27 de diciembre de 2013

Theatrum: LOS REYES MAGOS, participantes en desaparecidos rituales navideños








LOS REYES MAGOS
Anónimo
Siglo XVIII
Madera policromada, paños reales y adornos postizos
Museo del Convento de Santa Isabel, Valladolid
Escultura barroca castellana, según modelos napolitanos







En una de las dependencias del convento de Santa Isabel, convertida en sala musealizada en la que se muestran diversas obras de pintura, escultura, mobiliario y objetos litúrgicos pertenecientes a la comunidad de clarisas franciscanas, se abre un nicho mural, convertido en vitrina expositiva, en el que junto a otras obras se presenta un peculiar conjunto escultórico de los Reyes Magos.

LOS BELENES CONVENTUALES

Se trata de un grupo de tres figuras que antaño protagonizaron los rituales navideños que tenían lugar en el interior de la clausura, donde este tipo de figuras, generalmente de tipología popular, adquirían su verdadero significado en el ciclo que, con sus propias pautas establecidas en cada comunidad para celebrar la Navidad, comenzaba con el Adviento y culminaba con la celebración de la Epifanía, extendiéndose en algunos casos hasta la fiesta de la Purificación de la Virgen, también conocida como la Candelaria.

Era lo que algunos autores han venido a denominar la Navidad oculta por celebrarse intramuros de las clausuras, especialmente femeninas, donde las monjas se entregaban de forma apasionada a confeccionar en fechas previas las canastillas para el Niño, a vestir y colocar las figuras del belén que sería presentado cada 24 de diciembre, a celebrar el 25 de diciembre la Navidad con platos especiales en la cocina, así como cánticos y cultos con los mejores paños y objetos de orfebrería en torno a la figura del Divino Infante, a recordar el 28 a los Santos Inocentes, a venerar el 30 a la Sagrada Familia,  a practicar el «Juego del Niño Perdido» en alusión al hallazgo de Jesús en el Templo, y a renovar cada 1 de enero, fiesta del Nombre de Jesús, las promesas para el año entrante, terminando el 6 de enero con la fiesta tradicional de los Reyes Magos.

Estas celebraciones de carácter festivo se materializaban en un ingente número de figuras exentas del Niño Jesús, a las que se caracterizaban de las más variadas maneras, desde su imagen como recién nacido o Niño de la Navidad, a otras como infantes triunfantes, pasionarios, pastorcillos, adormecidos y un sin fin de caracterizaciones piadosas. Junto a ellos eran habituales diferentes representaciones del belén, en ambos casos con imágenes talladas en unas ocasiones por grandes maestros escultores y en otras por autores de marcado acento popular, unas veces elaboradas en España y otras importadas de otros países, siempre adaptándose a las técnicas y gustos estéticos de cada momento.

Figuras de la Casa de Nazareth, s. XVII
Convento de las Agustinas, Salamanca

Los belenes conventuales sintetizan el modo de religiosidad en tiempos pasados y constituyen un legado artístico cuya suerte ha discurrido paralela a los problemas padecidos por las distintas comunidades religiosas, especialmente aquellas minúsculas que durante los dos últimos siglos fueron víctimas de desamortizaciones y conflictos bélicos, así como en tiempos más recientes de la imposibilidad de afrontar los gastos de mantenimiento de los edificios históricos que habitaban, dando lugar todo ello a una desafortunada dispersión de su patrimonio y sus peculiares ajuares.


Era común que se dispusiera del grupo del Misterio, de variado formato y origen en cada comunidad, en torno al cual giraban los rituales navideños. Muchas veces se acompañaba de los Reyes Magos, del mismo o diferente autor, a los que se iban añadiendo personajes, generalmente pastores y campesinos, que completaban una pequeña escenografía inspirada por las obras teatrales del ciclo de Navidad. Las figuras unas veces eran guardadas en grandes arcones o armarios, una vez pasadas las festividades, y otras, más escasas, se mantenían a lo largo de todo el año formando parte de un montaje arquitectónico estable, constituyendo un espectáculo visual del que es buen ejemplo la llamada Casa de Nazareth del Convento de las Agustinas de Salamanca, compuesto por figuras de manufactura napolitana del siglo XVII.


Reyes Magos. Convento de las Descalzas Reales, Valladolid
Este tipo de belenes estaban constituidos por imágenes vestideras, unas veces llegadas de Nápoles y otras elaboradas en España siguiendo aquellos modelos napolitanos que precedieron a la gran eclosión del belenismo en el siglo XVIII, caracterizado por una ejecución impecable y su propia codificación iconográfica y técnica. Frente a los belenes napolitanos dieciochescos, culmen del refinamiento cortesano, estas imágenes tienen un marcado acento popular que se mueve entre el colorismo y la ingenuidad, con figuras montadas sobre un bastidor articulado de madera que solamente lleva tallada la cabeza, manos y pies, generalmente con formas muy estereotipadas y rudimentarias que alcanzan una gran vistosidad por la indumentaria confeccionada a la medida en los obradores conventuales, donde no faltaba el cargo de camarera para el mantenimiento y aderezo de las figuras.

