18 de febrero de 2011

Historias de Valladolid: LA VIRGENCILLA, Stabat Mater dolorosa iuxta crucem lacrimosa...



     La imagen de la Virgencilla recibe culto en una pequeña capilla urbana localizada cerca de la confluencia de la avenida de Ramón y Cajal con la calle Paraíso, dentro de una hornacina acristalada y empotrada en la tapia que delimita el patio que encierra las instalaciones deportivas del colegio de la Enseñanza (ilustración 1). A pesar de que en la actualidad pueda llegar a parecer insignificante y pasar desapercibida, esta pequeña capilla abierta a la calle, y especialmente la imagen que en ella se conserva, tuvo una gran resonancia en las prácticas devocionales de la ciudad, siendo frecuente al día de hoy que algunos parroquianos de las iglesias de la Magdalena y San Martín se paren ante ella para musitar alguna oración, casi siempre una petición de salud, campo en que la imagen ha tenido un especial predicamento.

     La presencia de esta pequeña capilla tiene un doble valor testimonial. Por un lado, porque se trata de una de las escasas capillitas conservadas que, colocadas en la vía pública, fueron frecuentes, al igual que en otras poblaciones, en el Valladolid medieval, normalmente en las inmediaciones de las puertas de la muralla, teniéndose constancia de que incluso la Virgen de San Lorenzo, patrona de Valladolid, ocupó por un tiempo una de estas capillas junto a la Puerta de los Aguadores, lugar donde este gremio bajaba a por agua al Pisuerga para distribuirla por la ciudad, siendo venerada como Virgen de los Aguadores hasta que en el siglo XII fue trasladada a la cercana ermita de San Lorenzo y posteriormente a la iglesia levantada en 1485 por el regidor y merino don Pedro Niño sobre los terrenos de aquella, tomando la nueva advocación.

     Por otro, porque las donaciones debidas al fervor que desde antaño despertó la Virgencilla, siempre rodeada de una fama milagrera, alentó el que, con el transcurrir del tiempo, se abrieran tres nuevas capillitas de similares características junto a las fachadas de las iglesias de las Angustias y San Martín y en la torre de San Lorenzo, la primera albergando una copia reducida de la Virgen de las Angustias, obra cumbre de Juan de Juni realizada hacia 1561, la segunda una versión de la Piedad que hiciera Gregorio Fernández en 1627 para el convento de San Francisco, donde permaneció hasta la Desamortización de 1836, momento en que fue trasladada a la iglesia de San Martín (ilustración 3) y la tercera con la patrona de Valladolid recreando aquella de la Puerta de los Aguadores. Si estas últimas siempre han gozado de asiduos fieles devotos por amparar algunas de las imágenes marianas más célebres de la ciudad, nunca pudieron competir con la devoción y el historial de prodigios obrados por la Virgencilla, convertida desde su colocación en un punto de referencia de la vida cotidiana, y tiempo después en motivo de expresión de fervor como consecuencia de los temores propios de la sociedad sacralizada que dominó Valladolid desde el siglo XVI.

     Pero ni la capilla de la Virgencilla ocupó siempre el mismo lugar, ni el entorno en que se halla tuvo el mismo aspecto. Hemos de remontarnos en el tiempo para imaginar, tal como describe Juan Agapito y Revilla en Las Calles de Valladolid, la actual calle del Paraíso recorrida hasta 1862 por el cauce del ramal interior del Esgueva, ocupando un tramo comprendido entre el puente de La Virgencilla y el puente de la Cencelada o de Las Parras, con una calzada en cada margen, el derecho ocupado por casas y el izquierdo por las tapias de los huertos y patios traseros de las casas de la calle Francos (actual Juan Mambrilla), recibiendo en 1863, una vez rellenado el cauce y tras quedar los puentes citados enterrados, el título de calle del Paraíso precisamente por un árbol de esta especie que crecía en uno de aquellos fértiles huertos próximos al río.

     En efecto, uno de aquellos puentes sobre el Esgueva ya tomaba su nombre del asentamiento de la capilla pública de la Virgencilla frente al Prado de la Magdalena, una pequeña imagen que desde la Edad Media fue patrona del gremio de cortadores (carniceros) y de la que Agapito y Revilla apunta la posibilidad que fuera trasladada desde la plazuela de Cantarranillas, ya que en algunos documentos aquella aparece citada como plaza de la Virgencilla.

     La imagen actual es una discreta talla en madera policromada que representa a una Dolorosa sentada sobre un peñasco al pie de la cruz y sujetando un puñal en el pecho como símbolo de dolor, una iconografía que sigue el modelo creado por Juan de Juni en la Virgen de las Angustias (ilustración 2). Una de tantas imágenes elaboradas en el siglo XVI en la ciudad siguiendo el ilustre icono juniano, en este caso a petición de la cofradía de la Virgen de los Dolores y Patrocinio y de las Benditas Ánimas del Purgatorio, que como la congregación del Cristo de las Batallas, patrón del gremio de labradores y artesanos, estaba vinculada a la cofradía Sacramental que tenía su sede canónica en la iglesia de la Magdalena.

