16 de enero de 2012

Un museo interesante: MUSEO DE BURGOS, Burgos


MUSEO DE BURGOS
Calle Miranda 13, Burgos

     El Museo de Burgos, que exclusivamente exhibe piezas de procedencia burgalesa, está instalado en el Palacio de los Miranda, muy próximo al moderno Museo de la Evolución Humana, en la margen izquierda del Arlanzón. Sus colecciones artísticas proceden en gran parte de iglesias y monasterios desamortizados en 1835 en la provincia, fondos que tras recorrer distintas sedes fueron definitivamente ubicados en 1955 en la Casa de los Miranda, junto a un notable conjunto de piezas arqueológicas halladas desde 1930 en yacimientos provinciales, razón por la que en un principio fue denominado Museo Arqueológico Provincial.

     La Casa de los Miranda es un excelente marco para la presentación de la colección permanente, pues se trata de un elegante palacio renacentista levantado en 1545 por el canónigo y protonotario D. Francisco de Miranda y Salón, cuyo elemento más destacado es el patio de dos pisos en torno al que se distribuían las dependencias, que cuenta con dieciocho columnas rematadas por capiteles y zapatas, antepechos decorados con amorcillos y motivos heráldicos, frisos con relieves y gárgolas fantásticas.
     Desde 1979 este espacio fue ampliado al incorporar el museo los edificios colindantes de la Casa de Íñigo Angulo, también del siglo XVI, y la Casa de los Melgosa.

     El museo muestra una importante colección de objetos de todo tipo que abarcan desde la Prehistoria hasta el siglo XX, por lo que se distribuyen siguiendo una serie de apartados temáticos de acuerdo a una secuencia cronológica respecto a culturas y estilos.

PREHISTORIA

     En esta sección los tres grandes periodos del Paleolítico (Inferior, Medio y Superior) están representados por útiles hallados en las proximidades del Arlanza y Arlanzón, con una importante colección de triedros, cuchillos y bifaces. Otros fueron hallados en cuevas, mostrando los distintos modos de tallar la piedra.
     Un apartado especial está dedicado al yacimiento arqueológico de la Sierra de Atapuerca, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000, con restos que abarcan desde el Paleolítico Inferior a la Alta Edad Media, incluyendo una colección de réplicas de los importantes hallazgos que actualmente se conservan en el Museo de la Evolución Humana. Igualmente se muestran distintas piezas procedentes de la cueva-yacimiento de Ojo Guareña.

     De la Cultura Megalítica el Museo ofrece ajuares funerarios hallados en distintos dólmenes, con objetos de hueso, cerámica, cuchillos, cuentas de collar, brazaletes y puntas de flecha.

     Igualmente está bien representada la Edad del Bronce en que se produce la denominada Cultura de las Cuevas, fenómeno caracterizado por la escasa evolución del utillaje y la poca permeabilidad a las influencias externas. Los testimonios materiales más abundantes son cerámicas de formas globulares y, en general, de superficies lisas.
     De los asentamientos en zonas abiertas se exponen restos de los denominados “hoyos de ceniza”, depósitos de diversos tipos y tamaños excavados en el suelo que se rellenan con ceniza y materiales muy diversos, de los que proceden cerámicas, restos de fauna, útiles líticos y metálicos, etc.

     La metalurgia del bronce está representada en el Museo de Burgos por un buen conjunto de piezas, como dos puñales de lengüeta y la espada plana aparecida en Santa Olalla de Bureba, para la que se propone una cronología que se aproxima al 1.500 a.C.
     Pero el momento de mayor expansión se alcanza en el Bronce Final (1.250-750 a.C.), con hallazgos de hachas, lanzas tubulares, puñales, brazaletes y navajas de afeitar. En cuanto a la orfebrería de esta época, cuenta con el remate de un collar macizo o torques de oro procedente de Castrojeriz.

     Los materiales de la Edad del Hierro proceden de los castros en cuyas necrópolis se depositaban urnas funerarias con los huesos calcinados y el ajuar, cubriéndose todo el conjunto con un amontonamiento de tierra y piedras. Destacan los vasos de cerámica elaborados a mano con pastas oscuras, con decoración realizada con los dedos. Otras piezas de los ajuares son diversos objetos metálicos, como cuchillos, placas de cinturón, umbos de escudo, fíbulas, etc.

