8 de febrero de 2013

Theatrum: EL GLADIADOR, un luminoso ejercicio de texturas y anatomía







EL GLADIADOR
Arturo Montero Calvo (Valladolid, 1859 - Madrid, 1887)
1886
Óleo sobre lienzo
Palacio Pimentel o Diputación Provincial de Valladolid
Pintura historicista española del siglo XIX





En la caja de la escalera secundaria del patio del Palacio Pimentel, sede de la Diputación Provincial de Valladolid, cuelga esta pintura de grandes dimensiones que representa a un gladiador romano que aparece preparado para su combate en el circo. Para ello porta las armas preceptivas: un afilado tridente y una tupida red (jaculum). El gladiador, de físico robusto y hercúleo, se encuentra en plena arena del Coliseo, apoyado en la esquina de un basamento marmóreo sobre el que se yerguen dos altorrelieves romanos. En su gesto parece estudiar al enemigo para preparar la estrategia de la lucha, de modo que la escena antecede a lo que será un duro combate a muerte.

En realidad el motivo, tan poco frecuente en la pintura española, no es más que una excusa para ejercitar un virtuosismo pictórico en la plasmación de una anatomía musculosa y vigorosa, un desnudo que responde a los repetidos estudios al natural realizados en los talleres academicistas de la época. De hecho, el modelo que posó para el pintor fue Atilio, hijo de Gigi, modelo a su vez de Fortuny y perteneciente a una saga italiana dedicada a este oficio.

Otro ingrediente fundamental de este óleo tan concienzudamente trabajado es la luz, que cayendo de forma cenital desde el hueco del velanio del Coliseo incide con fuerza en los hombros y matiza tanto el juego de texturas del mármol como todos los accesorios que complementan los valores narrativos, como el brillo metálico del tridente, la aspereza de las sogas de la red, el grueso cinturón ornamentado con cabujones engarzados, los pliegues del lienzo rojizo del calzón o el minucioso entrelazado de cuero de los borceguíes, todo ello ajustado, mediante pinceladas muy sueltas, para presentar una escena original y realista bajo la potente luz del sol mediterráneo.

Si estos son sus valores formales, que denotan un magistral dominio del dibujo precedente, también evidencia una influencia del arte italiano, pues la escena también podría considerarse un trasunto de la situación anímica creada por Miguel Ángel en su mítico David florentino, aquel que con la honda en una mano y la piedra en la otra estudia al contrincante sugiriendo su inminente victoria. Del mismo modo, tampoco es ajena la influencia miguelangelesca en la plasmación de la rotunda y hercúlea anatomía. Todo tiene su justificación.

Esta pintura fue realizada en 1886 por el pintor vallisoletano Arturo Montero Calvo cuando se hallaba en Roma gozando de una beca concedida por la Diputación Provincial de Valladolid para perfeccionar sus estudios artísticos. Por entonces tenía 27 años y en ella demuestra haber alcanzado una total madurez. En ese momento el joven pintor trabajaba en un pequeño taller situado en la Via Ripetta, a orillas del Tíber, donde en compañía de otro pintor vallisoletano, Luis de Llanos, tuvo la ocasión de conocer de primera mano las creaciones más representativas del arte italiano desde el Renacimiento. Como muestra de lo fructífera que fue aquella estancia romana, tenemos la elaboración de esta pintura, que en noviembre de aquel año envió a la Exposición convocada anualmente por la Academia de Bellas Artes de Valladolid, obteniendo un premio especial del jurado por su "mérito relevante" y una crítica muy favorable en la prensa local. Podría decirse que con su "Gladiador" Montero Calvo quedaba consagrado en la misma línea en que trabajaba Eduardo Rosales (1836-1873), pintor que Arturo Montero Calvo admiraba y había tomado como referente, algo muy común entre los pintores que realizaban en las academias pintura historicista.

