21 de enero de 2013

Un museo interesante: MONASTERIO DE LAS HUELGAS REALES, Valladolid


MONASTERIO DE LAS HUELGAS REALES
Calle Huelgas 19, Valladolid

     El monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid está vinculado a la figura de María de Molina, tres veces reina de Castilla, pues el complejo conventual cisterciense se levanta sobre los terrenos de lo que fuera el palacio de recreo que en el siglo XIII tan ilustre dama compartía con su esposo Sancho IV el Bravo, próximo al llamado Prado de la Magdalena. El origen del monasterio femenino se encuentra en una primitiva fundación de doña Sancha, hermana de Alfonso VII, que tras obtener en 1282 la aprobación del obispo de Palencia, diócesis a la que pertenecía Valladolid, erigió un primer monasterio en el arrabal de San Juan (actual calle de Santa Lucía), cuya iglesia sucumbió a un incendio apenas pasados treinta y ocho años.

     Fue entonces cuando María de Molina decidió renovar la licencia para levantar un nuevo complejo cisterciense, entregando en 1320 parte de las dependencias de su propio palacio a María Fernández de Valverde, que por entonces ocupaba el cargo de abadesa. De este modo María de Molina se convertía en mecenas y fundadora de la nueva institución, que renovaba sus instalaciones bajo el patrocinio regio a cambio de orar por los miembros de la familia real. En ese momento se levanta un templo y distintas dependencias en estilo gótico, conservando la muralla de ladrillo y las torres de guardia del primitivo palacio, obra realizada por alarifes mudéjares de la que se conserva, como mudo testigo de aquel tiempo, la que fuera la puerta principal, hoy descontextualizada en el patio del colegio de Santa María la Real de las Huelgas.

     El monasterio fue víctima de los virulentos ataques de Alfonso XI el Justiciero, nieto de la fundadora, que en 1328 destruyó gran parte del palacio y del convento apenas pasados siete años de la muerte de su regia abuela, dando orden expresa de respetar únicamente su enterramiento, aquel que la reina dispusiera en su testamento, redactado en 1321, después de haber favorecido permanentemente a la comunidad. En aquella iglesia también serían enterrados su esposo Don Sancho y dos infantes.

     Habría que esperar a 1579 para que la abadesa Ana Quijada de Mendoza decidiera levantar una nueva iglesia y renovar buena parte de las dependencias monacales, al tiempo que reservó la capilla gótica de San Bernardo para su enterramiento, hoy convertida en Sala Capitular. Las obras fueron llevadas a cabo por los arquitectos Juan de Nates, Mateo de Elorriaga y Juan de Rada, que levantaron, dentro de la corriente clasicista imperante, un colosal edificio en ladrillo y tapial, con piedra reservada a ciertos elementos, como la austera portada de la iglesia, donde dos gruesas cadenas proclaman su carácter de residencia real.


     La iglesia, que fue consagrada siendo abadesa Isabel de Mendoza y de la Cerda, veinte años después del inicio de las obras, responde al esquema jesuítico implantado en Villagarcía de Campos, con planta de cruz latina inscrita en un rectángulo, nave única, capillas entre contrafuertes, bóveda de cañón con decoración geométrica y cúpula baída sobre el crucero, que aparece iluminando con arcos termales, mientras que las capillas lo hacen con óculos, siendo patentes en el alzado las influencias palladianas junto a otras derivadas de la arquitectura herreriana.
  
     La misma abadesa se ocupó de la dotación del nuevo templo, solicitando la traza del retablo mayor a Francisco de Praves que, tras ser entregada en 1613, sería completada con esculturas de Gregorio Fernández y pinturas de Tomás de Prado. En el crucero, ante el retablo mayor, se mantuvo el sepulcro de María de Molina, obra gótica realizada en un taller toledano hacia 1420 que presenta en alabastro la imagen yacente de la reina y en las caras de la cama los relieves del Calvario, San Juan Bautista, San Cristóbal y la Virgen con el Niño, con motivos heráldicos de la familia real y un curioso relieve testimonial a los pies que representa a María de Molina entregando a las monjas el acta de fundación.
     En el siglo XVII el monasterio conoció momentos de prosperidad al incrementarse el número de monjas cistercienses. Sirva como dato ilustrativo el censo de 1665,  cuando residían 42 religiosas, 20 criadas, 2 religiosos, 2 criados y 1 ama. Para atender sus necesidades serían proyectados por Francisco de Praves dos nuevos claustros en estilo clasicista de gran austeridad. Uno de ellos fue derribado durante las obras de adaptación del convento a centro de enseñanza en 1966, mientras que el otro fue terminado de restaurar en junio de 2007, recuperando el complejo un espacio recoleto e histórico.