     De la Segunda Edad del Hierro (siglos IV-I a.C.) y sus castros se ofrece el rico ajuar metálico de armas de hierro y adornos personales de bronce de la necrópolis de Miraveche y las placas o broches de cinturón, cinturones para puñales o las grandes placas rectangulares con decoraciones geométricas y botones de la necrópolis de Villanueva de Teba. Otras piezas características son las fíbulas “de cazoleta” y las “anulares hispánicas”, que suelen presentar bellas decoraciones.

EDAD ANTIGUA

     La Celtiberización supone la renovación cultural producida desde la segunda mitad del siglo IV a.C. Las principales características que definen a este fenómeno son la fabricación de cerámica a torno con decoración geométrica pintada, el uso generalizado de instrumental de hierro, la sustitución de los molinos barquiformes o de vaivén por los circulares, la circulación de moneda y el desarrollo de la orfebrería. De este periodo se muestra cerámica a torno pintada con motivos geométricos, destacando las jarras con pintura de estilo numantino procedentes de la necrópolis de El Pradillo, en Pinilla Trasmonte, especialmente una que aparece decorada con prótomos de caballos y que podría fecharse entre los siglos II y I a.C.

     El desarrollo de la orfebrería es un fenómeno relativamente tardío en el mundo celtibérico. En el Museo de Burgos se muestran importantes piezas de orfebrería celtibérica procedentes de distintos yacimientos de la provincia. Los objetos más característicos son los collares rígidos o torques, destacando los conjuntos de Jaramillo Quemado, con dos torques de oro, y del Monasterio de Rodilla con un conjunto excepcional de orfebrería celtibérica elaborados con alambres de plata trenzados.

     En el Museo de Burgos se puede contemplar una interesante tésera de hospitalidad celtibérica procedente de Belorado, con forma de pez y una inscripción en escritura ibérica y lengua celtibérica.

     La Romanización afectó a todo el territorio de la provincia de Burgos, constatándose principalmente en la aparición de nuevos productos materiales, nueva ubicación de los poblados y desarrollo de las vías de comunicación. Surgen los grandes centros administrativos y comerciales, como Clunia, y en el espacio rural, las villae, que representan una nueva manera de explotación de la tierra.

     El emperador Tiberio (14-37 d.C.) fundó Clunia en el Alto de Castro, muy cerca de un asentamiento arévaco, llegando a ser la capital de uno de los siete conventos jurídicos en los que se dividía la administración de la provincia Citerior. De Clunia se expone una amplia selección tanto de cerámica de influencia indígena como de terra sigillata, la típica cerámica romana. Entre las piezas escultóricas hay que destacar tres estelas funerarias. En dos de ellas aparece el motivo indígena del “jinete lancero”. Una es discoidal, con relieve muy plano y posiblemente anterior al siglo I a.C.; la otra es la estela de Segio Lougesterico, también con figura de jinete, pero ya con forma prismática y caracteres latinos. La tercera pieza de este magnífico conjunto de estelas clunienses es el gran cipo funerario dedicado a L. Valerio Marciano, que está decorado con rosáceas y un delfín con tridente.

     La escultura de bulto redondo de Clunia está representada por la escultura de la diosa Isis, del siglo II, magníficamente conservada; el posible retrato en mármol blanco de Julia Augusta, hija del emperador Tito, en el que llama poderosamente la atención la meticulosidad del peinado que esta joven dama puso de moda; los torsos de Dionisios, Venus y Fauno; una figura femenina tumbada que recuerda la clásica postura de las representaciones de Ariadna dormida y en la que destacan los finos y elegantes pliegues del vestido que envuelve el cuerpo y los fragmentos de un friso pertenecientes a dos monumentos de carácter honorífico, uno compuesto por dos fragmentos decorados con roleos, cráteras y genios alados, y otro formado por tres fragmentos decorados con los elementos militares característicos de los trofeos triunfales imperiales: armas, escudos, corazas, etc. Ambos conjuntos se pueden fechar hacia finales del siglo I.

