subsistir. No puedo decir que aquel libro me disgustara, pero no logré encontrar en él nada con lo que pudiera identificarme. Y lo mismo me pasó con otras novelas de Delibes que leí después. Es cierto que las tramas y los personajes eran consistentes –un hecho bastante inusual en la narrativa española de la segunda mitad del siglo XX–, pero aquello no iba conmigo. Yo buscaba otra cosa en los libros: otra vida, otra luz, otros hombres, otras mujeres. En cualquier caso, sé que el mundo de Delibes, con sus campanarios y sus campesinos lacónicos, seguirá existiendo de un modo misterioso, igual que ocurre con esos pueblos sepultados bajo las aguas de un pantano. Y un día, cuando nadie se lo espere, tras varios años de sequía, las calles empedradas y el campanario de la iglesia volverán a aparecerse ante nuestros ojos. Aunque Miguel Delibes ya no esté aquí.
                         DIARIO DE MALLORCA, 13 de marzo 2010

ALGO MÁS SOBRE MIGUEL DELIBES - Eduardo Jordá

     Me temo que estamos llegando a un punto en que sólo se acepta el elogio incondicional o el insulto más descarnado. El sábado pasado escribí un artículo sobre Miguel Delibes en el que me preguntaba si había una ciudad más triste que Valladolid. Era una pregunta que se refería a la posguerra que tuvo que vivir Delibes, a esa fría neblina moral de aquellos años en los que él fue joven y tuvo que vivir en un entorno que imagino asfixiante. Ya sé que Valladolid es una ciudad tan luminosa como la ciudad más luminosa que uno pueda imaginar (que es la ciudad en la que uno ha sido feliz, y ha amado, y ha sido amado), y Valladolid fue esa ciudad para Miguel Delibes, que tuvo la suerte de amar y de ser amado, y no sólo por su mujer, a la que le dedicó uno de los mejores libros que se han escrito en España en estos últimos años (Señora de rojo con fondo gris), sino por su familia y sus amigos, sin olvidar a sus vecinos, que lo saludaban por la calle y casi le importunaban el paseo con sus muestras de afecto. Pero imagino que Valladolid no fue una ciudad fácil para ser joven en los años 40. "Imagino", repito, y espero no ofender a nadie por eso.

     Cuando escribí el artículo, yo estaba pensando en la ciudad provinciana de los años 40, en la que todo estaba prohibido y la alegría se consideraba una anomalía, o incluso cosas peores, casi una infracción moral. Una ciudad, por otra parte, muy parecida a como era Palma en aquellos años. O a Salamanca. O Barcelona. Da igual qué ciudad cite, porque todas eran más o menos iguales. De hecho, estaba pensando en la Palma de Miss Giacomini cuando escribí esa descripción de la ciudad que tanto ha indignado a los vallisoletanos. Y si me pregunté si había una ciudad más triste que Valladolid, lo hice porque tengo la impresión de que la cercanía del mar siempre mejora un poco las cosas. Por haber vivido de niño en una casa frente al mar, creo que el mar atenúa en cierta forma el rigor de la vida. Sin que sepamos por qué, nos ayuda a quitar el frío. Eso es lo que imagino, o siento, aunque ahora ya sé que no se puede imaginar ni sentir algo sin molestar a nadie.

     También decía en el artículo que Delibes se había quedado sin lectores. Y lo decía con tristeza, no con alegría, como han interpretado sus incondicionales, porque es evidente que Delibes no era un escritor citado como modelo por los escritores jóvenes. Delibes era conocido, sin duda, y respetado, pero vivía ese estatus de escritor que sobrevive en una época que ya no es la suya. Y eso también lo escribí con tristeza. Delibes tenía una grandeza moral que no cabe en la época de Gran Hermano. Su mundo era un mundo distinto del actual, un mundo en el que él había impuesto unas reglas que ya no sirven para la realidad actual. Él creía en la austeridad, en el amor conyugal, en la franqueza, en la familia. Y todas estas cosas ya no tienen sentido en nuestra época (y repito que lo digo con tristeza), porque su mundo ya había desaparecido. Faulkner trazó un mapa de su ficticio condado de Yoknapatawpha, del que se proclamaba con orgullo "único dueño y propietario". Y lo mismo podría haber hecho Miguel Delibes, sólo que era una persona demasiado modesta para considerarse "único dueño y propietario" de nada, ni siquiera de su extraordinario mundo de ficción. En una de sus últimas entrevistas, dijo que no sabía quién iba a morir cuando él muriera, si él mismo o Menchu Sotillo, la viuda de Cinco horas con Mario, o don Cayo, o Azarías, o cualquier otro de sus grandes personajes. No conozco una frase mejor para definir a un gran novelista. Y no creo que ningún otro novelista español de la segunda mitad del siglo XX pueda haber dicho esta frase con tanto derecho como él. El derecho, sí, del único dueño y propietario de esa obra y de esos personajes.

