30 de diciembre de 2016

Theatrum: RETABLO DE LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES, tratamiento exquisito de la madera











RETABLO DE LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES
Gabriel Joly (Varipont, Picardía, Francia, h. 1470-Teruel, 1538)
Hacia 1535
Madera al natural
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Procedente del monasterio de Santa María de la Mejorada de Olmedo (Valladolid)
Escultura renacentista española. Escuela aragonesa












Entre los fondos del Museo Nacional de Escultura se encuentra un exquisito retablo de pequeño formato que procede del monasterio jerónimo de Santa María de la Mejorada de Olmedo (Valladolid), desmantelado a causa de la Desamortización. Se trata de una notable obra escultórica que se presenta en el estado natural de la madera, sin aplicación de policromía, lo que permite apreciar el alto grado de refinamiento en los trabajos de talla conseguido por los grandes maestros del Renacimiento español.

Al desconocerse su autor, fue Federico Wattenberg quien reconoció en la obra las características y el estilo de algunos trabajos diseminados por tierras aragonesas, adjudicando su posible autoría al escultor Juan de Moreto, una atribución con la que se ha presentado en el Museo Nacional de Escultura durante muchos años. Sin embargo, en tiempos recientes, como ocurriera con el fantástico relieve de la Sagrada Familia con San Juanito, la obra ha sido atribuida a Gabriel Joly, escultor originario de la Picardía francesa que llegado a España desarrolló su habilidad y talento por tierras de Aragón1.

Gabriel Joly era un escultor prácticamente desconocido hasta no hace muchos años, apenas citado en los manuales como autor del gigantesco retablo mayor de la catedral de Teruel, que curiosamente también se muestra sin policromar. Por fortuna, la tecnología de nuestro tiempo y las campañas de restauración del patrimonio artístico emprendidas por las comunidades autónomas, han permitido poner en valor muchas obras casi desconocidas y con ello establecer el corpus de muchos escultores, algunos con el grado de excelencia de Gabriel Joly, que en virtud de los últimos estudios ha pasado a ocupar, junto a Damián Forment, la cumbre alcanzada por la escultura renacentista en el reino de Aragón.

Una buena muestra de su quehacer es este pequeño retablo de la Adoración de los Pastores, que como pieza devocional sirvió de oratorio privado al abad del monasterio de la Mejorada de Olmedo. Su presencia en esta villa castellana se debe a la estrecha relación entre dos monasterios observantes de la Regla de San Jerónimo: el de Santa María de la Mejorada de Olmedo, con origen en una capilla fundada en 1330 por la benefactora María Pérez, en la que en 1396 se estableció monásticamente una comunidad de jerónimos que a partir de 1409 recibió la protección y ayuda de Fernando de Antequera, desde 1412 convertido en el rey Fernando I de Aragón, y el importante monasterio de Santa Engracia de Zaragoza, fundado por Juan II de Aragón, padre de Fernando el Católico, que gozó de protección real hasta el reinado del emperador Carlos (volado en 1808 por las tropas francesas durante el Sitio de Zaragoza).

En la parte superior del ático del retablo aparece escrita con tinta la fecha de 1547, que se ha interpretado como el momento en que el retablo llegaba a Olmedo, posteriormente a la muerte de Gabriel Joly en 1538, cuando se hallaba trabajando en Teruel. Por tanto, pudo ser realizado entre 1530 y 1535, en base a las similitudes estilísticas con otras obras realizadas por el escultor en esos años.

Gabriel Joly, que es citado por primera vez en Zaragoza en 1515, cuando se le concede un título como maestro de armas y lucha, comenzaría trabajando en 1520 como colaborador de Gil de Morlanes el Joven en la Seo de Zaragoza y en la iglesia de la villa zaragozana de Tauste, aunque por desavenencias entre ambos pasaría a colaborar con el florentino Juan de Moreto, también establecido en la ciudad del Ebro. Es a partir de 1526 cuando empieza a contratar obras personalmente, como el Retablo de la Anunciación que le solicitara ese año don Juan de Luján, maestresala del arzobispo de Zaragoza, para su capilla familiar en la iglesia de San Miguel de Villafeliche (Zaragoza), del que se conserva una Virgen con el Niño, y el retablo del convento del Carmen de Zaragoza, contratado en 1531.

Desgraciadamente estas dos obras citadas fueron destruidas durante la contienda de 1936, como también lo fueron el retablo de la iglesia zaragozana de San Gil, que realizara en 1535, y otro retablo realizado en 1536 a petición de la cofradía de sastres. 
Por suerte, han pervivido dos grandes obras salidas de sus gubias: el Retablo de la iglesia de Nuestra Señora del Castillo de Aniñón (Zaragoza), cuya escena de la Adoración de los Pastores guarda numerosas similitudes con el pequeño retablo del Museo Nacional de Escultura, y el monumental Retablo mayor de la catedral de Teruel, ciudad a la que se trasladó en 1532, después de estar residiendo en Zaragoza durante doce años,  dos retablos que tienen en común la carencia de policromía.

Otras obras destacadas son la esculturas pertenecientes al Retablo de Santo Tomás de Canterbury, elaborado en 1525 para la iglesia de la Magdalena de Zaragoza, y el Retablo de Santiago de la Colegiata de Bolea (Huesca), delicada obra realizada en alabastro hacia 1532. Otras obras de este escultor se hallan repartidas por distintos museos completamente sacadas de contexto.

Gabriel Joly acusa en su primera etapa una clara influencia de las formas toscanas quattrocentistas, que poco a poco abandona por la influencia recibida del taller de Damián Forment en Zaragoza, hasta evolucionar hacia el manierismo romano influenciado en gran medida por los modelos de Miguel Ángel, que imita en numerosas piezas. Su personal estilo, de fuerte sustrato clasicista, se caracteriza por las formas dinámicas y expresivas, siempre con elementos muy elaborados y un sorprendente acabado técnico, tanto en los trabajos en madera como en los realizados en alabastro siguiendo la estela de Damián Forment.