     En el Museo de Burgos se muestran también materiales procedentes de otros yacimientos romanos de la provincia, como el balsamario de bronce que reproduce el busto de un efebo, estelas funerarias cuyas cabeceras aparecen decoradas con motivos geométricos y vegetales y escenas figuradas alusivas al banquete funerario, la caza, la guerra, los oficios, etc., así como un buen conjunto de aras votivas dedicadas a diferentes divinidades y otros objetos, como una pequeña escultura del dios Mercurio de la primera mitad del siglo II hallada en Ubierna.

     Igualmente ofrece una interesante colección de época tardorromana. Tras la crisis del siglo III comienza un período de esplendor que se debe fundamentalmente a la ausencia de acontecimientos bélicos y a un notable despegue económico. El fenómeno más llamativo de los siglos IV y V es el desarrollo de los núcleos rurales de habitación, las villae, que se implantan por todo el territorio burgalés. Las villas mejor conocidas son las de San Martín de Losa, Cardeñajimeno y Baños de Valdearados. En el Museo de Burgos se expone un gran brasero de bronce decorado con cabezas de felino procedente de esta última villa tardorromana, aunque es más impresionante el mosaico dedicado al Triunfo de Baco, datado en la primera mitad del siglo V.

ARTE PALEOCRISTIANO Y ÉPOCA VISIGODA

     Los hallazgos paleocristianos de época romana más importantes de la provincia de Burgos son los sarcófagos del denominado “taller de La Bureba”, fechados a mediados del siglo IV, caracterizados por presentar una decoración figurada de factura rústica inspirada en el Antiguo y Nuevo Testamento. El Museo de Burgos guarda tres ejemplares, el más importante el sarcófago de Quintanabureba, con representaciones figurativas en sus cuatro lados.

     También se expone una sencilla pieza paleocristiana procedente de Buniel, un pequeño bloque de piedra de forma piramidal con base cuadrada, de apenas 25 centímetros de altura, cuyas caras están decoradas con representaciones simbólicas y alegóricas de carácter cristiano, así como con un texto epigráfico, todo ello enmarcado por una sencilla incisión.

     En el Museo de Burgos tiene especial relevancia la presencia de la cultura visigoda, representada por piezas de uso personal, como los broches de cinturón de Amaya y La Vid o las hebillas y fíbulas de Briviesca, y objetos de uso ritual, como los osculatorios y vasos litúrgicos de Rupelo y Quintanilla de las Viñas. Especialmente notable es el anillo signatario de oro encontrado en Amaya.

     Igualmente, procedentes de Quintanilla de las Viñas son varios relieves decorados con roleos de hojas y racimos y un pie de altar de mármol blanco fechado en el siglo VII, en cuyas caras se representan palmeras con dos racimos de dátiles colgando y una gran cruz patada con las letras alfa y omega.

EDAD MEDIA

     La Sección de Bellas Artes del Museo de Burgos comienza con una sala dedicada a las primeras manifestaciones artísticas de la Alta Edad Media que precedieron al Románico. En ella destaca especialmente la colección de piezas mozárabes. De Tordómar, concretamente del desaparecido monasterio de Valeránica, proceden dos fragmentos de cancel, un cimacio y parte de una tapa de sarcófago. Estos restos, fechados entre los siglos VIII y X, presentan una decoración a base de motivos vegetales y sogueados que recuerda mucho a la de la ermita de Santa María de Quintanilla de las Viñas, aunque con mayor ingenuidad formal.

     Una serie de dinteles y una ventana geminada fueron recuperados de la desaparecida iglesia de Valmayor de Cuesta Urria. También mozárabe es el pequeño ara de altar de la ermita de las Santas Centola y Elena de Siero. La lápida conmemorativa de la refundación de Lara de los Infantes en el año 867 se encontraba en la también desaparecida ermita de San Julián, mientras que el gran capitel mozárabe decorado con hojas de acanto procede de Padilla de Abajo.

