25 de julio de 2011

Un museo interesante: MUSEO DE LAS FERIAS, Medina del Campo (Valladolid)


FUNDACIÓN MUSEO DE LAS FERIAS
Calle San Martín 26, Medina del Campo

En el Libro de las grandezas y cosas memorables de España, publicado en 1548, Pedro de Medina daba testimonio de las dos ferias anuales, en mayo y octubre, que se celebraban en Medina del Campo situándolas entre las principales de España, con gentes llegadas desde distintos lugares del país y del extranjero, resaltando las ricas tiendas y la multitud de mercaderías, entre ellas sedas, lienzos y paños, así como las grandes sumas de dinero que allí se movían dada su resonancia internacional.

A partir de la consideración de la celebración de las ferias históricas desde los siglos XV y XVI como el hecho más destacado de la historia de la ciudad y la dedicación al comercio como auténtico motor de sus actividades económicas, sociales y culturales, surgió la idea de la creación de un museo con las ferias como motivo temático, dado que esta actividad trasciende el carácter propio de un museo local o restringido a la historia de la ciudad.

Aunque la primera iniciativa de la creación museística data de 1887, por sugerencia del semanario El Medinense, habría que esperar a los años 60 del siglo XX para que se plantease que este girase en torno a la figura de Isabel la Católica, fallecida en esta villa, aunque el proyecto quedó dormido hasta que en 1991 se planteó como una muestra de la historia de Medina del Campo. 

El éxito de la exposición "Raíces y Efemérides", celebrada en 1992, puso de manifiesto la necesidad de una exposición museográfica permanente, implicándose cinco años después el Ayuntamiento en la búsqueda de la futura sede, que finalmente recayó en la antigua iglesia de San Martín y el palacio contiguo del Mayorazgo de Quintanilla, por entonces en ruinas y de propiedad privada. El proyecto fue aprobado en 1998 y ratificado tras el éxito de la exposición "Mercaderes y cambistas" celebrada ese año en aquel espacio.


La idea era presentar parte del patrimonio cultural -arqueológico, histórico artístico, documental y etnográfico-, por entonces disperso y prácticamente desconocido, datado entre los siglos XV y XVII y formado por obras cedidas por el Ayuntamiento, la Fundación Simón Ruiz, las cuatro iglesias parroquiales, los cinco conventos de clausura y otras instituciones culturales castellanoleonesas, garantizando con ello el rescate de su secular abandono. Todo ello articulado sobre las tradicionales celebraciones feriales y comerciales.

Una vez acondicionada la iglesia de San Martín como espacio para la presentación de la colección permanente y reconvertido el palacio del Mayorazgo de Quintanilla para la ubicación de servicios, entre ellos un salón de actos, biblioteca, archivos (incluido el Municipal de Medina del Campo), almacenes, tienda y cafetería, acompañándose de medios audiovisuales de última tecnología, el Museo de las Ferias fue inaugurado el 5 de abril del año 2000.

En el mismo año 2000 se planteó la necesidad de crear una Fundación de carácter cultural con el fin de dotar a la institución de autonomía funcional y administrativa, firmándose un convenio entre el Ayuntamiento y D. Antonio Sánchez del Barrio, de modo que la Fundación Museo de las Ferias y su Patronato se llegó a constituir oficialmente el 5 de marzo de 2001, fijándose como objetivo primordial el estudio, conservación y difusión de todas aquellas manifestaciones históricas, artísticas, antropológicas, documentales y culturales en general relacionadas con el mundo del comercio, las ferias y los mercados, con atención expresa al patrimonio cultural de Medina del Campo, siempre con el apoyo de la Diputación, la Universidad de Valladolid y la Junta de Castilla y León.

El museo ofrece, agrupadas en distintos capítulos, una importante colección de pinturas, esculturas, piezas numismáticas, platería, libros impresos, documentos relevantes, etc.

La historia de las ferias y el escenario urbano
Ofrece un conjunto de yeserías y aliceres procedentes del Palacio Real, residencia que fue engrandecida tanto por Fernando de Antequera como por los Reyes Católicos, y varios documentos que aluden a los principales edificios e instituciones medinenses.

Se tiene a Don Fernando de Antequera como el fundador de las Ferias de Medina del Campo en torno a la primera década del siglo XV; en principio, tienen carácter señorial, lo mismo que las establecidas en Cuéllar, Medina de Rioseco o Villalón. De 1421, datan las primeras Ordenanzas de aposentamiento de feriantes, dictadas por Dª Leonor, esposa de Don Fernando y, por entonces, Señora de Medina. Gracias a ellas se sabe donde se instalaban cada uno de los feriantes con sus mercancías en las calles del centro comercial, siempre bajo soportales, durante el siglo XV.

En 1491 los Reyes Católicos le otorgan el rango de Ferias Generales del Reino, dada su localización en una encrucijada de caminos. Hasta aquí llegan comerciantes burgaleses, sevillanos y catalanes, pero también agentes de Amberes, Lyon, Génova, Florencia o Lisboa, pudiendo encontrar en aquel mercado todo tipo de productos, incluidos los artísticos y los más suntuosos, con la peculiaridad de ser el escenario, donde ejercen su actividad mercaderes, cambistas y banqueros, donde comienzan a utilizarse las primeras letras de cambio. El traslado de la corte a Madrid en 1606 fue el origen de la decadencia de aquellas míticas ferias.