     "No admito disculpas", decía muy indignado un vallisoletano admirador de Delibes al final de su correo, en el que me acusaba de ser poco menos que un traidor a la patria. Me temo que muchos admiradores de Delibes lo han convertido en una especie de bien público comparable a un parque o una estación de tren, así que cualquiera que se permita una mínima matización sobre su estatus literario, o sobre la influencia que ejerce en los escritores más jóvenes, puede ser acusado de destrucción del patrimonio urbano y condenado a una severa pena de destierro. "No admito disculpas", decía aquel lector furioso. Muy bien, de acuerdo: no voy a dárselas.
                         DIARIO DE MALLORCA, 18 de marzo 2010


     Lo primero que podemos decir sobre estas opiniones es que las ampara la libertad de expresión, faltaría más, y que no dejan de reflejar cómo nos ven desde fuera algunas personas que posiblemente no acaban de desprenderse de sus prejuicios, a pesar de que en Valladolid comemos y bebemos, reímos y lloramos, amamos y morimos igual que ellos.

     Cuando se lamenta respecto a Delibes que "Su mundo era un mundo distinto del actual, un mundo en el que él había impuesto unas reglas que ya no sirven para la realidad actual", diremos que puede que tenga razón, pero qué le vamos a hacer, es ley de vida, tampoco existe el mundo cervantino ni el galdosiano y no por ello dejamos de seguir admirando la prosa que lo describe, todo un referente literario de primer orden para tiempos futuros al tratar sobre los vicios, las pasiones y las virtudes humanas, que, como sabe Jordá, son inalterables.

     Ahora bien, a uno, que conoce casi por igual las ciudades de Valladolid y Palma, no deja de sorprenderle una estimación tan subjetiva como falsa al referirse a la ciudad. ¿Tontadas con tinte nacionalista? Dice el señor Jordá: "¿Hay una ciudad más triste que Valladolid? Una lluviosa noche de otoño di un paseo por la ciudad, y me pregunté en cuál de aquellos sombríos balcones con mirador estaría la casa de Delibes. Si alguien ha crecido en una ciudad luminosa como Palma, las calles estrechas de Valladolid le producen una incómoda sensación de ahogo. Uno se imagina a las solteronas espiando tras los visillos, al señor cura yendo a comprar papel de liar cigarrillos y comida para el perro, al boticario leyendo novelas pornográficas en una habitación cerrada con llave, y al registrador de la propiedad apuntando desde su despacho, con su nueva escopeta de caza, a las mujeres enlutadas que salen de misa. Valladolid no es esa clase de sitio en el que uno desearía nacer". ¡Bonita pregunta, bonito cuadro costumbrista y bonita conclusión!

     Señor Jordá, ¿intenta ser convincente con el uso de la paradoja o es un simple recurso literario impregnado de cachondeo? Nos tiene que explicar como se puede apreciar sin tristeza en una "una lluviosa noche de otoño" cualquier ciudad de Europa, incluida la luminosa Palma de Mallorca. Pero es más, dice que encontró balcones sombríos buscando la casa de Delibes. ¿Seguro que estaba en Valladolid? Delibes vivía en un moderno edificio de la calle 2 de Mayo, una calle amplia en la que abundan los edificios oficiales (Sindicatos, Hacienda, etc.), ostentosas casas burguesas decimonónicas y nuevas construcciones (ver fotografía adjunta). ¿Por dónde buscaba la casa de Delibes aquella lluviosa noche de otoño? Le sugiero que en una próxima ocasión, en tales circunstancias otoñales, acuda a un mesón para degustar lechazo castellano, pan candeal y vino de la Ribera del Duero y ponga a prueba su nostalgia por la sobrasada, el tumbet y las ensaimadas. 

