13 de marzo de 2015

Theatrum: ÁNGELES Y DEMONIOS, repertorio iconográfico en Valladolid (VI)






9  ÁNGELES CEREMONIALES
Taller de Gregorio Fernández,  hacia 1620.
Capilla de San Fernando, Catedral de Valladolid.






Todo lo expuesto en el capítulo anterior, referente a los Ángeles alféreces de la Sala de Pasos del Museo Nacional de Escultura, es válido para esta otra pareja de ángeles que se conserva un tanto abandonada en la penumbra de la Capilla de San Fernando de la catedral de Valladolid, cuya similitud es más que evidente. Sin embargo, lo que en aquellos era fundamentalmente una muestra de los efectos naturalistas alcanzados con la aplicación de telas encoladas con acabado policromado, en estos ángeles catedralicios los cuerpos se cubren con indumentarias confeccionadas con paños reales, lo que les convierte en imágenes de candelero, un recurso plástico no demasiado frecuente en Valladolid si exceptuamos las imágenes pasionales de dolorosas y nazarenos.

Nada sabemos del destino que tuvieron en origen, de la funcionalidad para la que fueron elaborados y mucho menos quien fue su autor. Aunque hoy ocupan dos hornacinas situadas a los lados del retablo que preside la capilla, bastante distanciadas entre sí, es evidente que forman una pareja que comparte gestos complementarios y que está concebida para custodiar algún ritual litúrgico.
Los dos ángeles tienen la cabeza y las extremidades talladas en madera, después ajustadas a un liviano maniquí interior que mediante listones adopta una escueta forma anatómica. El trabajo de sus manos y sobre todo el de las cabezas remite a los modelos del Museo Nacional de Escultura, repitiendo con fidelidad el ademán elegante propio del tardomanierismo, así como el mismo tipo de rostros con ojos pintados y los cabellos despegados y ondulantes sobre las orejas, en este caso con tonos más oscuros por la suciedad acumulada, de modo que si aquellos pudieron ser elaborados en el taller de Gregorio Fernández, estos lo podrían haber sido por alguno de sus seguidores más cercanos, que transformó lo que en aquellos era puro dinamismo en una actitud serena y mayestática.
  
En un primer análisis visual estos dos ángeles pueden resultar un tanto intrigantes, pues con sus ademanes, que pueden interpretarse incluso altivos, intentan transmitirnos un mensaje, pero... ¿cuál? Colocados el uno junto al otro se percibe que guardan una pretendida simetría, que en sus brazos levantados la posición de unas manos delata que portaban un determinado objeto, seguramente mazas, y que con las otras manifiestan un gesto de prevención, como si de guardianes se tratara. El desvelar estas interrogantes aclararía su función, pero de momento no queda sino la especulación y dar rienda suelta a la imaginación.

Ya se ha dicho que la colocación de ángeles y arcángeles en el ático de los retablos fue una práctica habitual en toda Castilla en el primer tercio del siglo XVII, con casos donde las imágenes aparecen con los atributos que ayudan a identificarlos, aunque en ocasiones aparecen portando elementos simbólicos, instrumentos e incluso estandartes. Un estandarte sujeto con las manos levantadas y apoyado al hombro también es factible en estas figuras, así como su escala, acorde con los grandes tamaños de las figuras de los áticos, pero no parece lógico relegar una imagen de vestir a lo alto de un retablo, donde sería imposible su mantenimiento, por lo que esta idea quedaría descartada. Más comprensible es que pudieran presidir la embocadura de una capilla, aunque los ángeles que así aparecen suelen soportar lámparas, función que difícilmente nos sugiere la colocación de sus brazos.

