1 de junio de 2016

Fastiginia: La Fuente del Cisne, un monumento al agua en el Campo Grande


Estampas y recuerdos de Valladolid

Una ciudad con vocación cosmopolita. En pleno centro urbano un enorme jardín, un campo muy grande con trazado laberíntico. Entre la espesura una glorieta despejada. En el centro de la glorieta un estanque en el que se refleja la fronda circundante. Dentro del estanque un refugio pedregoso de seres acuáticos: tritones, sirenas, peces y un cisne. Junto a ellos surtidores lanzando agua en todas las direcciones. ¿Un lugar mítico o imaginado? No, algo mucho más cercano: la Fuente del Cisne del Campo Grande, también llamada por algunos Fuente de las Sirenas.

Podría decirse que en realidad constituye un monumento al agua como fuente de vida, aunque, conociendo el lugar para el que fue concebida, sería en realidad un monumento a las aguas del Pisuerga, padre primordial de nuestro vallis tolitum. La fuente se halla enclavada en uno de los lugares más sugestivos y apacibles del Campo Grande, un parque decimonónico que sigue siendo todo un lujo para los vallisoletanos.

La Fuente del Cisne recién instalada en el Campo Grande
Pero la historia del parque y la de la Fuente del Cisne discurrieron por caminos bien distintos, puesto que, a pesar de la concepción romántica y naturalista del extenso jardín y de su trazado con glorietas, fuentes y memoriales, al igual que ocurriera con el estanque y la gruta, la Fuente del Cisne no formaba parte del proyecto inicial que en 1877 el alcalde Miguel Íscar encargara al arquitecto Ramón Oliva y al responsable de jardines Francisco Sabadell.

Para comprenderlo, tenemos que retrotraernos al año 1887, en una época en que Valladolid experimentaba una importante transformación en la que paulatinamente iba perdiendo su carácter levítico para convertirse en una ciudad moderna, sobre todo después del espaldarazo definitivo que supuso la llegada del ferrocarril a mediados de siglo. Entre los proyectos renovadores de la ciudad se encontraba una glorieta construida en la plaza del Poniente, que con su sugestivo nombre estaba destinada a convertirse en un importante enclave del centro urbano. Como remate de este proyecto viario, se pensó que sería adecuado que la glorieta estuviera presidida por una fuente monumental, para lo que un año antes se había solicitado un proyecto a Gonzalo Bayón, propietario de una de las fundiciones más importantes de Valladolid, al tiempo que Francisco Sabadell presupuestaba los jardines complementarios del entorno.

La iniciativa fue divulgada por la prensa local, que desveló que, según los planos a los que había tenido acceso, la fuente estaría compuesta por un gran estanque circular y ornamentada con cisnes y otras figuras. La obra aprobada se realizó con inusitada celeridad, pues si en enero de 1887 Julián Quintana resultó elegido en la subasta de obras, a primeros de mayo la taza del estanque ya estaba instalada en la glorieta.

En los días siguientes los vallisoletanos pudieron conocer el aspecto definitivo de la fuente: un amplio estanque circular, de diez metros de diámetro, en cuyo pretil se insertan seis machones cuadrangulares de piedra con escudos de Valladolid labrados en sus frentes, mientras que en el centro del estanque se levanta un promontorio pétreo circular, de aspecto abrupto, con un pedestal sobre el que brota una corona de juncos de tipo espadaña entre cuyas hojas se intercalan gruesas espigas cilíndricas, todo ello fundido en bronce, rematándose con otra figura de bronce que representa un cisne con las alas desplegadas, el cuello retorcido y el pico orientado hacia arriba con función de surtidor. 
A su alrededor, erguidas sobre las piedras, figuras broncíneas de sirenas sujetando grandes peces, con las bocas convertidas en surtidores, y seis figuras de tritones, igualmente fundidos, colocados sobre soportes de piedra y asomando a ras del agua, también con función de surtidores diseminados por el estanque. De todo el conjunto destacaría la figura del cisne, recubierta de pintura blanca para aumentar su naturalismo.

