9 de marzo de 2018

Theatrum: LA SAGRADA FAMILIA, refinada composición referida al Niño perdido












LA SAGRADA FAMILIA
Gregorio Martínez (Valladolid, 1547-1598)
Hacia 1597
Óleo sobre lienzo
Sacristía de la Real Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid
Pintura renacentista española. Corriente manierista














Uno de los mejores pintores vallisoletanos de todos los tiempos y figura sobresaliente en el panorama español del último cuarto del siglo XVI es Gregorio Martínez, que dio muestras de su talento a través de una obra adscrita a la corriente manierista en la que pone de manifiesto el dominio de un dibujo preciso, un personal tratamiento en las anatomías y pliegues de las indumentarias, su capacidad creativa para recrear inconfundibles y bellos modelos femeninos e infantiles de raigambre rafaelesca, el uso de una personal paleta cromática que adapta con habilidad a cada uno de los temas y la inclusión en los fondos de elementos arquitectónicos monumentales inspirados en la Roma clásica, tomados de estampas y grabados que él no se limita a reproducir, sino que inteligentemente los interpreta a su manera, algo inusual entre los pintores españoles.

Todos estos conceptos están patentes en una de las últimas obras de su producción, la pintura de la Sagrada Familia que se conserva en la sacristía de la iglesia de San Miguel de Valladolid, templo perteneciente a la Compañía de Jesús hasta su expulsión en 1767, según la Pragmática Sanción dictada por Carlos III ese año, y después reconvertido en iglesia de San Miguel y San Julián.

LA SAGRADA FAMILIA DE GREGORIO MARTÍNEZ

La pintura, una de las pocas firmadas por Gregorio Martínez, fue donada a la iglesia jesuítica en 1598 por doña María de Pinedo, viuda de don Alonso de Ontiveros, que en el acta de entrega manifestaba: "Les hago donación de la Ymagen de San Joseph que yo tengo y que ha de ser la grande que tiene el Niño Perdido y a la Nra Señora de mano de Gregorio Martínez pintor y se ha de poner encima de la puerta con sus dos cortinas y hace de descubrir las fiestas principales solamente"1.

En efecto, a pesar de mostrar aparentemente un convencional grupo de la Sagrada Familia, en realidad la escena representa el Hallazgo del Niño perdido, esto es, un pasaje de la vida oculta de Jesús referido a un incidente producido cuando el infante había cumplido los doce años. Todos los años el pequeño Jesús acudía habitualmente con sus padres en tiempo de Pascua al Templo de Jerusalén para celebrar la fiesta. Ese año ya tenía la edad preceptiva para que los adolescentes fuesen considerados "hijos de la Ley", lo que comportaba ciertas obligaciones. 
Cuando María y José emprendieron el regreso, como de costumbre, supusieron que el Niño iba en la caravana, pero al no hallarle entre parientes y conocidos retornaron a Jerusalén en su busca. Al cabo de tres días de desconcierto lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores de la Ley, a los que por haber alcanzado la mayoría de edad religiosa preguntaba, escuchaba y admiraba con su sabiduría. Tras el hallazgo, la angustia de los padres se tornaba en alegría, aunque estos no lograban entender el alcance de los asuntos tratados por su joven hijo.   

El pintor plasma el momento en que, a la salida del Templo de Jerusalén, los tres personajes emprenden el camino de regreso a casa. A pesar de la angustia vivida, María se siente reconfortada y San José con gesto protector toma al Niño de la mano. Para facilitar la comprensión del pasaje, el pintor establece un hábil juego de miradas y gestos entre los tres personajes. El Niño Jesús, con la cabeza levantada y la mirada dirigida hacia su Madre, parece pedir disculpas por los problemas causados con su ausencia, a lo que María responde con gesto complaciente. San José, caracterizado como un maduro patriarca, también dirige su mirada al Niño y le da protección agarrándole de la mano mientras sujeta su cayado y emprende la marcha. Al fondo se vislumbra el monumental Templo de Jerusalén con líneas de inspiración romana que realzan la composición y al tiempo encuadran el momento del pasaje.  