     Originariamente la capilla se abría en los muros de una casa que la cofradía Sacramental tenía en la calle Francos (actual Juan Mambrilla), vecina a la casona renacentista, levantada a mediados del XVI, perteneciente a don Antonio de Mudarra, deán de la catedral de Palencia, capellán de S. M. y consejero del Santo Oficio, cuyas dependencias fueron adquiridas en 1707 por don Francisco Manuel de Cifuentes, alcalde de hijosdalgo de la Chancillería, y en 1888 por la comunidad de la Visitación, que lo reconvirtió en 1907 en el convento de las Salesas (ilustración 4). La ampliación de este convento por el arquitecto Teodosio Torres fue la causa de que esta comunidad pasara a ser la nueva propietaria de la casa de la Sacramental, lo que indujo a cambiar el emplazamiento de la capilla de la Virgencilla, que pasó a ocupar su lugar actual, en lo que fuera la tapia de las huertas que circundaban el Colegio de la Compañía de María, más conocido como "La Enseñanza", siendo desde entonces las monjas de este centro las ocupadas en las tareas de mantenimiento de la capilla pública.

     En 1883 el entorno de la capilla de la Virgencilla cambiaría radicalmente al construirse justamente enfrente el Hospital Provincial, con el edificio anexo de la Facultad de Medicina, complejo de enormes dimensiones levantado por Teodosio Torres a petición del Ministerio de Fomento y la Diputación Provincial de Valladolid. Desde entonces el referente devocional de la Virgencilla vería incrementado el número de visitantes devotos debido principalmente a tres motivos.

     El primero de ellos por consolidarse la creencia en la generosidad de la Virgencilla respecto a la concesión de favores, lo que hacía que fuera muy concurrida en época de exámenes por los estudiantes de la Facultad de Medicina, que desfilaban ante ella para pedir una pequeña ayuda en el trance.

     En segundo lugar, por el carácter público de la capilla, que estaba disponible a cualquier hora del día, lo que favoreció el que se asentara la tradición, por parte de los familiares de los enfermos ingresados, de acudir rutinariamente ante la imagen para suplicar por la salud al entrar o salir del hospital, extendiéndose con fuerza esta devoción entre los propios enfermos y los habitantes de los barrios de la Magdalena y San Martín, que convirtieron a la imagen de la Virgencilla en una auténtica abogada de la salud, con poderes absolutos sobre la vida y la muerte, dándose casos como el producido en el verano de 1923, cuando al ser retirada provisionalmente la imagen de la hornacina para realizar unos arreglos en la tapia, fue reclamada por una mujer que llegaba puntualmente todos los años desde Asturias para agradecer el restablecimiento de su esposo cuando estuvo ingresado con una grave enfermedad en el hospital. Esta costumbre de acudir a pedir ayuda a la pequeña Dolorosa se ha mantenido cuando el viejo hospital fue sustituido por el Hospital Clínico Universitario, posiblemente por creer encontrar los devotos una mayor comprensión en una imagen que comparte el sufrimiento por el dolor.

     Y aún a la Virgencilla sus fieles le encomendaron más trabajos, pues a ella también acudían los ciudadanos en ocasiones en que se producían inundaciones en el Esgueva y el entorno de su antiguo cauce quedaba anegado, siendo el caso más recordado el producido el 28 de marzo de 1924, según quedó registrado en El Norte de Castilla, cuando, tras diez días de lluvias incesantes, el Esgueva se desbordó por dos puntos de los antiguos ramales, originando una dramática inundación en el centro de la ciudad, de proporciones catastróficas, que afectó a buena parte del Prado de la Magdalena y a los barrios de San Pedro, San Juan, San Andrés, Santa Clara, Vadillos, Pajarillos y alrededores de la iglesia de la Antigua (ilustración 6), quedando arrasadas numerosas casas, huertas y la vía férrea, dejando sin vivienda a más de mil familias vallisoletanas. Desde entonces las propias monjas de la Enseñanza incrementaron sus atenciones a la imagen de la Virgencilla en el deseo de conseguir su protección ante aquel tipo de situaciones, siendo evidente incluso en la actualidad el esmerado cuidado que recibe en su pequeña capilla.

     Hoy día estas creencias y costumbres pueden parecer pintorescas y considerar la presencia de la capilla de la Virgencilla como una simple curiosidad del pasado. Pero en tiempos de crisis todos los recursos son pocos y no hay más que acercarse hasta la hornacina, como hizo quien esto escribe con la intención de hacer unas fotografías, para comprobar que aún tiene muchas devociones la vallisoletana Virgencilla y que son numerosos los ciudadanos que se paran ante ella para orar y dejar en el cepillo una muestra de su agradecimiento (ilustración 5).

Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Registro Propiedad Intelectual - Código: 1104108943807


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1 comentario:

  1. Me gusto mucho esta pagina y volver mas despacio y poder leer las cosas tan interesantes que tiene.

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