     A partir de esta tercera reconstrucción, al ya abundante patrimonio de la comunidad se fueron incorporando a través del tiempo múltiples obras artísticas destinadas al culto y la liturgia, tanto en la iglesia como en el interior de la clausura. En una remodelación relativamente reciente, ya convertido el monasterio en centro de enseñanza, las antiguas dependencias del coro bajo fueron adaptadas para la presentación museística de su ingente patrimonio, donde figuran desde obras testimoniales de los tiempos fundacionales hasta piezas devocionales del último barroco, con profusión de altares, pinturas, esculturas, relicarios y curiosos objetos litúrgicos hoy en desuso.  

PIEZAS DESTACABLES DEL MUSEO DE LAS HUELGAS REALES

IGLESIA

Retablo Mayor, Gregorio Fernández y Tomás de Prado, 1613
     Sobre traza de Francisco de Praves y arquitectura clasicista del ensamblador Francisco Velázquez, presenta esculturas de Gregorio Fernández y pinturas de Tomás de Prado, que también se ocupó de la policromía del todo el retablo. Consta de banco, dos cuerpos y ático, con una articulación en cinco calles.
Descripción de la iconografía:
Banco: Relieves de los Cuatro Evangelistas y custodia rodeada de las pequeñas figuras de Santa Catalina, San Lorenzo, San Vicente y Santa Inés.
Primer cuerpo: Altorrelieve central del Abrazo místico a San Bernardo, hornacinas con San Juan Bautista y San José, relieves de San Gregorio y San Ambrosio, y pinturas del Nacimiento y Adoración de los Pastores.
Segundo cuerpo: Altorrelieve central de la Asunción de la Virgen, hornacinas con San Benito y San Bernardo, relieves de San Agustín y San Jerónimo, y pinturas de la Resurrección y la Ascensión.
Ático: Calvario central, San Miguel y San Rafael y dos grandes escudos del patronato real.

Retablo de la Asunción. Antonio Vázquez, hacia 1538.
     Banco, dos cuerpos, ático y tres calles. Escena central de la Asunción de Juan de Cambray, lo mismo que el Calvario. Siete tablas con las escenas del Abrazo en la Puerta Dorada, Anunciación, Visitación, Nacimiento, Epifanía, Circuncisión y Huída a Egipto, con composiciones y tipos inspirados en Juan de Borgoña.

Órgano barroco. Juan Casado Valdivieso, 1706.
     Fue construido por 600 ducados por el maestro organero vallisoletano y entregado el 27 de agosto de 1706, cuando era abadesa doña Lucrecia Teresa Cabeza de Vaca.
     Esta obra de arte musical es la única que se conserva de su autor y ha estado en uso en la comunidad durante más de 250 años. Tiene 3,5 m. de ancho y los intercolumnios están adornados con motivos vegetales churriguerescos, mientras que la cornisa se remata a los lados con escudos del Cister.
     Los 25 tubos de boca que componen la fachada, se disponen en cinco castillos, el central con los 5 tubos mayores del flautado. Tiene 9 registros en la izquierda y 11 en la derecha. El teclado fue renovado en 1950.

CLAUSURA

Recibidor
     Retratos de Sancho el Bravo y María de Molina, anónimo del siglo XVII. Él viste armadura y porta la bengala en la mano, mientras el yelmo descansa en una mesa. Ella aparece entregando la carta de fundación a cuatro religiosas. Ambos llevan letreros identificativos.

Archivo documental
     El monasterio posee un espléndido archivo documental, con más de 200 pergaminos, algunos de ellos con notables miniaturas y sellos, cuyos ejemplos se exponen en las vitrinas del museo. La comunidad conserva el Libro Tumbo, donde se recogen todas las actividades del convento desde su fundación, un ejemplar poco frecuente.