Gregorio Martínez establece una diáfana y armoniosa composición que tiene su epicentro en el triángulo cerrado que establecen las tres cabezas, dotando a cada uno de los personajes, a través de los gestos y la indumentaria, de su propia personalidad. La escena está resuelta con una gama de tonos muy suaves que están aplicados para destacar la blancura de la figura del Niño, que parece irradiar luminosidad. La luz que penetra desde la parte izquierda produce fuertes contrastes lumínicos en las figuras, potenciando sus valores tridimensionales y reforzando el misticismo espiritual de la escena, abriendo con estos recursos, como se aprecia en el tratamiento realista del manto de San José, la senda de la pintura protobarroca.

No pasa desapercibido el arquetipo femenino de la Virgen, repetidamente plasmado por el pintor a partir de grabados que reproducían pinturas de Rafael. La colocación de la cabeza suavemente inclinada, su modelado próximo al sfumato y el ideal rafaelesco de belleza femenina es una constante en sus pinturas, presentando una gran similitud con la Virgen de la Anunciación (Museo Nacional de Escultura) que pintara en 1596 para la capilla funeraria que el banquero Fabio Nelli de Espinosa disponía en la iglesia conventual de San Agustín de Valladolid, una obra que, como señaló Angulo, se inspira en un grabado de Battista Franco2, especializado en obras de Rafael, Miguel Ángel y Giulio Romano.

Gregorio Martínez. Izda: Detalle de la Anunciación, h. 1596, Museo Nacional de Escultura
Dcha: Detalle de La Sagrada Familia, h. 1597, iglesia de San Miguel, Valladolid
Debido al fuerte componente rafaelesco de las "Vírgenes" de Gregorio Martínez, entre las nuevas atribuciones al pintor vallisoletano, sugeridas por Jesús Urrea,  se encuentran dos obras sin autoría definida hasta ahora. Una de ellas es la Adoración de los Reyes (posiblemente acompañada de la Visitación), realizada hacia 1582 para el retablo de la capilla de los Alderete3 de la iglesia de San Antolín de Tordesillas, un retablo en el que complementando las esculturas y relieves de Juan de Juni figuran seis pinturas de las que Manuel Arias Martínez ha sugerido la autoría del pintor florentino Benedito Rabuyate, afincado en Valladolid y para el que Gregorio Martínez trabajó como oficial absorbiendo plenamente el lenguaje italiano, tal y como se aprecia en la pintura. Otra obra es la excelente copia de la Sagrada Familia con San Juanito de Rafael, denominada Virgen de la Rosa (original en el Museo del Prado, procedente del monasterio de El Escorial) que se conserva en el Museo Nacional de Escultura (procedente del monasterio de la Mejorada de Olmedo), que pudo ser realizada por Gregorio Martínez hacia 1589, cuando estuvo presente en el recinto escurialense4.    

EN TORNO AL PINTOR GREGORIO MARTÍNEZ

Si Ponz, Bosarte y Ceán Bermúdez ya le consideraban entre los mejores de su época, han sido los estudios sobre su vida y obra realizados por José Martí y Monsó, Juan Agapito y Revilla y Juan José Martín González los que han ido perfilando su personalidad artística y el corpus de su obra, aunque más definitivo es el último estudio de Jesús Urrea, hito trascendental para realizar una decisiva puesta en valor del artista, al que en tiempos recientes se le ha asignado la autoría de nuevas pinturas hasta configurar una obra que explica por sí misma los méritos y aportaciones del pintor al panorama de la pintura manierista española.

Gregorio Martínez5, nacido en Valladolid en 1547 y bautizado en la antigua parroquia de San Miguel, perteneció a una destacada familia de artistas. Hijo del pintor Francisco Martínez y de Francisca de Espinosa, realizó su primera formación en el taller paterno junto a su hermano mayor Matías Martínez, igualmente pintor. Suficientemente preparado, ingresó como oficial en el taller que el florentino Benedito Rabuyate tenía abierto en Valladolid, maestro que le facilitó el contacto con las corrientes pictóricas del manierismo toscano.