El mercado de la lana y el comercio textil
Primero el mercado de la lana y luego el comercio de paños, tapices, sedas, encajes y bordados hacen de Medina del Campo el centro castellano más importante de contratación textil. La importancia de su mercado lanero surge de su condición de punto natural de reunión de mercaderes itinerantes procedentes de la Meseta norte que comercian con la lana en bruto. Respecto al comercio de productos manufacturados, especialmente paños, sedas y lienzos, cabe apuntar que llegan a alcanzar durante un largo período de tiempo la mayor parte de las transacciones feriales. La mitad de ellas se realizan con ciudades castellanas, casi un cuarto con el norte de Europa, Flandes, Francia e Inglaterra y, el cuarto restante, por este orden, con Toledo, Granada, Portugal, Aragón y el Nuevo Mundo.

Como muestra de lo dicho, se exponen en el Museo, entre otras piezas, un extraordinario tapiz con escenas bíblicas procedente de los talleres de Bruselas, compuesto en la segunda mitad del siglo XVI, un conjunto representativo de encajes de esta época de procedencia castellana, flamenca, italiana, etc.; dos piezas del extraordinario "terno rico" de la Colegiata de San Antolín, con bordados en oro, sedas y terciopelo, o el Pendón Real de Castilla, elaborado en damasco carmesí, utilizado por la villa en las proclamaciones de nuevos reyes.

El comercio del arte
El activo comercio de tablas pintadas, esculturas, relieves y obras de arte en general a lo largo del siglo XVI, queda de manifiesto en las numerosas piezas de importación que aún se conservan en muchas ciudades y villas castellanas. A través de los puertos del Cantábrico llegan, procedentes de Flandes y los Países Bajos, grandes cargamentos de objetos suntuarios, cuyo comercio tiene en las ferias de Medina del Campo uno de los más importantes focos de compraventa y distribución de la península.

El encargo o adquisición por parte de miembros de la nobleza, jerarquías de la iglesia o grandes personajes del mundo de las finanzas, que embellecen sus estancias con piezas de arte innovadoras, convive con el deseo de las clases medias -hombres de negocios, funcionarios, clérigos o letrados- y las comunidades religiosas que quieren poseer obras artísticas, especialmente de tema religioso, para su culto particular; en este caso, el gusto refinado deja paso a la obra en serie de carácter devocional, producida en los talleres locales, generalmente de inferior calidad y menor coste.

Bajo la gran armadura mudéjar que cubre la capilla mayor de la antigua iglesia de San Martín pueden contemplarse extraordinarias obras artísticas ligadas todas ellas a las antiguas grandes ferias: relieves importados de la región de Brabante, tablas pintadas procedentes de Amberes, Brujas o Bruselas, etc. y, con ellas, pinturas hispano-flamencas realizadas en talleres castellanos, representativas del arte local. Cabe destacar, dos obras maestras que presiden este espacio: un relieve de la Piedad, de Juan de Juni, perteneciente al conjunto que encargara hacia 1575 el acaudalado cambista Francisco de Dueñas, y, anterior en más de un siglo, la impresionante escultura orante en alabastro -la primera en su género- del obispo Lope de Barrientos, gran benefactor de su villa natal y figura clave durante el reinado de Juan II.

Igualmente están presentes los trabajos de platería y joyería, actividad en la que, durante la segunda mitad del siglo XVI, Medina del Campo fue uno de los principales focos castellanos, con cerca de un centenar de orfebres instalados en la acera de la Joyería de la Plaza Mayor y su inmediata calle de la Plata. Muestra de ello es la colección de cruces procesionales, custodias, cálices, navetas, etc., así como piezas civiles tales como saleros, esencieros, platos, jarros, etc.

La imprenta y el comercio del libro
Durante el siglo XVI, el comercio del libro en la Corona de Castilla se desarrolló fundamentalmente en dos grandes centros: Salamanca y Medina del Campo. En ellos se llevan a cabo dos actividades complementarias: la producción y la distribución de impresos. Medina del Campo fue el gran centro comercial donde estaban instalados los más importantes mercaderes de libros y donde se hallaban los mayores depósitos de papel. Gracias a esta red de libreros y su poderosa infraestructura, la villa se convierte en el más destacado centro de importación de obras impresas procedentes del extranjero que llegan en resmas y sin encuadernar.

Este comercio conocería tres importantes momentos: un primer período entre finales del siglo XV y 1540, con la intervención de libreros de paso “andantes en ferias"; una etapa de gran florecimiento entre los años 1540 y 1590, período en el que libreros procedentes de Salamanca, Sevilla, Amberes, Lyon, Venecia, Roma, Colonia o Génova, se instalan ya de forma permanente en el foco ferial; y una etapa de decadencia que llegará en la última década del siglo XVI, momento de la desaparición casi absoluta de esta actividad en la villa.