El escultor siempre huye de recrearse en el dolor y en el drama para procurar una belleza formal muy idealizada y con aires melancólicos, generalmente con figuras esbeltas y estilizadas. Su obra presenta un minucioso trabajo de talla en la que la tersura de las carnaciones se contrapone a los abundantes pliegues de las vestiduras, en las que incluye numerosos detalles descriptivos, extendiendo la exquisitez plástica a los motivos ornamentales de la mazonería de los retablos.

EL RETABLO DE LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES   
  
El pequeño retablo está compuesto por un único cuerpo, en el que aparece la escena de la Adoración de los Pastores, y un pronunciado ático trilobulado en el que se inserta la escena de la Crucifixión. Sobre éste se colocan a los lados dos amorcillos sujetando guirnaldas, un cráneo reposando en el centro y un remate con forma de peana parcialmente mutilado. La escena central está enmarcada por dos elegantes columnas corintias estriadas, con el tercio bajo decorado, que soportan un entablamento recorrido por un friso con grutescos en relieve entre los que se distinguen la cabeza de un querubín en el centro, roleos y animales mitológicos en los extremos, así como mascarones en los netos.

La escena de la Adoración de los Pastores se presenta clara y diáfana, con dos grupos de figuras que se disponen a los lados de un eje central que viene determinado por la figura del Niño Jesús, que aparece colocado sobre un cúmulo de paños en el suelo mientras es venerado por un pequeño angelito cuyas extremidades, al igual que en el Niño, se despegan del tablero. 
En la parte izquierda se coloca la Virgen, que postrada de rodillas y con gesto de sumisión dirige su mirada al infante. Detrás de ella se alza la figura enjuta de un pastor que sujeta un cayado y tras el que asoman las cabezas de la mula y el buey. En el lado contrario, compensando la posición de la Virgen, se coloca un pensativo San José que también postrado inclina su cabeza hacia el Niño. Por encima aparecen tres pastores con distintas actitudes, uno haciendo sonar una gaita, otro observando el acontecimiento apoyado en su cayado y un tercero que sujeta con dificultad el cordero que como ofrenda porta en su espalda.

Ocupando la mitad del espacio superior se sugiere la ciudad de Belén mediante un juego de arquitecturas que semejan templos con portadas monumentales y torres en los que se evidencian errores de perspectiva. Por encima de los edificios, a modo de vista en lontananza, aparece representado el Anuncio a los pastores, con dos de ellos colocados de perfil y sorprendidos por la aparición del arcángel San Gabriel portando una filactería, figurando al fondo un pequeño bosque y elevadas colinas de aspecto rocoso. En la parte derecha, otro ángel con una filactería sobrevuela la ciudad.

El fantástico altorrelieve ofrece una equilibrada composición en la que adquiere un especial protagonismo el grupo de figuras que colocadas en un primer plano establecen una representación naturalista de gran placidez y belleza formal. Tanto en los personajes sagrados como en los pastores el escultor cuida el tratamiento individualizado de las cabezas y la indumentaria, incorporando un sin fin de detalles minuciosos para definir las caracterizaciones, destacando los elegantes ademanes y la delicadeza de la Virgen, impregnada de un fuerte clasicismo, y el gesto ensimismado y meditativo del patriarca San José.

Con gran maestría el relieve se articula en sucesivos planos que reducen su volumetría, desde las figuras del primer plano, casi resueltas en bulto redondo, a las arquitecturas apenas insinuadas al fondo, consiguiendo con ello una sensación de profundidad. No obstante, es una obra concebida para ser apreciada a corta distancia, por lo que el escultor se esmera en los pequeños detalles que, como es habitual en su obra, están trabajados con gran virtuosismo.

Esto queda evidente en el tratamiento de los cabellos y barbas, en los ornamentos y los estudiados pliegues de las vestiduras, próximas a la técnica de paños mojados, en la descripción de objetos y animales (el tocado de San José, el gorro a la espalda de un pastor, la gaita que sopla otro de ellos, la espada a la cintura, las calzas caídas y el cordero simbólico que carga un tercero, los soportes y las tejas del tejado del edificio del fondo, etc.) y, sobre todo, en el virtuoso tratamiento de las estilizadas anatomías, en la que se llegan a apreciar músculos y venas, destacando, como seña de identidad del escultor, el fantástico trabajo de las manos, de dedos largos y huesudos, cuya gesticulación establece el pausado sentido narrativo de la escena.

Otro tanto puede decirse del Calvario que corona el retablo, que siguiendo un diseño más convencional muestra la huesuda y estilizada figura de Cristo crucificado, acompañado a los lados de la Virgen y San Juan viviendo un dramatismo muy contenido y destacados sobre un fondo paisajístico. En las figuras de nuevo se repiten las anatomías esbeltas, los plegados de gran finura y los característicos nimbos usados por el escultor, aunque lo más interesante es el tratamiento corporal del crucificado, con el cuerpo distorsionado y orientado a la Virgen con rasgos manieristas que contrastan con la serenidad que prevalece en la escena pastoril inferior. En el paño de pureza, ondeando al viento, se pueden encontrar similitudes con las estolas ondeantes que presentan las expresivas figuras de profetas que se conservan en el Detroit Institute of Arts Museum, igualmente atribuidas a Gabriel Joly.         

Gabriel Joly. Profetas. Detroit Institute of Arts Museum

Informe y fotografías: J. M. Travieso.




NOTAS

1 ARIAS MARTÍNEZ, Manuel: Retablo de la Adoración de los pastores. Museo Nacional Colegio de San Gregorio: colección / collection. Madrid, 2009, pp. 90-91.







Gabriel Joly. Adoración de los Pastores, h. 1530
Retablo de la iglesia de Ntra. Sra. del Castillo de Aniñón (Zaragoza)























Gabriel Joly. Retablo de Santiago, alabastro, h. 1532
Colegiata de Bolea (Huesca)


















Gabriel Joly. San Juan Bautista del Retablo de Santiago, alabastro
Colegiata de Bolea (Huesca)











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28 de diciembre de 2016

Reportaje: Viaje de Domus Pucelae por el México colonial en octubre y noviembre 2016


Día 22 de octubre de 2016
Salimos a las 8,30 horas desde la Plaza de Colón en autocar con destino a Madrid. Llegamos al aeropuerto de Barajas, realizamos los trámites de facturación y embarcamos en vuelo regular directo con destino a Ciudad de México, con salida a las 13.30 horas Llegamos al aeropuerto de México a las 18,25 horas (hora local) y estaba esperándonos el guía que nos acompañaría durante toda nuestra estancia en tierras mejicanas. Salimos hacia el hotel y después de la cena, reparto de habitaciones y posterior descanso.