     Por último, en esta sala se expone una interesante selección de estelas sepulcrales altomedievales. Destaca la pequeña estela circular procedente del antiguo monasterio de San Pedro de Berlangas, en Tordómar, encuadrada dentro del siglo X.

ROMÁNICO

     Una pieza de excepcional importancia dentro de la orfebrería románica es la Urna o Frontal de Silos. Realizada hacia 1165-1170, esta impresionante pieza, que revistió el sepulcro de Santo Domingo de Silos, es, sin duda, la obra maestra de la esmaltería silense. De forma rectangular, está compuesta por tablas de roble cubiertas por placas de cobre dorado y esmaltado con la técnica champlevé. La gama cromática del esmalte es de gran riqueza, destacando la diversidad de tonalidades azules y verdes y la ausencia del color amarillo. En el centro de la pieza, dentro de una mandorla y rodeada por el tetramorfos, aparece la Maiestas Domini, Cristo en actitud triunfante. A los lados, bajo arquerías coronadas por estructuras arquitectónicas que simulan una ciudad celestial, se disponen los apóstoles. Sus ropajes muestran una rica policromía y sus cabezas fueron fundidas a la cera perdida. Hay que apreciar la gran variedad de posiciones, rasgos y peinados. Las arquerías apoyan en columnitas magistralmente labradas con motivos geométricos y vegetales y multitud de seres fantásticos. La obra es una de las joyas del arte románico que se conservan en España.

     Otra de las singulares piezas procedentes del monasterio de Santo Domingo de Silos es una arqueta formada por una serie de placas de marfil decoradas con motivos cinegéticos, atauriques y animales afrontados dispuestos en bandas horizontales. En lo que queda de la pestaña de la tapa se conserva una inscripción en caracteres cúficos que indica que esta pieza fue realizada en los talleres de Cuenca por Muhammad ibn Zayan en el año 1026. Posteriormente, en el siglo XII, se le añadieron en los talleres del propio monasterio dos placas de cobre doradas y esmaltadas en las que se representa, en la de la tapa, el Agnus Dei y, en la de uno de sus laterales, a Santo Domingo de Silos entre dos ángeles. Y es que, posiblemente, esta arqueta guardó las reliquias del santo.

     De los talleres cordobeses de Medina Azahara es el estuche de marfil del siglo X realizado sobre un trozo de colmillo que se abre longitudinalmente por la mitad. En su interior se disponen cinco oquedades en cada lado, decorándose los espacios libres con atauriques. En los extremos se conserva parte de una inscripción cúfica que alude a su propietaria, una hija de Abderramán III. Según la tradición, este estuche fue entregado al monasterio de Santo Domingo de Silos por el conde Fernán González junto con la arqueta de marfil y esmaltes como ofrenda del botín conseguido en la batalla de Osma (939).

     Realizada en los talleres de Limoges hacia 1225-1235 y procedente del monasterio de San Pedro de Arlanza se expone en depósito en el Museo de Burgos la famosa Virgen de las Batallas, que fue adquirida en el año 1998 por el Museo del Prado. Según cuenta la leyenda, Fernán González la llevaba en el arnés del caballo al campo de batalla para asegurarse la protección, pero la realidad es que se trata de una obra del siglo XIII y el conde castellano vivió en el siglo X.

     En esta zona también se expone un interesante conjunto de elementos arquitectónicos románicos procedentes de diversos monumentos de la provincia, como el capitel y cimacio con motivos vegetales del monasterio de San Pedro de Arlanza y los capiteles con animales fantásticos de la desaparecida iglesia de Santa María Magdalena de Tardajos.

     Por último, hay que detenerse a contemplar otra de las emblemáticas piezas de este museo: La Tizona. Se trata de una de las espadas más célebres de Rodrigo Díaz de Vivar (1043-1099), más conocido como El Cid Campeador. Fue adquirida en el año 2007 por la Junta de Castilla y León y la Cámara de Comercio e Industria de Burgos y depositada en el Museo de Burgos. Mide 78,5 centímetros de largo por 4,5 de ancho. Según los últimos estudios realizados, la hoja, de gran calidad, es contemporánea de El Cid, mientras que la empuñadura original fue sustituida por otra renacentista en la época de los Reyes Católicos.