Gregorio Martínez. Tríptico de la Crucifixión, 1580, pinturas laterales.
La Virgen con las Santas Mujeres y San Juan con apóstoles, Museo del Prado
En 1568, con 21 años, comienza a trabajar independiente y contrae matrimonio con Baltasara Ordóñez, con la que tendría cinco hijos: Leandro (1569), Luisa (1571), Francisco (1574, futuro pintor), Baltasara (1589) y Marcelo (1590). A partir de entonces su situación económica y su prestigio conocería una lenta evolución. Comienza instalándose en Medina de Rioseco para atender diversos encargos, siendo en 1589 cuando comienza a firmar importantes contratos y a ejercer como tasador, siendo llamado al monasterio de El Escorial, junto a los pintores Blas de Prado y Diego de Urbina, para valorar las obras de los italianos Rómulo Cincinato, Nicolás Granelo y Pellegrino Tibaldi, trabajo que le reportó grandes beneficios y conocimientos, pues allí tuvo la ocasión de ponerse en contacto con el arte italiano de los pintores cortesanos, que llegó a asimilar con gran naturalidad.

En 1593 se trasladaba a Burgos, acompañado de su familia, para trabajar en el pintado y dorado del retablo mayor de la Catedral burgalesa. En 1596 ya había regresado a Valladolid, donde contrató el retablo y la decoración de la capilla funeraria que el banquero Fabio Nelli tenía en la iglesia de San Agustín, a cuyo trabajo siguió el encargo de las pinturas del retablo de la capilla de San Jacinto de la iglesia de San Pablo de Valladolid, propiedad del doctor Luis Mercado, obra que no llegó a finalizar por sorprenderle la muerte en 1598, ocupándose del encargo su hijo Francisco.

Gregorio Martínez. Izda: Adoración de los Reyes, 1576, iglesia de Sta. María, Medina de Rioseco
Dcha: Adoración de los Reyes, 1581, retablo de la capilla de los Alderete, iglesia de San Antolín, Tordesillas
Gregorio Martínez dejaba una estela que, a pesar de gozar de gran prestigio en su época, ha tenido que esperar muchos años para poder configurar el conjunto de obras y atribuciones que permiten situarle, como ya se ha dicho, entre lo más granado de la pintura hispánica de finales del siglo XVI.

Una obra magnífica

Ejemplos de su etapa inicial los encontramos en las pinturas de la Adoración de los Reyes, el Martirio de San Andrés y el Martirio de San Pedro de la iglesia de Santa María de Medina de Rioseco, realizadas hacia 1576.
De 1580 es su primera obra fechada, el Tríptico de la Crucifixión encargado por don Hernando de la Vega, Presidente del Consejo de Indias y residente en Madrid, que no lo llegó a pagar y que tras un pleito fue devuelto al pintor, que lo revendió en 1590 al escultor Pompeo Leoni. De dicho tríptico se conservan en el Museo del Prado los cobres laterales con las escenas de La Virgen acompañada de las Santas Mujeres y San Juan Evangelista con apóstoles, obras que se han venido considerando de Francisco Vanni, según atribución de Pedro de Madrazo en 1848 y que ahora, como auténtica novedad, son restituidas a Gregorio Martínez6.
Gregorio Martínez. Detalle de San Juan Bautista, 1590-1595
Retablo de la capilla de los Alarcón, iglesia de Palomares del Campo (Cuenca)
Ese mismo año realizaba la pintura firmada de San Juan Bautista del arruinado convento de Las Gordillas de Ávila, con la potente y monumental figura del Precursor que repetiría diez años después en el retablo de la capilla de los Alarcón de la iglesia de Palomares del Campo (Cuenca).

De 1581 datan las pinturas de la Visitación y la Adoración de los Reyes que junto a esculturas de Juan de Juni y otras tablas de Benedito Rabuyate forman parte del retablo de la capilla de los Alderete en la iglesia de San Antolín de Tordesillas (hoy convertida en museo). A ese momento también corresponde la tabla firmada que representa en clave dramática la Piedad con San Agustín y San Nicolás de Tolentino, adquirida en el comercio del arte por el Davis Museum de Wellesley, Massachusetts.