Día 3 de octubre de 2016
Después de la llamada, desayunamos en el hotel y salimos  para hacer la visita de la zona arqueológica de Teotihuacán “ Lugar de los Dioses”, situada a 53 km de Ciudad de Méjico, donde estuvo asentada la cultura teotihuaneca. Visitamos la zona arqueológica y almorzamos en un  restaurante próximo. 
Posteriormente regresamos a la capital del país y visitamos el Museo Nacional de Arte, el cual tiene la función de conservar, exhibir , estudiar y difundir obras de arte producidas en México entre la segunda mitad del siglo XVI y la primera mitad del siglo XX. Regresamos andando al hotel para tomar contacto con las calles del casco histórico de la ciudad, cenamos y nos retiramos a descansar.

Día 24 octubre de 2016
La llamada fue a las 7,00 horas, desayunamos y salimos del hotel, para hacer la visita de la ciudad. Visitamos el Zócalo, la Catedral, el Palacio Nacional (con los frescos de Diego Rivera), el Palacio de Bellas Artes y el Paseo de la Reforma, finalizando en el restaurante donde almorzamos. Por la tarde visitamos la Basílica de Guadalupe, el santuario más importante de México, y la nueva basílica, donde se encuentra la imagen original de la Patrona de México. El templo fue construido en 1976 por el arquitecto Pedro Ramírez. Desde el gran atrio pudimos admirar el primer templo construido en el siglo XVI sobre el cerro de Tepeyac y la vieja basílica que data del siglo XVIII. En ese lugar todos los 12 de diciembre se dan cita cientos de miles de mexicanos que llegan en procesión para adorar a la Virgen. Regresamos y tuvimos tiempo libre para seguir conociendo la ciudad. Cenamos sobre las 20,30 horas y finalizada la misma nos retiramos a descansar.

Día 25 octubre de 2016
Como el día anterior, la llamada fue a las 7,00 horas. Después de desayunar salimos del hotel para efectuar la visita al Museo de Antropología, considerado uno de los tres más importantes del mundo. Posteriormente, nos dirigimos a Xochimilco para dar un paseo en Trajinera a través de los canales, comimos a bordo y nos acompañó durante el recorrido un mariachi que contratamos para ello. A las 16,30 horas salimos para realizar la visita de los Museos de Frida Kahlo y Diego Rivera. Regresamos al hotel para descansar hasta la cena y a las 21,30 horas nos dirigimos hacia la plaza Garibaldi (famosa por la cantidad de mariachis que paran en la misma para que previo pago entonen canciones de la tierra), entramos en una cantina en la que pudimos degustar de un buen tequila y disfrutar de un espectáculo con mariachis. Regresamos a nuestro alojamiento dando por finalizada la velada a las 23,00 horas.

Día 26 octubre de 2016 
En este día la llamada se adelantó a las 6,30 horas, desayunamos y salimos en dirección a Puebla, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad. Nuestra primera parada la hicimos para visitar Tlaxcala, lugar donde vimos los “Portales”, conocidos como “Portal Real y Portal de Parían”, los Palacios del Gobierno, de la Cultura y de Justicia “Ex capilla Real de los Indios”. Almorzamos en un restaurante de la zona. Por la tarde visitamos la zona arqueológica de Cacaxtla conocida mundialmente por la calidad de sus pinturas murales, que forma parte de un conjunto arqueológico excepcional, al que se agregan Xochitecatl y San Miguel del Milagro. Pudimos contemplar unos de los descubrimientos más recientes realizados en tierras tlaxcaltecas: el conjunto palaciego y ritual de Cacaxtla. A media tarde continuamos ruta y llegamos a Puebla sobre las 19,45 horas. Se asignaron las habitaciones y nos dirigimos a cenar, finalizando la jornada sobre las 22,30 horas.

Día 27 octubre de 2016 
La llamada fue a las 7,00 horas y después de desayunar salimos del hotel para realizar la visita de Puebla. En nuestro caminar por la ciudad recorrimos el Zócalo, la Catedral, la Capilla del Rosario y la Biblioteca Palafoxiana. Almorzamos en un restaurante de la localidad y a continuación salimos hacia Cuernavaca, donde   visitamos la Catedral del siglo XVI que sirvió para evangelizar a los nativos. Con inquietud salimos en dirección a Taxco, pues teníamos que llegar a dicha localidad antes del cierre del funicular, que tendríamos que coger para llegar a nuestro hotel. Sin incidencias llegamos y después de cenar dimos una vuelta alrededor del hotel para disfrutar de las vistas panorámicas del lugar.

Día 28 de octubre de 2016 
Llamada a las 7,00 horas. Desayunamos y salimos del hotel para realizar la visita de Taxco y su joya barroca la capilla de Santa Prisca. Posteriormente estuvimos disfrutando de tiempo libre para efectuar algunas compras. Almorzamos en un restaurante de la ciudad y continuación salimos hacia Pátzcuaro, que sería nuestro siguiente destino, donde llegamos a las 20 horas. Tomamos posesión de nuestras habitaciones, cenamos y nos retiramos a descansar.

Día 29 de octubre de 2016 
Después de la llamada a las 7 horas, desayunamos y salimos hacia Morelia. Llegamos sobre las 10,00 horas a la capital del Estado de Michoacán. Esta ciudad ha sido reconocida como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Pasamos el día visitando todas las bellezas naturales y culturales de esta ciudad, recorriendo la Plaza de Armas, el Palacio del Gobierno, el Jardín y el Conservatorio de las Rosas, el Palacio Clavijero, el Mercado de dulces, el Acueducto, la Fuente de las Tarascas, el Callejón del Romance y la Calzada. Durante el recorrido hicimos un alto para almorzar en un restaurante de la localidad y continuamos con la visita a la casa de Morelos y al conjunto arquitectónico, conformado por el Templo de San Francisco y el Ex Convento de San Buenaventura, hoy Casa de las Artesanías de Michoacán. Al atardecer, regresamos a Pátzcuaro y dimos un paseo por la zona. Sobre las 20,30 horas nos dirigimos al hotel para la cena y posterior descanso.