Firma de Arturo Montero Calvo, 1886
Sin embargo, cuando el reconocido Montero Calvo comenzaba a mostrar toda su fuerza creativa, el destino le deparaba un triste final. Durante su estancia en Roma contrajo una grave dolencia de asma que no pudo superar. En situación tan complicada, en 1887 acometió una pintura de gran formato e igualmente de temática historicista: "Nerón ante el cadáver de Agripina" (ilustración 7). Montero Calvo pretendía presentar a la Exposición Nacional de 1887 tan esmerada escena, donde, inspirado en un relato de la Vida de los doce Césares de Suetonio, plasma a un cínico y jactancioso Nerón, en su residencia de la Domus Aurea de Roma, exhibiendo a su madre asesinada ante varios compañeros de bacanal, tomando como modelo del emperador el célebre busto conservado en el Museo Capitolino de Roma.

Desgraciadamente, cuando apenas faltaban unos pequeños remates, el joven Montero Calvo sufrió una recaída en la enfermedad que le obligó a trasladarse de Roma a Madrid en junio de aquel año. Fueron sus amigos y familiares quienes consiguieron hacer llegar la pintura para ser presentada en tan importante certamen, donde le sería otorgada la segunda medalla, con grandes elogios de la crítica madrileña. Pero Montero Calvo no llegó a ver su pintura en la exposición ni a disfrutar de tan importante medalla, pues murió en Madrid el 13 de julio de 1887, cuando no había cumplido los 28 años. La pintura, que sigue de cerca la línea de Rosales, actualmente pertenece al Museo del Prado, que la expone en depósito en el Museo de Jaén.

Toda la ciudad de Valladolid conoció con tristeza como una muerte prematura truncaba la brillante carrera de un pintor que comenzaba a ser tan admirado, decidiendo el Consistorio en 1897, como muestra de reconocimiento, rotular con su nombre la "Calle del Verdugo", en pleno centro de Valladolid.        
      
Conviene recordar que Arturo Montero Calvo había nacido en Valladolid en 1859 y estudiado en la Escuela de Bellas Artes bajo la dirección de Agapito López de San Román y de Martí y Monsó. Después pasó a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde tuvo como maestros al escultor valenciano José Piquer y al pintor español nacido en Roma Federico de Madrazo, aunque siempre pretendió seguir la senda del madrileño Eduardo Rosales.

Realizó sus primeras participaciones en exposiciones nacionales con temas de inspiración cervantina, logrando en 1881 la tercera medalla con su obra "Rinconete y Cortadillo" (ilustración 6: Museo del Prado, en depósito en el Instituto Cabrera Pinto, La Laguna, Santa Cruz de Tenerife), donde da muestras de su dominio del dibujo y su capacidad para ambientar escenas históricas. Otra tercera medalla lograba en 1884 en la Exposición de Bellas Artes con su cuadro de historia "Muerte de Pedro I de Castilla" (Museo del Prado, en depósito en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza), pintado un año antes recreando las luchas fratricidas entre don Pedro y su hermano don Enrique. En 1885, obtuvo un diploma en una exposición de Madrid con el óleo "Flores de mayo" (Museo del Prado, en depósito en la Capitanía General de Zaragoza), así como en la Exposición convocada por el Ayuntamiento de Zaragoza en 1886, donde consiguió la primera medalla con su obra "Futuros artistas" (Museo de Bellas Artes de Zaragoza), donde muestra un estudio de dibujantes o arquitectos.

Rinconete y Cortadillo. Instituto Cabrera Pinto.
La Laguna, Santa Cruz de Tenerife.
Hoy día permanece en su tierra natal esta ilustrativa pintura del "Gladiador", un lienzo que desvela las inquietudes artísticas de un joven y meritorio pintor que, a pesar de ser el artista más dotado entre los pintores vallisoletanos del siglo XIX, apenas llegó a saborear tan merecida gloria.    



Informe: J. M. Travieso.
Fotografías del Gladiador: Luis José Cuadrado.










Nerón ante el cadáver de Agripina. Museo Provincial de Jaén.

Bibliografía

BRASAS EGIDO, José Carlos. La pintura del siglo XIX en Valladolid. Institución Cultural Simancas, Diputación de Valladolid, 1982, pp. 48-54.
GONZÁLEZ, Carlos y MARTÍ, Montserrat. Pintores españoles en Roma (1850-1900). Tusquets, Barcelona, 1987, p. 265.
OSSORIO Y BERNARD, Manuel. Galería biográfica de pintores españoles del siglo XIX (1883-1884). Giner , Madrid, 1975, p. 462.

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