MUSEO

Yeserías mudéjares del palacio de María de Molina, siglo XIV
     Fragmentos de un friso decorativo que muestra el gusto de los reyes cristianos por el tipo de decoración de los palacios andalusíes. Presenta trabajos de lacerías donde se intercalan los emblemas de Castilla y León, con una orla recorrida por inscripciones cúficas ornamentales.

Virgen sedente con el Niño, último cuarto siglo XIII
     Asentada sobre un trono, la Virgen viste túnica ceñida y manto, cubriendo su cabeza con un velo que cae sobre los hombros. En su mano derecha sujeta un cetro y sobre su rodilla izquierda descansa el Niño en actitud de bendecir, mientras sujeta un libro. Los plegados naturalistas quedan realzados con la nueva policromía aplicada en el siglo XVI.

Crucifijo gótico de tipo "patético", anónimo, segunda mitad s. XIV
     Raro ejemplar con el cabello en forma de largos tirabuzones, barba puntiaguda, brazos muy oblicuos, costillas señaladas, vientre rehundido y perizoma pegado al cuerpo, siguiendo una iconografía aparecida en Francia y Alemania en el siglo XIV que realza los signos dolorosos.

Cristo crucificado, Juan de Juni, hacia 1555
     De tamaño natural, responde al prototipo juniano, con una anatomía atlética flexible, brazos en tensión, cabeza reclinada sobre el hombro derecho, corona de espinas tallada y rostro sereno de gran belleza clásica. Su torso y sus piernas se arquean estableciendo múltiples planos cóncavos y convexos que realzan el dramatismo de su anatomía hercúlea, al tiempo que el paño de pureza se desliza en diagonal por la cintura, para enfajarse en un nudo en la parte central, y los pies se cruzan en posición imposible. Obra maestra de la escultura manierista, con una escrupulosa policromía de tonos pálidos semimates. Forma un Calvario con las figuras de la Virgen, San Juan y la Magdalena, obras de calidad sensiblemente inferior relacionadas con el círculo de Adrián Álvarez.

Retrato de Teresa Gil, anónimo, siglo XVII
     Se trata de un retrato idealizado de la célebre rica-hembra de Castilla e infanta de Portugal recreado en el siglo XVII. El hecho de que figure con un manojo de llaves en la mano induce a pensar que fuera considerada como abadesa perpetua del monasterio, aunque esto no está documentado, ya que no llegó a tomar el hábito de la orden cisterciense. Aunque no se trate de una obra maestra pictórica, la pintura tiene un gran valor ilustrativo por proporcionar la imagen de la dama que da nombre a una de las calles vallisoletanas más populares.

Capilla del Nacimiento, Gregorio Fernández,1614
     La capilla se abre al trascoro mediante una embocadura clasicista policromada y una reja de forja con el escudo de la abadesa Isabel de Mendoza, su fundadora, cuyo enterramiento está en el centro de este espacio de muros y bóvedas profusamente decoradas. Está presidido por un retablo de pequeñas dimensiones enmarcado por cuatro pilastras, rematado por un arco de medio punto y decoración de bolas que contiene una de las joyas del monasterio, el altorrelieve preciosista del Nacimiento, obra de Gregorio Fernández hacia 1614, donde la Virgen, San José y el Niño aparecen acompañados de un grupo de pastores y varios ángeles. Ofrece un especial interés iconográfico por anticipar el escultor dos de sus prototipos: un pastor que toca la gaita, relacionado con la figura del Cirineo del paso procesional del Camino del Calvario, realizado ese mismo año, y la figura de San José, de la que realizaría siguiendo este modelo repetidos ejemplares para los conventos carmelitanos.
     A los lados aparecen Santiago y San Pablo y dos pinturas, una con "La Virgen recibiendo la comunión del apóstol San Juan revestido de sacerdote" y otra con "La lactancia mística de San Bernardo", así como dos escaparates napolitanos de cera igualmente del siglo XVII con las escenas de San Juan Niño en el desierto y Las Lágrimas de San Pedro. Sobre los muros laterales las pinturas de la Anunciación, próxima a Diego Valentín Díaz, y La aparición de Cristo a San Ignacio.
     Otras obras destacables de la misma capilla son la imagen de Cristo atado a la columna, realizada hacia 1500 y atribuible a Alejo de Vahía, y la pintura mural del Niño Jesús de la Pasión con marco fingido, de la segunda mitad del XVII.     