En 1583 realizaba, junto al pintor Benito Ronco, seis lienzos de gran formato con temas de la Pasión y técnica de grisalla para la iglesia de la Magdalena de Valladolid (recogidos en los almacenes del arzobispado de Valladolid en preocupante estado), realizando en 1585 y con el mismo colaborador otra serie similar, que no se ha conservado, para la iglesia de Olmos de Esgueva (Valladolid).

Gregorio Martínez. Piedad con San Agustín y San Nicolás de Tolentino,
Hacia 1580, Davis Museum de Wellesley (Massachusetts)
En 1585 contrataba, junto al pintor Juan Díez, las pinturas, dorado y estofado de un retablo elaborado por el escultor Francisco de la Maza para una capilla del claustro del convento de San Pablo de la que era propietario Mateo Lomas Cantoral. Ese mismo año realiza las pinturas de un retablo de la iglesia de Corcos del Valle (Valladolid).

Durante 1589 elaboraba una colección de pinturas (no conservada) para una capilla que Juan de Sevilla y su esposa Ana de la Vega disponían en el convento de San Francisco de Valladolid. Asimismo, en torno a 1590 se pueden datar dos pinturas de gran calidad. Se trata de una Piedad firmada que se conserva en el Staarliche Kunsthalle de Karlsruhe (Alemania) y de una Sagrada Familia con San Juanito que se guarda en el Colegio de Agustinos Filipinos de Valladolid.

Entre 1593 y 1596 Gregorio Martínez se hallaba en Burgos para realizar el dorado y pinturas del retablo mayor de la catedral. A ese momento corresponden las pinturas de la Anunciación (actualmente en capilla de Santiago), y las de San Pedro y San Andrés, que pertenecieron al mismo retablo, aunque ahora se hallen separadas.


Gregorio Martínez. Anunciación y Virgen con el Niño, 1595
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
De regreso en Valladolid, en 1595 contrataba con Pedro de Arriola las pinturas de un retablo para la capilla que éste tenía en la iglesia de San Esteban —desaparecidas tanto las pinturas como la iglesia—, así como la bella e italianizante tabla de la Virgen con el Niño del Museo Nacional de Escultura, de la que no se conoce la procedencia.

En 1596 el pintor demuestra estar en la cumbre de su carrera y ve incrementado su prestigio por un afortunado encargo. Este año el banquero Fabio Nelli de Espinosa le encargada la pintura que debía presidir el altar de la capilla que disponía en la iglesia de San Agustín de Valladolid, así como las pinturas decorativas de los Cuatro Evangelistas de las pechinas, el Espíritu Santo en la cúpula, las Virtudes del arco del altar, el Adán y Eva del arco de entrada a la capilla y la serie de floreros sobre la cornisa, todas ellas desaparecidas con la ruina de la iglesia.
No obstante, de aquel magno conjunto se ha conservado la refinada pintura central de la Anunciación, actualmente recogida en el Museo Nacional de Escultura, que es una de las mejores pinturas elaboradas en un taller vallisoletano a lo largo de la historia. Cuatro tablas de la predela, con los temas del Nacimiento, Adoración de los Reyes, Circuncisión y Presentación en el Templo se hallan en la colección Finat Calvo de Valladolid. Se ha perdido la representación de la Trinidad que coronaba el ático.
Gregorio Martínez. Imposición de la casulla a San Ildefonso, h. 1596
Izda: Museo Nacional de Escultura / Dcha: Museo de Valladolid
Al mismo momento corresponde la pintura de la Imposición de la casulla a San Ildefonso que se guarda en el Museo de Valladolid, seguramente procedente del banco de algún retablo, relacionada con otra pintura del mismo tema y formato ovalado que se conserva en el Museo Nacional de Escultura.