Día 30 octubre de 2016 
La llamada fue como siempre a las 7,00 horas. Después de desayunar, salimos del hotel para hacer la visita de Pátzcuaro, pueblo mágico de México. Visitamos la iglesia de Nuestra Señora de la Salud, el templo y Colegio de la compañía de Jesús, el Sagrario, la Casa de los Once Patios y el Andador de Madrigal de las Altas Torres. Paseamos por sus típicas plazas, como la de Vasco de Quiroga y Gertrudis Bocanegra, entre escenas populares y gran variedad de artesanías. Después de almorzar, salimos en dirección a Guadalajara. Previamente, pasamos por Tlaquepaque, donde paramos y pudimos disfrutar del ambiente festivo que existía. Al cabo de dos horas, continuamos camino y llegamos al anochecer a Guadalajara, dirigiéndonos directamente al hotel, donde cenamos y, previa entrega de las habitaciones, nos retiramos a descansar.

Día 31 octubre de 2016 
A las 7,00 horas nos llamaron y después de desayunar salimos del hotel para hacer la visita a Guadalajara. Estuvimos en la Plaza de Tapatía, vimos el Palacio del Gobierno con los Murales de Orozco, el Teatro Degollado, la Catedral y el Hospicio Cabañas, entre los muchos edificios que la ciudad tiene. 
Sobre las 11,30 horas salimos hacia Tequila y llegamos directamente al restaurante la Cofradía, situado dentro de la finca que tiene esta destilería. Previamente estuvimos visitando el Museo y las instalaciones donde nos explicaron todo lo relativo a la extracción, recolección, fermentación, etc., del tequila. Finalmente comimos en el restaurante-bodega. Por la tarde, regresamos a Guadalajara, donde descansamos hasta la hora de la cena. Posteriormente salimos del hotel para ver un espectáculo de danzas y mariachis, del cual disfrutamos hasta altas horas de la madrugada. Regresamos al hotel y nos retiramos a nuestras habitaciones.

Día 1 noviembre de 2016
Este día la llamada fue a las 6,30 horas, a pesar de lo tarde que regresamos al hotel el día anterior. Desayunamos y salimos hacia Guanajuato, Patrimonio de la Humanidad. Fundada en 1559 y antigua ciudad hogar de la mina la Valenciana. La plata fue descubierta por primera vez en Guanajuato a mediados del siglo XVII. 
Visitamos el Templo de San Cayetano, que se encuentra al lado del yacimiento, almorzamos en un restaurante situado al lado del Teatro Juárez y por la tarde realizamos la visita de esta singular ciudad llena de túneles y sabor antiguo. Nos desplazamos hasta el Monumento de la Pípila, regresamos al centro histórico para ver el Teatro Juárez, los Jardines de la Unión, la Plaza del Baratillo, la Universidad, el Callejón del Beso, el Mercado Hidalgo y la Alhóndiga de Granaditas. A continuación, nos dirigimos al hotel para cenar y descansar.

Día 2 noviembre de 2016
Como el día anterior, la llamada fue a las 6,30 horas. Desayunamos y salimos en dirección a San Miguel de Allende. Visitamos su centro histórico, que está lleno de edificios bien conservados que datan de los siglos XVII y XVIII. Con sus estrechas calles empedradas, patios arbolados, finos detalles arquitectónicos y suntuosos interiores, San Miguel de Allende es sin duda la ciudad más bonita de México. En 2008 la UNESCO la nombró Patrimonio de la Humanidad. 
Después de almorzar en un restaurante de la localidad, nos desplazamos hasta Atotonilco, situado a 14 km a las afueras de la ciudad de San Miguel de Allende, para visitar el  Santuario de Jesús de Atotonilco. En la parte exterior del templo se pueden apreciar los grandes muros de diez metros de largo; las cúpulas alcanzan los veinte metros y la torre de reloj es de veinte metros de altura. Las paredes y techos del interior están casi totalmente cubiertos de obra mural, escultura, inscripciones y pinturas al óleo en un estilo barroco popular mexicano. Según nos comentaron en la explicación, este complejo es conocido como la "Capilla Sixtina de América" o la "Capilla Sixtina de México" y desde luego se puede afirmar que así es. Ya de regreso, pasamos por Dolores Hidalgo para visitar la Iglesia que fue la Cuna de la Independencia de México, pues el atrio de la misma fue testigo del Grito de Dolores, la convocatoria inicial para tomar las armas en contra del régimen virreinal y de la corona española, emitida por el Padre Miguel Hidalgo y Costilla la madrugada del 16 de septiembre de 1810. También visitamos el cementerio de esta localidad y vimos la maravillosa tumba del compositor José Alfredo Jiménez. A la llegada a Guanajuato, cenamos en el hotel y nos retiramos a nuestras habitaciones.

Día 3 noviembre de 2016
Para no variar, la llamada se realizó a las 6,30 horas. Desayunamos y salimos rumbo a Querétaro, donde al llegar hicimos la visita de la ciudad. Visitamos el Acueducto, el Panteón de los Querétaros Ilustres, el Templo y el Convento de la Santa Cruz, la Plaza de los Fundadores, la Estatua del Apóstol del Gobierno (Casa de la Corregidora), la Casa de Ecala, el Templo de San Francisco, la Plaza de la Corregidora y el Teatro de la República. Al finalizar, nos dirigimos al restaurante donde almorzamos. Ya por la tarde, realizamos la visita del Museo Regional. También estuvimos viendo en el cerro de las campanas, lugar donde fue fusilado Maximiliano de Habsburgo, en el que actualmente se encuentra una monumental  estatua de Benito Juárez  de 13 metros sobre un pedestal de 6 metros de altura. Llegamos al hotel para cenar y posterior descanso.