GÓTICO

     El estilo gótico, tan abundante en la provincia, está representado por una magnífica colección de tallas de escuela castellana de distinta procedencia.
     A la desaparecida iglesia de la Natividad de Villasandino pertenecían los cuatro bultos funerarios de madera de nogal y autor desconocido que presiden la sala. Se encuentran bastante deteriorados y han perdido casi toda su policromía. Dos de ellos parecen formar pareja, un caballero con larga espada sobre el cuerpo y una dama, mientras que los otros dos representan a un caballero con su halcón y a un clérigo. Se pueden fechar estas obras a finales del siglo XIII o comienzos del XIV.

     Procedente del desaparecido convento de San Pablo de la capital burgalesa, es un magnífico frontal de altar en piedra que aparece decorado con escenas de la vida de Cristo dispuestas bajo arquerías. Se trata de una obra de comienzos del siglo XIV que aún conserva restos de policromía.

     En la entreplanta se exhiben varios tesorillos medievales hallados en distintos puntos de la provincia. Algunos de ellos, además de numerosas monedas de vellón y de plata correspondientes a distintos reinados y cecas, contienen joyas y vajilla de plata. Destacan los de Briviesca, que se encontraron en la zona de la antigua judería de la ciudad. En ellos merecen especial atención los platos de plata de carácter ritual decorados con motivos geométricos y vegetales nielados en oro. Uno de los platos conserva el punzón de platero más antiguo conocido de la orfebrería burgalesa. Completan la exposición de piezas góticas tres cruces procesionales de cobre con esmaltes de los siglos XIII y XIV.

RENACIMIENTO

     Un conjunto de mausoleos fechados entre los siglos XV y XVI nos sirve para enlazar la fase final del estilo gótico con las primeras manifestaciones renacentistas. En primer lugar, procedente del monasterio de Fresdelval, hemos de destacar el sepulcro de don Juan de Padilla, paje de la reina Isabel la Católica, que murió en la Guerra de Granada en 1491. Muy relacionado estructural y estilísticamente con el del infante don Alfonso de la Cartuja de Miraflores, este fantástico sepulcro de alabastro consta de un gran arco apuntado, dispuesto entre pilares adosados, que cobija el arca sepulcral y la escultura orante de don Juan, ejecutada con gran maestría por Gil de Siloé a finales del siglo XV.

     También procede del monasterio de Fresdelval el gran sepulcro doble de alabastro de don Gómez Manrique y su esposa, doña Sancha de Rojas, fundadores del mismo. Este mausoleo fue realizado a mediados del siglo XV por algún maestro borgoñón.

     Muy interesante es el sepulcro de doña María Manuel, madre del famoso obispo don Luis de Acuña, que procede del desaparecido convento franciscano de San Esteban de los Olmos. El arca, de piedra caliza, está decorada con una Piedad (cabecera), un Calvario (pies), las imágenes de San Antonio de Padua, San Esteban y San Bernardino de Siena (lateral derecho) y la Estigmatización de San Francisco y los escudos de los Manuel y los Girón (lateral izquierdo). La figura yacente, de alabastro, viste de gala y lleva el cordón franciscano. Este sepulcro está atribuido a Simón de Colonia y fue realizado entre los siglos XV y XVI.

     El Renacimiento también está representado por dos magníficos retablos de distinta época. El primero, procedente del antiguo monasterio de San Pedro de Tejada, es un retablo de tablas pintadas dedicado a San Pedro. Se compone de dos cuerpos divididos en cinco calles. En el cuerpo inferior aparecen, en los laterales, los apóstoles y, en el centro, un Cristo de Piedad. En el cuerpo superior se representan “La misa de San Gregorio”, “La detención de San Pedro”, “La resurrección de un joven por San Pedro” y los obispos San Ambrosio y San Agustín. En la calle central se dispone la escultura en bulto del santo titular. Las pinturas, fechadas hacia 1503-1506, son obra de Fray Alonso de Zamora, también conocido como Maestro de Oña.
     El segundo retablo, situado frente al sepulcro de doña María Manuel, está dedicado a la Asunción de la Virgen y procede del desaparecido monasterio cisterciense de Santa María la Real de Vileña. Es obra del escultor burgalés Pedro López de Gámiz y está datado en el año 1581. La Asunción aparece flanqueada por las imágenes de San Benito y San Bernardo, mientras que en el ático aparece una Piedad.