     De todos modos, parece que al señor Jordá le producen ahogo las calles estrechas, pero sólo en algunas ciudades. Que yo sepa, es dificilísimo encontrar en Valladolid esas calles estrechas a las que se refiere, pues soy incapaz de enumerar más de tres que así puedan considerarse, ¡ojalá hubiéramos conservado toda la ciudad medieval, incluído el barrio judío! Si la estrechez del trazado urbano sirviera para justificar la "imaginación" del entorno sociológico de una ciudad, ¿qué deberiamos imaginar los foráneos de las realmente estrechas calles que conforman los barrios que circundan la catedral y la Lonja de Palma, la ciudad luminosa?, barrios completamente degradados que, por otra parte, si fueran rehabilitados serían uno de los mayores atractivos de la capital mallorquina. ¿El señor Jordá no siente un incómodo ahogo en esas calles de su ciudad? Es posible que la vista del mar, aparte de quitar la sensación de frío, como afirma, también trastoque el sentido de la percepción y degenere en un ahogo selectivo. Cuídese, pues parece presentar síntomas de un mal conocido como "mala baba".


    Puestos a tener impresiones, ¿hemos de imaginar que detrás de cada ventana de la céntrica calle de Sindicatos y adyacentes hay una puta de las que merodean por la calle al anochecer, un tema tan manoseado en la época de Gran Hermano? ¿Nos permite tener la impresión de que las familias que en la isla levantan suntuosas mansiones que no respetan las leyes urbanísticas podamos relacionarlas con los adinerados protagonistas de Los santos inocentes y sustituir a Paco y Azarías por matrimonios dominicanos o filipinos? Jordá afirma que cuando leyó Las ratas la novela era para él incomprensible. Pues bien, que se acerque al dispensario social situado en la calle Patronato Obrero, junto a la calle Nuredduna de su ciudad, que relea la novela y saque conclusiones. Esos estereotipados personajes sociales condicionados por la hambruna no han desaparecido como las solteronas y boticarios de Delibes, están vivitos y coleando, empujados por el hambre a recorrer a diario los contenedores de basuras, sin metáforas. No obstante, bueno será no confundir los personajes reales con los de ficción.

     Respecto a la afirmación subjetiva "Valladolid no es esa clase de sitio en el que uno desearía nacer", aún prescindiendo de su contenido xenófobo, este juicio es incomprensible en una persona que debe conocer muy bien lo que es el síndrome isleño de aislamiento, aquel que se traduce en depresiones diagnosticadas y que posiblemente fue la causa que le llevó a residir paulatinamente en Burundi, Malasia, Irlanda y Sevilla, aunque seguramente esté orgulloso de haber nacido en su isla, pues como todo el mundo sabe Mallorca es el lugar ideal para haber nacido. Dice un viejo axioma castellano que "no se ama lo que no se conoce" y siento decir que el escritor conocerá la obra de Delibes, pero no conoce realmente la ciudad de Valladolid; espero que lo haga algún día porque, como él presiente, no son solteronas cotillas, curas fumadores, mujeres enlutadas, boticarios lascivos y registradores con escopeta los que participan del fragor vital que fertiliza la ciudad situada en medio de la meseta y rodeada por extensos trigales como mares que quitan la sensación de hambre, sino muchas personas con el mismo espíritu de Miguel Delibes, que renunció a dirigir el diario El País en Madrid por no abandonar su triste Valladolid.

     Y que sepa el señor Jordá que por el hecho de que su paisano Ramon LLull intentara explicar la existencia de la Santísima Trinidad a través de un artilugio por él inventado, aquí no consideramos iluminados a todos los palmesanos; por el contrario, admiramos profundamente al pintor mallorquín Miquel Barceló por esa sencillez y talante que comparte con la personalidad de Delibes, virtudes que por lo que se ve suelen adornar a los genios creativos. Cada cosa en su sitio. Escriba más novelas y artículos periodísticos señor Jordá, aunque molesten a algunos, pues va progresando en su oficio, pero sin falsear la realidad ni mostrar resentimientos propios de un acomplejado. Siga aprendiendo de Delibes, que por usar la palabra certera nunca tuvo que hacer rectificaciones explicando lo que había querido decir y no se meta en berenjenales con esa absurda altivez que retrata a algunos escritores de medio pelo instalados en esta sociedad del bienestar. Y perdone, pero es que los patinazos siempre dan mucha risa.

P.D.: A pesar de todo, quien esto escribe no se adhiere a la horda que aprovechando el río revuelto de Facebook está intentando desprestigiar a Eduardo Jordá, sembrando un odio irracional contra el escritor. Costó mucha sangre en España el poder disfrutar de la libertad de expresión y esta debe prevalecer por encima de cualquier opinión.

Informe: J. M. Travieso.
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