Parece ser que tan novedosa y pintoresca fuente urbana, verdadero canto al agua relacionado con el cercano cauce del Pisuerga, causó muy buena impresión cuando el ingenio hidráulico comenzó a funcionar el 10 de junio de aquel año, aunque los problemas no se harían esperar, pues, transcurridos unos meses, la estructura del estanque se resintió y hubo que parar el funcionamiento de los juegos de agua.

La fuente fue reparada en 1888, pero su funcionamiento seguía dando problemas que algunos técnicos achacaron a estar mal nivelada sobre el terreno, lo que originaba la aparición constante de grietas, de modo que en enero de 1889 quedaba nuevamente inutilizada.

Aspecto actual de la Fuente del Cisne
Ante esta situación, el arquitecto municipal planteó el desmontaje de la fuente y su traslado al Campo Grande, decisión que fue aprobada en un pleno municipal. Esta sugerencia originó la polémica ciudadana, pues, mientras que algunos se mostraron partidarios del traslado, idea alentada desde El Norte de Castilla, otros se manifestaron a favor de su permanencia en el Poniente, opinión mantenida por La Crónica Mercantil, que también sugirió la construcción de una nueva fuente en el Campo Grande.

Como consecuencia de esta polémica, la fuente permaneció inactiva cerca de cuatro años, aunque finalmente el acuerdo municipal se llevó a efecto y se comenzó a desmontar en febrero de 1892, siendo trasladados todos sus componentes a un espacio abierto del Campo Grande. Tras asegurar la nueva cimentación, para que no se repitieran los problemas, la Fuente del Cisne se montó en el nuevo emplazamiento y comenzó a funcionar oficialmente, fundiéndose con el entorno de un recóndito y paradisiaco enclave, en septiembre de 1892. En su nueva ubicación, el centro de la fuente fue modificado para incluir entre las sirenas un cuerpo de tierra que permitía la plantación de juncos naturales, un motivo sugerido y realizado por Francisco Sabadell por el que recibió felicitaciones.

Parecía que la operación había concluido con éxito. Sin embargo, el puritanismo decimonónico tenía reservada una nueva polémica. En el afán por dotar a las figuras de verismo y destacar el tono del bronce del entorno arbóreo, además del recubrimiento blanco del cisne se aplicó sobre los cuerpos desnudos de las sirenas una pintura que sugería carne real, lo que produjo las quejas y protestas de las mentes puritanas que acostumbraban a pasear por el parque, lo mismo que sus sirvientas con los niños, por lo que se tomó la decisión de pintar los cuerpos de negro.

La fuente permaneció fundida con la naturaleza, con su entorno de tierra batida y visitada por familias y barquilleros, hasta 1935, cuando con motivo de celebrarse una Feria Regional de Muestras, se construyó a su alrededor una pérgola con plantas trepadoras que llegaría a dar nombre a la glorieta. En los años 60 se levantó un pequeño escenario y se cercó el perímetro, que pasaría a convertirse en un popular salón de baile al aire libre con la fuente en el centro.

En tiempos recientes, tanto la glorieta como el paseo que la comunica con el Paseo del Príncipe, que atraviesa longitudinalmente el Campo Grande, fueron pavimentados y reordenados sus jardines, aunque nunca ha llegado a perder el carácter romántico y el factor sorpresa de cuantos la visitan por primera vez. Asimismo, en 2011 el Ayuntamiento de Valladolid, dentro de un plan de rehabilitación integral de los elementos del Campo Grande (Fuente de la Fama, pajareras, etc.), acordó la restauración de la fuente y de sus conducciones hidráulicas, obra que se llevó a cabo en 2012 permitiendo recuperar todo el esplendor de la pintoresca Fuente del Cisne, al que esperamos no volver a ver agonizar retorciéndose entre los sones del Carnaval de los animales de Camille Saint-Saëns.      














































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