En el Museo se exponen originales del siglo XVI, representativos de los libros impresos en las tipografías medinenses, así como en las imprentas de los grandes centros europeos de Amberes, Lyon, Colonia, Venecia, etc. También se muestran encuadernaciones platerescas y una serie de grabados y estampas realizados a caballo entre el siglo XVI y XVII por artistas tan reconocidos como Antonio Tempesta, Johannes Wierix, Joan Stradanus, Otto van Veen, Adrian Collaert o Philipp Galle que permiten hacer referencia al activo comercio de estampas que tuvo lugar en las Ferias de Medina del Campo.

La "diversidad de oficios y mercaderías"
Con esta frase de una cita clásica sobre las ferias de Medina del Campo se quiere recordar la enorme variedad de mercancías y oficios relacionados con la actividad ferial. Los censos de 1561 y 1597 muestran una gran diversidad de profesiones entre las que predomina el sector de las industrias artesanales -textil, del cuero, madera, metales, construcción, etc.- y las actividades que actualmente llamaríamos de servicios -transportes, funcionarios, profesiones liberales, etc.-, quedando en un segundo plano las actividades agrarias. En este capítulo del Museo se exponen obras de diversa naturaleza que ponen de manifiesto la importancia del comercio de ultramar -piezas orientales de marfil y arte nambán- junto con las de procedencia local como azulejos o tarros de farmacia; de artífices itinerantes como las campanas y otras de origen flamenco y centroeuropeo como arquetas relicario, las famosas campanillas de Malinas o los platos rituales del tipo "dinanderies".


Los cambios y el mercado del dinero
Los cambios y el mercado financiero de préstamos con interés son las actividades económicas que tienen un mayor desarrollo en las ferias de Medina del Campo y las que realmente otorgan a la villa una proyección internacional. La oficina de los cambistas era muy sencilla: un banco de respaldar y un largo tablón como mesa de operaciones donde se disponía a la vista de todos un peso de guindaleta con pesos justos y contrastados. La contabilidad se registraba en el libro de caja y el libro manual; se llevaba por "debe y "haber" y, en relación separada por nombres y vecindad, se anotaban las cuentas de dinero y la clase de moneda. 

La banca y los cambistas tenían su espacio de operaciones circundado por cadenas engarzadas a gruesos "rollos" o pilares de granito, con el fin de evitar atropellos originados por el tránsito de carros y caballerías.

La letra de cambio es la forma más generalizada de préstamo durante el siglo XV. Aunque pueden buscarse antecedentes muy remotos, este instrumento mercantil durante el siglo XV generaliza su uso y es en las Ferias de Medina del Campo donde adquieren un gran desarrollo y su forma de funcionamiento definitiva. Gracias o los extraordinarios fondos del Archivo Simón Ruiz -conserva cerca de 30.000 letras de cambio circuladas entre los años 1553 y 1606- podemos contemplar en el Museo originales en continua renovación al igual que de poderes, asientos con la Corona y otros documentos mercantiles del siglo XVI, de gran valor histórico.

Otro tanto ocurre con los instrumentos de pesos y medidas, instrumentos fundamentales del comercio e intercambio de productos como sistema fiable. La disparidad en los modos de medir y pesar, y la variedad de patrones y fracciones fue una preocupación constante, que se intentó regular a través de numerosas disposiciones oficiales, especialmente desde tiempos del Rey Sabio. Los "fieles" y el "almotacén" eran los oficiales del concejo encargados de supervisar las pesas y medidas, así como la vigilancia de los precios oficiales en el mercado local. En Medina del Campo, el Peso público se crea durante el reinado de los Reyes Católicos, obligando a los mercaderes y cambiadores a mostrar a la vista del público sus pesos en hierro, bronce o latón. Por su parte, también en este tiempo se establece el contraste para verificar la calidad de los metales nobles, conforme a los términos de la pragmática de Granada de 1499.

HORARIO DE VISITAS:
De martes a sábado: de 10 a 13,30 y de 16 a 19 h.
Domingos y festivos y días 24 y 31 de diciembre: de 11 a 14 h.
Lunes: cerrado
El museo cierra los días 1 y 6 de enero, 23 de abril, 2 de septiembre, 6 y 25 de diciembre.

TARIFAS:
Entrada general: 2 €
Entrada reducida: 1 € / Para grupos de más de 25 personas; mayores de 65 años; miembros de Asociaciones de Amigos de Museos; titulares de la Tarjeta de Patrimonio Histórico de Castilla y León y titulares del Carnet Joven.
Entrada gratuita: Desempleados con acreditación; menores de 10 años acompañados; Amigos del Museo de las Ferias y miembros de Asociaciones Profesionales de Museos.

Las visitas guiadas de grupos deben concertarse previamente.

Más información: http://www.museoferias.net/

Contacto: fundacion@museoferias.net y tel. 983 83 75 27

El importe de las entradas al Museo de las Ferias se dona a la Fundación Simón Ruiz para colaborar con sus programas de integración social de personas con discapacidad.

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