Día 4 noviembre de 2016
Después de la llamada, que se realizó a las 7,00 horas, desayunamos y nos dirigimos a Tula de Allende, la ciudad Tolteca más importante de México, que floreció entre el 900 y el 1200. Conocimos sus pirámides y los atlantes, visitamos el recinto, posteriormente salimos en dirección a Ciudad de México para realizar nuestra última comida en esas tierras, lo que hicimos en un restaurante ubicado en el aeropuerto. Más tarde realizamos los trámites de embarque y tomamos el vuelo que nos llevaría directo a Madrid, pasando la noche a bordo.

Día 5 noviembre de 2016
La llegada al Aeropuerto de Madrid Barajas fue a las 14,00 horas. Recogimos los equipajes y nos trasladamos en autocar a Valladolid, donde llegamos a las 17,30 horas, dando por finalizado este maravilloso viaje.



Texto y fotografías: Antonio Adrados González












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27 de diciembre de 2016

Concierto: GUITARRA CLÁSICA, 28 de diciembre 2016













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26 de diciembre de 2016

Domus Pucelae: PRESENTACIÓN DE LA PUBLICACIÓN "VIAJES ARTÍSTICOS POR CASTILLA Y LEÓN. DIBUJOS DE LA COLECCIÓN CARDERERA EN EL MUSEO LÁZARO GALDIANO"


El pasado 22 de diciembre, en la Sala Lope de Rueda de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid, tuvo lugar la presentación del libro "Viajes Artísticos por Castilla y León. Dibujos de la Colección Carderera en el Museo Lázaro Galdiano", cuya edición ha sido realizada conjuntamente por la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid y la Asociación Cultural Domus Pucelae de Valladolid, contando con la colaboración de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y la Facultad de Filosofía y Letras de Valladolid, que cedió el apropiado recinto académico para el desarrollo del acto.

En el mismo intervinieron Santiago García Vegas y Fernando Regueras Grande, como representantes de Domus Pucelae, junto a Juan Antonio Yeves Andrés, bibliotecario de la Fundación Lázaro Galdiano, Itziar Arana Cobos y Rocío Calvo Martín, especialistas en la obra de Carderera que son autoras de los textos de la edición.

Santiago García mostró su satisfacción por el apoyo de todos los socios a esta empresa y por haber conseguido hacer realidad un proyecto cuyos trabajos se han gestado durante cuatro largos años, aunque la espera y el esfuerzo a todas luces han merecido la pena. Como Presidente de Domus Pucelae resaltó que, como en ocasiones anteriores, la financiación de la edición no ha contado con ningún tipo de subvenciones o ayudas públicas, lo que aumenta el valor de un grupo de vallisoletanos interesados por el patrimonio artístico castellano-leonés.

Fernando Regueras, desde un punto de vista académico, se centró en la personalidad del oscense Valentín Carderera (1796-1880), verdadero protagonista del libro, que desde su polifacética condición de arqueólogo, estudioso, pintor, coleccionista, bibliófilo y escritor nos dejó este incomparable legado de dibujos y acuarelas con monumentos de Castilla y León, algunos de ellos desaparecidos, realizados durante sus viajes como comisionado del Gobierno para inventariar los monasterios desamortizados.

Intervención de Juan Antonio Yeves Andrés
Juan Antonio Yeves, editor y coordinador de los trabajos, destacó la importancia del legado de Valentín Carderera e informó de las circunstancias por las que libros, documentos personales, estampas y dibujos de su colección recalaron en manos del también coleccionista José Lázaro Galdiano, un legado que en la Fundación actual consideraban necesario darlo a conocer en profundidad, siendo inesperado y proverbial el coincidente interés de Domus Pucelae por llevar a cabo este trabajo divulgativo en lo referente a los monumentos de Castilla y León en el siglo XIX.

Finalmente, Itziar Arana y Rocío Calvo, autoras del estudio de las peripecias personales en los periplos de Valentín Carderera, así como del catálogo de sus obras, expusieron la complicada tarea de ordenar y recomponer, a modo de puzle, las notas personales, dibujos y pinturas realizadas durante sus viajes por nuestras tierras. Como conocedoras a fondo de la labor desempeñada por Valentín Carderera, ambas coincidieron en destacarle como el mayor conocedor y erudito del arte hispano de su tiempo, ejerciendo como verdadera fuente de información para otros estudiosos y viajantes, poniendo énfasis en su obsesión por salvaguardar el patrimonio artístico español cuando fue encargado de hacer una selección de obras para ingresar en el Museo de la Trinidad de Madrid. 

El resultado de este esfuerzo por estudiar tan importante legado plástico es un verdadero tesoro. Como también lo es el personaje y las circunstancias en el tiempo que le tocó vivir, que bien pueden servir de inspiración para el guión de una película, pues ambas investigadoras, a través de las notas personales de Valentín Carderera, van aplicando sugestivas pinceladas que esbozan una época insegura para la estimación y la valoración artística, con indolentes responsables del patrimonio contrapuestos al apasionamiento por el arte del oscense, evidenciando en muchos casos la incomprensión de la codicia frente a la sensibilidad de este peculiar personaje que supeditó su vida personal a su labor en pro del legado monumental y el arte.
La publicación, que consta de 520 páginas y 249 ilustraciones a todo color, ha sido impresa con esmero en la imprenta vallisoletana Cargraf Artes Gráficas. Tras la entrega de un ejemplar a cada socio de Domus Pucelae, una parte limitada de la edición ha sido puesta a la venta hasta el 6 de enero de 2017 al precio de lanzamiento de 35€.

Reseña sobre el libro publicada por el diario El Norte de Castilla el 24 de diciembre 2016.




























