1 de abril de 2015

Fastiginia: Unos voraces leones de los felices años veinte condenados a la extinción





Estampas y recuerdos de Valladolid


Miles y miles de manos se han deslizado a lo largo de un siglo por la boca de unos leones que poco a poco se fueron amansando para tragar todo tipo de sobres y papeles que en sus fauces introducían los vallisoletanos. Se trata de los buzones fundidos en bronce dorado y colocados en el pórtico del edificio central de Correos de Valladolid. Hoy día tan feroces animales van perdiendo paulatinamente su función y de forma inexorable están condenados a su extinción para convertirse en un mudo testimonio de la comunicación en tiempos pasados, especialmente desde la irrupción de la telefonía móvil y la implantación generalizada del correo informático a finales del siglo XX.

Las relucientes cabezas de leones fueron colocadas como un servicio público en el flamante Palacio de Correos y Telégrafos que, como en otras ciudades españolas, se levantó en Valladolid en los años veinte del siglo XX en un lugar privilegiado de la ciudad, a escasos metros del Ayuntamiento y de la Plaza Mayor, como respuesta a la aparición de una nueva tecnología de comunicación como era el telégrafo. Con la intención de filtrar los destinos de los correos cada una de ellas se acompañó de su respectiva leyenda, de modo que sobre las cabezas se puede leer "Interior", "Correos península" y "Correos extranjero" y por ese nombre se hicieron populares en Valladolid, como si de un zoo se tratase, el león interior, el león peninsular y el león extranjero, animales de referencia bien conocidos por todos los vallisoletanos y foráneos residentes.

Los buzones con forma de cabeza de leones no eran más que un motivo decorativo, con carácter eminentemente funcional, que respondía al tipo de ornamentación neorrenacentista que inspiraba todos los elementos del edificio, para cuya construcción fue convocado un concurso en 1913 que ganó el arquitecto palentino Jerónimo Arroyo.

El llamado Palacio de Correos y Telégrafos de Valladolid, comenzó a levantarse en 1922 adaptándose a la forma triangular de una manzana antaño ocupada por viejas posadas, con tres pisos organizados en torno a un patio de operaciones y una airosa torre esquinera con la entrada principal. El aspecto del conjunto venía a definir un palacio renacentista a través de diferentes elementos utilizados en cada uno de los niveles, que recurrían a antiguos trabajos artesanales, tales como rejerías de forja para el cerramiento de los ventanales del piso bajo, un segundo piso con aspecto de logia acristalada, con ventanales entre pilastras adosadas y coronados por frontones triangulares, un tercer piso con arquerías de inspiración mudéjar y decoración cerámica entre los arcos, así como un remate superior en forma de balaustrada renacentista que se repetía en la torre. A ello se venía a sumar un discreto pórtico esquinero en el que fueron colocados los buzones fundidos en bronce dorado con formas de cabeza de león, siguiendo igualmente los modelos renacentistas aplicados a fuentes y mascarones.



Desgraciadamente, durante los años 60 de siglo XX, cuando el desarrollismo tuvo un fuerte impacto en Valladolid y la escasa sensibilidad de los gobernantes de turno permitió uno de los mayores desaguisados de Europa respecto a la conservación del patrimonio, el edificio de Correos y Telégrafos, que para entonces se había quedado pequeño para el desempeño de sus funciones propias, fue víctima de una penosa remodelación que acabó con su aspecto palaciego y sus valores decorativos, incorporándose, incomprensiblemente, un antiestético y anodino cuarto piso tras ser demolida la airosa torre esquinera. Su imagen actual, una vez realzado todo el entorno, habla por sí sola de lo que fue una transformación convertida en un atentado al buen gusto y la sensibilidad estética.

A pesar de todo, siempre fueron preservados en el pórtico los felinos, cuyas bocas abiertas hoy parecen exclamar un sordo rugido sin ferocidad alguna, como si barruntaran su muerte inminente.





















Aspecto original del Palacio de Correos y Telégrafos
































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