Para la capilla familiar de la iglesia de Palomares del Campo (Cuenca), entre 1590 y 1595 Gregorio Martínez pintaba un retablo, que se ha conservado completo, encargado por los familiares de don Hernando de Alarcón, I marqués de la Valle Siciliana y Renda, fallecido en 1540 y enterrado en dicha capilla, una obra cuya autoría ha sido desvelada recientemente7. El retablo, de dos cuerpos y tres calles de diseño clasicista, está presidido por una pintura monumental de la Inmaculada, sobre la que aparece la imponente pintura de San Juan Bautista. En las calles se colocan las representaciones de San Pedro y San Pablo, en el primer cuerpo, y San Francisco de Asís y San Francisco de Paula en el segundo, colocándose sobre los frontones que les rematan las virtudes de la Fe, Esperanza, Caridad y Justicia.

Gregorio Martínez. Retablo y detalle de Inmaculada, 1590-1595
Retablo de la capilla de los Alarcón, iglesia de Palomares del Campo (Cuenca) 
En su última etapa Gregorio Martínez realizaba obras de carácter protobarroco, sin abandonar la impronta italianizante. Entre ellas se encuentra la Visita de Cristo a Nicodemo de la iglesia de Santa María del Castillo de Olmedo (procedente del monasterio jerónimo de la Mejorada), con una inusual iconografía inspirada en un grabado de Jan Wierix. Obras tardías son también la Sagrada Familia con Santa Ana y La Virgen con el Niño, Santo Domingo y Santa Catalina de Siena, pertenecientes a la colección Finat Calvo de Valladolid.

A ese periodo también corresponde el impresionante lienzo de Ticio encadenado, reciente adquisición del Museo del Prado que constituye un caso excepcional en el panorama de la pintura española de la segunda mitad del XVI, tanto por abordar un tema mitológico como por el tratamiento del desnudo que protagoniza la pintura, con la figura del titán castigado eternamente a ser devoradas sus entrañas por un buitre. En este caso el motivo se inspira en un dibujo de Miguel Ángel, fechado en 1532, que guarda la realeza inglesa en el Castillo de Windsor.

Del mismo tiempo data la pintura de San Jerónimo del convento de padres carmelitas de Burgo de Osma (Soria) y la representación de la Sagrada Familia de la iglesia de San Miguel de Valladolid que aquí hemos tratado. En 1597 contrataba sus últimas pinturas, destinadas, como ya se ha referido, a la capilla que el doctor Luis Mercado disponía en el claustro del convento de San Pablo de Valladolid, retablo que no pudo culminar por morir durante el proceso.       
Gregorio Martínez. Izda: Sagrada Familia con San Juanito, h. 1590
Colegio de Agustinos Filipinos, Valladolid / Dcha: Visita de Cristo a
Nicodemo, h. 1598, iglesia de Santa María, Olmedo (Valladolid)


Informe y fotografías de la obra: J. M. Travieso.
Otras imágenes: museos correspondientes y red.






NOTAS

1 URREA, Jesús y VALDIVIESO, Enrique: Pintura barroca vallisoletana. Ed. Universidad de Valladolid y Ed. Universidad de Sevilla, Sevilla, 2017, p. 84.

2 Ibídem, p. 76.

3 Ibídem, p.68.

Gregorio Martínez. Izda: Anunciación, h. 1595, Catedral de Burgos
Dcha: Piedad, h. 1590, Staarliche Kunsthalle, Karlsruhe (Alemania)
4 Ibídem, p. 88.

5 Todos los datos biográficos que aquí figuran están extraídos del trabajo de Jesús Urrea y Enrique Valdivieso en la publicación Pintura barroca vallisoletana (Sevilla, 2017), que contiene una monografía del pintor bajo el epígrafe Gregorio Martínez (Valladolid, 1547-1598), pp. 63-88.

6 COLLAR DE CÁCERES, Fernando: El tríptico de Leoni y otras obras de Gregorio Martínez. Revista Goya 348, Museo Lázaro Galdiano, Madrid, 2014.

7 Ibídem, pp. 196-203.



Gregorio Martínez. Detalle de Ticio encadenado, 1595-1598
Museo del Prado

















Izda: Rafael. Virgen de la Rosa, Museo del Prado
Dcha: Posible copia de Gregorio Martínez en 1589, Museo Nacional de Escultura










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