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23 de diciembre de 2016

Theatrum: COLECCIÓN DEL DIVINO INFANTE, buena dosis de ternura y humanidad








IMÁGENES EXENTAS DEL NIÑO JESÚS
Varios autores anónimos
Siglos XVII al XIX
Madera policromada, postizos y orfebrería
Museo del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana, Valladolid
Escultura barroca española y napolitana; escultura devocional decimonónica








Imágenes napolitanas del Niño Jesús, siglo XVIII
Uno de los museos más desconocidos de Valladolid, incluso por los propios vallisoletanos, es el del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana, a pesar de su céntrica localización y de ofrecer al visitante las tres únicas pinturas de Goya existentes en Castilla y León, obras emblemáticas de su oferta museística. Sin embargo, si hay algo que le hace diferente, es la originalidad de muchas de las obras que ofrece, siendo la copiosa colección de esculturas del Divino Infante una de las más relevantes.

En otras ocasiones nos hemos referido, de forma genérica, a la iconografía del Niño Jesús como un subgénero con sus propias peculiaridades dentro del arte católico, poniendo un especial énfasis en determinadas obras escultóricas elaboradas por renombrados autores españoles y aludiendo a los desaparecidos rituales litúrgicos y lúdicos practicados con ellas en las clausuras femeninas. En esta ocasión queremos fijar nuestra atención en una serie de niños casi "expósitos" que nos esperan anhelantes en sus vitrinas para contarnos con su silencio una vieja historia de afectos y devociones.

Hubo otro tiempo en que durante las procesiones del Corpus, pero sobre todo en las celebraciones ligadas al Adviento y la Navidad, se producían intramuros de las clausuras femeninas unos rituales con su propia tradición y codificación, cuyo protagonismo absoluto recaía en las imágenes exentas del Niño Jesús. Es lo que Letizia Arbeteta1 ha definido acertadamente como la "Navidad oculta".

Antes hemos de recordar que la iconografía del Niño Jesús aislado se gestó en el siglo XIV, aunque alcanzaría un considerable desarrollo en el XV, cuando comienzan a ser elaboradas como figuras exentas tanto en territorios centroeuropeos como en Italia. A finales del siglo XV, y especialmente en la primera mitad del siglo XVI, se hicieron muy populares unas pequeñas esculturas elaboradas en talleres de la ciudad flamenca de Malinas, asentamiento de una corte renacentista donde el emperador Carlos fue criado junto a su tía Margarita de Austria, circunstancia que por un lado favoreció la presencia de personajes de la administración real, lo que estimuló el asentamiento de talleres artísticos de gran refinamiento, y, por otro, el posterior envío de estas piezas a España2.

Niño Jesús Durmiente, s. XVIII
Las estatuillas del Niño Jesús de Malinas eran realizadas en talleres especializados —en madera y marfil—, cuya talla y policromía pasaban un preceptivo control del correspondiente gremio. Desde la ciudad flamenca se distribuían a otros territorios, entre ellos a España, donde llegaban a las legendarias ferias de Medina del Campo, Barcelona, Valencia y Sevilla (puerto conectado con Amberes), desde donde salieron algunas piezas para territorios hispanoamericanos3.

Aquellas pequeñas figuras infantiles de Malinas, de cuerpo estereotipado y rasgos orientales, donde el Niño Jesús era presentado como Salvator Mundi, bendiciendo y sujetando un globo terráqueo, nada tenían que ver con las experiencias italianas del Quattrocento, donde a partir de las recreaciones en bronce de Andrea del Verrocchio de algunos amorcillos romanos para ser colocados en fuentes, estos modelos se adaptarían a la iconografía cristiana, siendo Desiderio de Setignano —formado en el círculo de Donatello— el pionero el elaborar imágenes del Niño Jesús en madera y mármol con los atributos de la Pasión, recogiendo el testigo Francesco di Simone Ferrucci, igualmente autor de infantes en mármol.

Niño Jesús del Pesebre, s. XVII
La interpretación renacentista respondía a una nueva religiosidad que, abandonadas las antiguas pautas de piedad por influencia de las corrientes humanistas, se centró en exaltar la realidad humana de Cristo para ofrecer una nueva visión del mundo considerando que, para valorar convenientemente su sacrificio, era necesario ante todo tener en cuenta su humanidad. En ello coincidirían pensadores tan dispares como Erasmo de Rotterdam, Martín Lutero y Teresa de Jesús. Ello explica que en el siglo XVI comenzaran a proliferar imágenes del Divino Infante en total desnudez como recurso para resaltar su fragilidad humana, generalmente con un tratamiento de calculada ternura que se canalizaría a través de diversos arquetipos muy aptos para la devoción individual en oratorios privados o en la intimidad de las clausuras.


Niño Jesús "Manolito", siglo XIX

Durante el siglo XVII las esculturas exentas del Niño Jesús llegarían a convertirse en un auténtico fenómeno iconográfico de marcado acento español y su área de influencia como respuesta a los ideales de la Contrarreforma, hecho al que no fueron ajenas las recomendaciones de Teresa de Jesús en sus fundaciones. De modo que se extendió la afición por este tipo de representaciones, que paulatinamente se fueron ampliando y diversificando con nuevas modalidades, técnicas y materiales, llegando a incorporar postizos para realzar su realismo y los más variados elementos de atrezo y ornato, entre ellos elaboradas piezas de orfebrería y costosos encajes y bordados.


A pesar de que como subgénero escultórico hasta tiempos recientes ha sido desdeñado por los historiadores, no hay que olvidar que imágenes del Niño Jesús salieron de las gubias de los más grandes maestros del barroco español, que definieron su propia tipología. Entre otros podemos citar a Gregorio Fernández en Castilla y a Juan Martínez Montañés, Juan de Mesa, Alonso Cano, Pedro de Mena, José Risueño y la Roldana en Andalucía, teniendo que recurrir algunos de ellos a la producción seriada en peltre para atender la enorme demanda, que en gran parte era atendida por todo un ejército de escultores anónimos que emulaban las creaciones de los grandes maestros.

Las innumerables esculturas barrocas del Niño Jesús le suelen presentar desnudo, aunque en diferentes actitudes que después serán comentadas, siendo excepcionales los casos en que aparece tallada la indumentaria, como ocurre en el Niño Jesús de Gregorio Fernández del convento de Santa Teresa de Valladolid o en los sedentes conservados en el Museo Diocesano de Zamora, en el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid o en el Monasterio de Santa Clara de Carrión de los Condes, por citar algunos de ellos.