Posiblemente la pista la proporcione el color y el tipo de indumentaria, que parece bastante posterior a las figuras de los ángeles, es decir, que habrían sido confeccionadas de nuevo para sustituir a las originales deterioradas, se supone que ajustándose al modelo preexistente, pues curiosamente en la confección, toda ella en color blanco, se sigue insinuando la superposición de túnicas habitual en las figuras de ángeles, una larga y con mangas anchas que casi llega a los tobillos, en este caso ornamentadas con guirnaldas bordadas en oro sobre lo que parece seda, y otra corta de brocados por encima a la que se incorporan pecheras profusamente bordadas con abultados hilos de oro.

El color blanco de los atavíos induce a pensar en su uso en celebraciones festivas, que en Valladolid se podrían centrar bien en la celebración del Corpus, una de las fiestas religiosas más importantes de aquella sociedad barroca sacralizada, donde junto al carro triunfante se levantaban solemnes monumentos y desfilaban otros santos en andas, lo que explicaría su acogimiento en la catedral. Otra posibilidad es que fueran concebidos para las celebraciones de Pascua, formando parte de las ceremonias del domingo de Resurrección para aludir con su presencia al pasaje evangélico donde San Lucas cita a dos ángeles de vestiduras resplandecientes que aparecieron junto al Sepulcro, los mismos que informaron a las santas mujeres que se hallaba vacío. En su posible rol de heraldos de la Resurrección, ¿podrían portar trompetas?

Como el estudio de estas figuras es una tarea a completar, nos limitamos a incorporarlos a esta pequeña selección como representantes de una poco frecuente modalidad de imaginería ligera, con ángeles como figuras de candelero que encuentran su precedente inmediato en el San Gabriel de Gregorio Fernández que conserva el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid.

(Continuará)


Informe: J. M. Travieso.






ADENDA

     Transcurrido más de un año de la publicación de este artículo, los dos ángeles fueron presentados restaurados el 20 de mayo de 2016 en la exposición Corpus Christi. Historia y celebración, que se ofreció en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid. En la restauración previa a la exposición, las dos esculturas fueron desprovistas de las túnicas blancas con bordados que las recubrían —en un lastimoso estado que impide su conservación— , dejando al descubierto, con grata sorpresa, la indumentaria original de las dos figuras, que ofrecen una gran similitud a las de los Ángeles alféreces del Museo Nacional de Escultura, realizados en el mismo taller.

     Las dos esculturas, presentadas como Ángeles heraldos o reyes de armas, fueron concebidas como imaginería ligera para acompañar las celebraciones en la iglesia del convento del Carmen Calzado de Valladolid con motivo de la canonización de Santa Teresa el año 1622, acompañando a los Ángeles alféreces que se conservan en el Museo Nacional de Escultura. Después pudieron ser utilizados para realzar la festividad del Corpus y otros solemnes actos litúrgicos, lo que explica su presencia en la catedral. Presentan una fingida anatomía recubierta por una túnica de tela encolada, de mangas anchas, largo por debajo de las rodillas y gran vuelo, ornamentada con las habituales primaveras, en este caso con grandes motivos florales en tonos rojos, verdes y azules sobre fondo blanco que presentan un gran deterioro, lo que explica las túnicas blancas superpuestas posteriormente.
   
     Asimismo, siguiendo la tradición de presentar a ángeles y arcángeles con semblante militar —pertenecientes a las legiones celestiales— las dos esculturas muestran corazas de cuero ajustadas al torso y con el peto decorado por unos medallones dorados que contienen jarrones con lirios, símbolos de pureza. En el atrezo de su caracterización también debieron contar con cascos con penachos, a juzgar por la forma en la que llevan tallado el cráneo por detrás de los mechones que rodean el rostro. La disposición de los brazos se ajusta a la sujeción de grandes mazas, felizmente conservadas, que aclaran su cometido escenográfico.

   Las dos esculturas se integran en el repertorio de ángeles vallisoletanos aportando una nueva muestra de imaginería ligera del siglo XVII, dando testimonio de la teatralidad del tipo de figuras utilizadas en las grandes celebraciones. Sólo resta que el espectador haga un ejercicio de imaginación recreándolas entre efluvios de incienso, cánticos y los impactantes sonidos del órgano.










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