San Juan niño penitente, segunda mitad del siglo XVII   
     Se trata de una grácil figura barroca que representa a San Juan Bautista según el prototipo creado por Gregorio Fernández, en este caso como tierno infante. No obstante, el Precursor es presentado, pese a su corta edad, en su retiro en el desierto, con un paisaje rocoso rodeado de pequeños árboles, arbustos y reptiles, y con el cuerpo cubierto por una rústica túnica confeccionada con piel de camello. Con su dedo señala un desaparecido cordero colocado a sus pies. Su iconografía constituye una variante de las imágenes del Niño Jesús tan abundantes en las clausuras.

Retablo del Expolio, anónimo, siglo XVII
     Adopta la forma de tríptico, con la escena central del Expolio de Cristo y a los lados Cristo flagelado y San Pedro. Se corona en el ático con una escena de Cristo ante Caifás.

Retablo hornacina de San Francisco, s. XVIII
     De tipo rococó, con espejos, en su interior se halla la imagen del santo portando un crucifijo y un libro, obra del siglo XVI que sigue los modelos de Juan de Juni. A su lado las pinturas de Cristo con la Cruz, el Ecce Homo, la Virgen con el Niño y la Magdalena, obras notables del los siglos XVI y XVII.
   
Cabeza de San Juan Bautista. Felipe de Espinabete, tercer cuarto siglo XVIII  
     Los postulados tridentinos favorecieron en España las escenas de milagros y martirios en las artes plásticas. El gusto español por el dramatismo y los logros técnicos alcanzados por la escultura, favorecieron la aparición de truculentas escenas tridimensionales que con acentuado realismo eran capaces de sorprender a corta distancia. Uno de los motivos más impactantes eran las cabezas decapitadas de San Pablo y San Juan Bautista, de los que se hicieron múltiples versiones, como esta con la cabeza sobre la bandeja que entregaran a Salomé, con la tráquea y los signos de degollamiento bien visibles.

Relicarios
     Del antiguo altar de las Reliquias del monasterio, situado en el trascoro, se presenta una ilustrativa colección, entre ellas un pequeño retablo-relicario, el Relicario de San Bernardo y un Lignum Crucis de plata del siglo XVI.   

Colección de ramos de plata
     Singular colección de objetos suntuarios elaborados para ennoblecer ciertas advocaciones del culto interno.


Coro
     Este espacio, ocupado por una sillería de 56 sitiales de nogal, obra de Juan Sanz Calderón en 1618, presenta un testero decorado con numerosas pinturas de diferentes formatos. En el centro aparece una versión de la sevillana Virgen de la Antigua, junto a las pinturas de San Juan y San Bernardo, y en los extremos la Anunciación y la Sagrada Familia, atribuidas a Felipe Gil de Mena. Sobre ellas las escenas de la Crucifixión, el Calvario y la Piedad. En los comulgatorios dos notables pinturas, una flamenca con el busto del Ecce Homo, de mediados del siglo XV, y otra del XVI con Cristo con la cruz a cuestas, próxima a Luis de Morales.


VISITAS:
     El Museo de las Huelgas Reales no está abierto al público con un horario establecido, pero se puede concertar su visita previa solicitud al teléfono 983 291395 o por correo a la dirección smrhv@huelgasreales.es






















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3 comentarios:

  1. que preciosidad.Estuve en la Huelgas para ver el túmulo funerario de Doña Maria de Molina .la gran reina de Castilla.çLa monja que me lo enseño no me dijo ni palabra de su existencia.¡Lastima!
    Bueno una razon más para volver a Valladolid

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  2. Pedro Cano Ávila. Me gustaría que me enviara más datos y noticias sobre la decoración mudéjar, las yeserías y las inscripciones árabes. Querría saber si esa epigrafía árabe ha sido estudiada y dónde ha sido publicado el estudio. Muchas gracias. Todo el monasterio es muy interesante e importante.

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