Las piezas más frecuentes presentaban un desnudo infantil básico, sobre una rica peana, sobre el que se operaba un juego de transformación que permitía adaptar la imagen al calendario litúrgico o caracterizarle con determinados atributos con los que adquiría distintos significados, siempre a través de trabajos artesanales realizados por las monjas o benefactores, lo que dio lugar a la formación de abundantes ajuares en cada comunidad.
Dicho juego de transformación alcanzaba su máxima expresividad y riqueza a lo largo del siglo XVIII, cuando las imágenes infantiles recibieron la influencia de la moda cortesana de aire rococó, incorporando pelucas, ricas y exóticas telas en su indumentaria e innumerables aderezos de ricos metales y materiales preciosos, reflejando el mismo gusto por la transformación que en los ambientes cortesanos del momento. Un importante centro productivo de imágenes exentas del Niño Jesús de estilo tardobarroco se configuró en Nápoles —contemporáneo a la producción de los peculiares belenes napolitanos—, desde el que llegaron numerosas piezas a conventos y palacetes españoles.

Niños Rey de Reyes y Salvator Mundi, siglo XVII
Este fervor por las imágenes del Divino Infante se continuaría durante el siglo XIX, ocupando un lugar destacado en la producción los abundantes talleres especializados en imaginería religiosa aparecidos en el entorno de Olot (Gerona), origen de la distribución por toda España de unos arquetipos de imagen vestidera — cap i pota— basados en la estructura de un maniquí articulado en la que sólo cabezas, pies y manos aparecen talladas, siempre con un aspecto almibarado y aptos para recibir infinitos acabados de vestuario y aderezos. Estas esculturas de pequeño formato y de barata producción se prodigaron por conventos, oratorios privados y casas burguesas, incorporando para su protección, junto a las tradicionales vitrinas, la modalidad de fanales o campanas de cristal.

  

Niño Jesús, talleres napolitanos, siglo XVIII
La tipología del Divino Infante responde a tres arquetipos diferentes —recostado, sedente y erguido— para cuya elaboración se recurre a materiales muy variados, desde los más consistentes, como mármol, alabastro, terracota, estuco, metales preciosos, peltre, plomo y marfil, a los más endebles realizados en papelón, pasta de maíz y cera, aunque en el arte hispano predominan los tallados en madera y acabado policromado, adaptándose todos ellos en cada época a los cánones estéticos y estilísticos imperantes en cada territorio. Sobre la base de una escultura en plena desnudez, será la serie de postizos añadidos —vestuario real, encajes, bordados, pelucas, coronas, potencias, objetos, joyas, amuletos, animales, guirnaldas, etc.— los que definan la caracterización de cada figura hasta adquirir un aspecto que llega a ser desbordante, siempre bajo la premisa de la naturaleza humana de Jesús.

Niño Jesús Rey de Reyes, s. XVIII
En una síntesis necesaria, citaremos entre las modalidades más extendidas la del Niño del Pesebre, la más humanizada, que le presenta recostado —en ocasiones durmiente o enfajado— sobre una humilde cuna o sobre lujosos lechos de corte aristocrático, extendiendo su apariencia a niños sentados, generalmente con un semblante risueño, que las religiosas mimaban como si de un bebé real se tratara. Esta tipología tiene su extensión en niños presentados como un escolar aprendiendo a leer e incluso como Divino Maestro.

Muy frecuente es el niño Salvator Mundi, erguido, en actitud de bendecir y sujetando un simbólico globo terráqueo, generalmente transformado en Rey de Reyes con los atributos de un rey o emperador, como corona, rica túnica bordada y manto, a partir del siglo XVIII sujetando en ocasiones un cetro o presentado de forma sedente sobre un rico trono y con los pies descansando sobre un cojín, generalmente con una expresividad extraordinaria. 
San Juanito, s. XVIII

Ajustándose a esta modalidad aparecen también las figuras de San Juanito, que recibe idéntico tratamiento, con el vestuario debidamente adaptado y en ocasiones formando grupo con el Niño Jesús, según una iconografía popular compartida por la pintura. Otra derivación es el Niño Eucarístico, especialmente concebido para las celebraciones del Corpus, que se suele acompañar de un cáliz, un manto y un estandarte, un aspecto que alude al misterio de la Resurrección.

Una tipología muy bien definida es la del Niño Pasionario, que con el rostro entristecido y un gesto lloroso y melancólico —mirada a lo alto y lágrimas de resina o cristal sobre sus mejillas, porta los atributos de la Pasión —corona de espinas, cruz, esponja, lanza, clavos, columna, escalera, etc.— para evidenciar su condición humana, una iconografía que puede resultar un tanto despiadada por vincular a Jesús con la tortura de la cruz desde la niñez, algo que encuentra su explicación en el objetivo de conmover e inducir a la meditación. 
Niño Jesús Peregrino y Niño Jesús Pasionario, s. XVIII
Como variante de esta tipología también aparece el Niño Durmiente, generalmente recostado sobre una cruz y sumido en un profundo sueño, aunque en ocasiones reposa sobre una calavera o un corazón para recordar la fugacidad de la vida terrenal o su generosa entrega redentora para alcanzar el sueño de la vida eterna. 

Todas estas modalidades se entremezclan con una gran variedad de adaptaciones que las figuras infantiles recibían en el interior de las clausuras, donde la indumentaria y los accesorios elaborados por las monjas les conferían diferentes caracterizaciones, dando lugar a un extenso catálogo en el que el Niño Jesús puede aparecer como Buen Pastor, pastorcillo, peregrino, abogado, hortelano, cocinero, fraile, sacerdote, obispo, papa, etc.
 
Detalle de Niño Jesús Pasionario, s. XVIII
A partir del siglo XVIII estas imágenes acentuaron el uso de postizos, incorporando pelucas reales junto a los ojos de cristal, destacando los ejemplares llegados desde los prestigiosos talleres napolitanos. Los valiosos ajuares de estas imágenes reportan grandes valores etnográficos y antropológicos, reflejando, como ningún otro tipo de imágenes, la sincera relación de la religiosidad de cada época con el arte.