     Una magnífica puerta de madera de estilo mudéjar, decorada por las dos caras y datable entre los siglos XV y XVI, que daba acceso a la Sala de Poridad del Arco de Santa María, junto a representativas pinturas del Maestro de Budapest, activo en Burgos en la segunda mitad del siglo XV, completan esta sección.

Planta Primera

     Ya en un espacio ubicado en la Casa de Íñigo Angulo, puede contemplarse una interesante muestra de pintura sobre tabla de las escuelas castellana y flamenca, entre ellas “La misa de San Gregorio”, obra procedente de Cogollos y perteneciente a Pedro Berruguete, “La Piedad”, atribuida al taller de Rogier van der Weyden, y “El Cristo de las lágrimas”, del holandés Jan Mostaert.
     Importante es el conjunto de ocho pinturas sobre tela de sarga dedicadas a la Pasión de Jesucristo procedentes del monasterio de San Salvador de Oña, pintadas por Fray Alonso de Zamora hacia 1500-1510así como el conjunto de paneles de nogal decorados con relieves de la vida de la Virgen y de la Pasión procedentes del convento de Nuestra Señora de la Merced de Burgos, que formaban parte de un gran retablo realizado por el escultor Gregorio Pardo (?-h.1557).

BARROCO

     El Barroco está representado por magníficas pinturas del siglo XVII, como el retrato de Fray Alonso de San Vítores, pintado en 1659 por Fray Juan Rizi (1600-1681), que está considerado como uno de los mejores retratos del siglo XVII, y obras de José Moreno, Mateo Cerezo el Viejo y Mateo Cerezo.

     Otro tanto puede decirse del siglo XVIII, con pinturas entre las que destaca la Inmaculada pintada por Antonio Palomino en 1721, procedente del convento de los Padres Carmelitas de Burgos.

SIGLOS XIX Y XX
La última sección ofrece pinturas y esculturas de los siglos XIX y XX, con obras de artistas de la talla de José Vela Zanetti.

HORARIO DE VISITAS:
INVIERNO (del 1 de octubre al 30 de junio)
De martes a sábado: 10 a 14 y 16 a 19 horas. 
Domingos y festivos: 10 a 14 horas. 
VERANO (del 1 de julio al 30 de septiembre)
De martes a sábado: 10 a 14 y 17 a 20 horas. 
Domingos y festivos: 10 a 14 horas.
CERRADO: Lunes y días 1 y 6 de enero, 11 y 29 de junio, 1 de noviembre y 24, 25 y 31 de diciembre.

TARIFAS
ENTRADA GENERAL: 1,20 €
ENTRADA REDUCIDA: 0,60 €. Grupos, previa concertación, formados por 15 o más miembros.
ENTRADA GRATUITA:
- Con carácter general: sábados, domingos y los días 23 de abril, 18 de mayo, 12 de octubre y 6 de diciembre.
- Menores de 18 años /Mayores de 65 años o jubilados / Titulares de carnet joven, carnet de estudiante o sus equivalentes internacionales / Voluntariado civil y educativo / Donantes de piezas a la Junta de Castilla y León o al Estado y depositadas en el Museo / Miembros del Consejo Internacional de Museos (ICOM) / Titulares de la Tarjeta de Amigos del Patrimonio de la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León / Miembros de la Asociación de Amigos del Museo.

Más información: http://www.museodeburgos.com/

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1 comentario:

  1. Pues muchas gracias por divulgarlo. NO tenía ni idea de su existencia. Y, con todos mis respetos, creo que me va gustar muchísimo más que el megamuseo de la evolución humana, que sí he visto. Sólo por las fotografías, ¡qué esculturas tan delicadas! (Si te lees un buen libro sobre el tema, sobra el museo de la evolución)

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