Este tipo de imágenes del Divino Infante adquiría su auténtica significación en el interior de las clausuras femeninas, donde muchas eran aportadas a la comunidad durante el ingreso de las religiosas, junto a cajas de costura, como dote simbólico a su nuevo "Esposo", dependiendo de las posibilidades económicas de las respectivas familias la calidad del escultor encargado de la talla y la riqueza de sus accesorios. Otras ingresaban en los conventos como donaciones de algunos benefactores, de modo que su presencia se implantó en todas las dependencias del convento: cocina, costura, lavandería, coro y en las propias celdas, teniendo asignadas algunas imágenes el servicio de una camarera que se encargaba de su aderezo y conservación durante todo el año.

Detalle de Niño Peregrino y "Manolito", siglos XVIII y XIX
En los espacios restringidos de las clausuras, en torno a las imágenes del Niño Jesús, se fueron configurando toda una serie de rituales piadosos, determinados por cada comunidad, que abarcaban desde el Adviento a la fiesta de la Purificación de la Virgen o Candelaria (2 de febrero), con dos fases especialmente activas: durante el tiempo de Adviento, periodo de la Expectación, y durante la Natividad y Epifanía, periodo de Celebración o Pascua.

Entre las actividades del Adviento se encontraba como primera tradición la "Canastilla mística", incitación a las religiosas a elaborar con sacrificio una prenda u ornato para una imagen del Niño Jesús. En torno al 16 de diciembre seguían las "Jornaditas", con procesiones de las figuras engalanadas de la Virgen y San José por las celdas, evocando el rechazo en la búsqueda de posada.
 
Niño Jesús Salvator Mundi, siglos XVI y XVII
El 18 de diciembre se celebraba la "Expectación del Parto" o día de la O, una de las fiestas marianas más antiguas de España, donde se entonaban los primeros villancicos. Finalmente la tradición del "Niño de las celdas", en que la superiora o abadesa depositaba una imagen del Niño Jesús, llevada en procesión diaria, en cada una de las celdas, siendo recogida sucesivamente por cada una de las monjas, que realizaban un retiro, terminando la ceremonia el 23 de diciembre con el retiro de la priora.

Las celebraciones continuaban en la Navidad, cuando el 24 de diciembre estaba colocado el belén y los Niños lucían sus canastillas, siendo el momento de los cánticos y de algún plato especial de la cocina. El día de Navidad se sacaban los mejores paños y objetos de orfebrería para la misa y una imagen del Niño Jesús presidía el refectorio, pasando después por todas las celdas para recibir de cada monja un verso que relataba los principales acontecimientos del año. En algunos conventos se celebraba el día 28 los Santos Inocentes y el día 30 la Sagrada Familia, practicándose el "Juego del Niño Perdido", en alusión a la pérdida de Jesús en el Templo, consistente en esconder una imagen del Niño Jesús que la afortunada en encontrarla podía conservar durante un tiempo en su celda.

Niño Jesús Sacerdote y Niño Jesús Obispo, s. XVII
El ciclo terminaba el 1 de enero con la celebración del Nombre de Jesús. Para ello se entronizaba una imagen del Niño Jesús y se le rendía culto con el apelativo de "Manolito", nombre cariñoso derivado de Emmanuel. Tras la fiestas de los Reyes Magos y de la Purificación de María, conocida como la Candelaria, las imágenes del Niño Jesús, que recibían cariñosos apodos de las monjas, volvían a ocupar los arcones junto a sus ajuares. De todos estos ritos algunas comunidades todavía siguen practicando algunos, aunque en realidad todo esto ya es historia, pasando a convertirse las mejores imágenes en piezas codiciadas de museos.

De todas las modalidades citadas de la peculiar iconografía del Divino Infante, en el Museo del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana de Valladolid se presentan numerosos ejemplares ilustrativos de diferentes modalidades, épocas y materiales de los siglos XVII al XIX, con el acicate de conservar las arcas con los ajuares confeccionados a lo largo del tiempo por las monjas cistercienses que lo habitan, siendo especialmente llamativa la colección de zapatitos bordados. 
Niño Jesús como Buen Pastor, marfil indo-lusitano, s. XVII

     En la colección —más de una treintena de figuras expuestas— aparecen expresivas representaciones de las modalidades del Niño del Pesebre, Salvator Mundi, Rey de Reyes, Manolito y Niño Pasionario, figurando entre estos últimos bellos ejemplares napolitanos del siglo XVIII en perfecto estado de conservación.
No faltan caracterizaciones del Niño Jesús como sacerdote, obispo o peregrino, así como espléndidas imágenes de San Juanito y un Niño Jesús como Buen Pastor rodeado de animales, marfil indo-lusitano del siglo XVII lleno de exotismo. Algunos de ellos aparecen preservados en sus vitrinas y fanales originales. 

En este silencioso rincón de Valladolid todavía es posible recomponer mentalmente los desaparecidos rituales navideños en el interior de la clausura y apreciar el alcance artístico y devocional que las peculiares representaciones del Niño Jesús tienen en el panorama del arte español, en este caso ilustrado con buenos ejemplos de los vestidos, joyas, amuletos y un sinfín de variados objetos que las religiosas del monasterio les fueron incorporando con pasión y ternura.  

Ajuares del Niño Jesús bordados por las monjas

Informe y fotografías: J. M. Travieso.




NOTAS

1 ARBETETA, Letizia: La Navidad oculta. Los Niños Jesús de las clausuras toledanas. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Toledo, 1999.

2 MANRIQUE FIGUEROA, César: Tres casos de difusión y presencia de esculturas flamencas fuera de Europa continental. Atrio, Revista de Historia del Arte 13 y 14 (2007/2008), pp. 71-82.

3 GORIS, J.A.: Étude sur les colonies marchantes meridionales (portugais, espagnols, italiens) à Anvers de 1488 a 1567. Librairie Universitaire, Lovaina, 1925, pp. 283-284.

Zapatitos del Niño Jesús bordados
















Aspectos de las salas dedicadas a las imágenes del  Niño Jesús





























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