Existen dos buenos ejemplos en Valladolid de este tipo de arte belenista en el que prevalecen los valores etnográficos sobre los artísticos. El más interesante es el conjunto de veinticuatro figuras que se conserva en el monasterio de las Descalzas Reales y que está formado por dos grupos: uno que representa el Nacimiento, con el acompañamiento de la Adoración de los Pastores y los Reyes Magos, y otro con una curiosa representación de Jesús entre los Doctores, con el decorado de un templete con columnas. Entre las figuras se encuentran pastoras y ángeles procedentes de los inconfundibles talleres flamencos de Malinas1 del siglo XVI. Otro ejemplo, más simplificado, es este grupo descontextualizado de los Reyes Magos del convento de Santa Isabel, al que acompaña una figura del Niño Jesús ricamente engalanada.

Rey Melchor. Convento de Santa Isabel, Valladolid

LOS REYES MAGOS DE SANTA ISABEL    

Las figuras representan a Melchor, Gaspar y Baltasar de la forma más convencional en el siglo XVIII, mostrando las tres edades del hombre —ancianidad, madurez y juventud— y tres razas distintas. Fueron elaborados por un escultor desconocido con unas medidas que rondan los 70 cm. y presentan la cabeza, los antebrazos y las piernas como únicos elementos tallados en madera, después ensamblados a un escueto maniquí leñoso con articulaciones móviles y una sencilla peana para su sustentación. Como integrantes de un antiguo belén conventual se distinguen por su indumentaria, seguramente elaborada por las propias monjas y renovada según los gustos del siglo XVIII, utilizándose para ello restos de antiguos y ricos ornamentos religiosos, con brocados y sedas que se acompañan de bordados y labores de encajes, elementos testimoniales del laborioso taller que existió en el convento, donde se realizaron todo tipo de trabajos para alacenas, paños de altar, estandartes y vestidos, rostrillos y mantos para vírgenes de candelero, ofreciendo algunas vitrinas del museo conventual una muestra ilustrativa de estos trabajos textiles.

Rey Gaspar. Convento de Santa Isabel, Valladolid
La vestimenta, siguiendo una iconografía tradicional y con pretensiones de aparecer heroica, incorpora casacas de seda de diseño francés y mantos que llegan hasta las rodillas, con ribetes de pasamanería de encajes metálicos de oro, compartiendo las tres figuras unas inusuales pecheras que tienen forma triangular y que en el deseo de insinuar riqueza están formadas por círculos en los que aparecen engarzadas entre hilos de oro, a modo de cabujones, toda una serie de cristales y piedras semipreciosas de diferentes colores. Igualmente, las tres figuras comparten cuellos de encaje superpuestos y puñetas de diferentes modelos.

Las tres son figuras extremadamente hieráticas que portan en sus manos restos de aquellos ricos cofres que debían aludir al oro, el incienso y la mirra. Para facilitar la escenificación, los brazos están articulados a la altura de los hombros y los codos, a modo de títeres, permitiendo un movimiento expresivo en su paulatina aproximación al desaparecido Misterio.

El rey Melchor, presentado como un venerable anciano, ofrece una cabeza de frente despejada, ojos pintados y cabellos rizosos tallados y canosos, lo mismo que sus largas barbas. Bajo la casaca lleva una túnica que le llega a los tobillos y sin duda debía portar una corona que ha desaparecido.
Rey Baltasar. Convento de Santa Isabel, Valladolid
Gaspar cubre su cabeza con una cabellera postiza, rubia y natural, recogida por una corona realizada con encajes metálicos dorados, con un bigote y una perilla pintada, al igual que los ojos. Bajo la casaca lleva una túnica corta que deja visibles unas medias pintadas con motivos florales y zapatos con abotonaduras.
Por su parte, el joven rey Baltasar se ajusta a la iconografía convencional, con un rostro imberbe y aniñado y la cabeza cubierta con un turbante que le proporciona un aire exótico. Sus piernas se cubren con unas medias con trabajos trenzados en tela y calza unas peculiares alpargatas.

     Este tipo de figuras tienen su origen2 en las representaciones del pesebre que aparecieron como consecuencia de las recomendaciones de San Cayetano de Thiene (1480-1547) a las monjas de instalar en los conventos representaciones del belén como medio para fomentar la devoción, del mismo modo que él lo hacía en el oratorio napolitano de Santa María della Stalletta. La costumbre impulsada por los teatinos, seguidos por jesuitas y escolapios, se expandió por los ámbitos conventuales en el siglo XVII, difundiéndose este tipo de patrones de maniquíes vestidos, siendo los talleres flamencos de Malinas y los italianos de Nápoles los que asentaron los modelos prototípicos de las colecciones conventuales que se incrementarían durante la centuria siguiente. Respondiendo a aquellos gustos, se conservan en España el ya citado belén de las Agustinas de Salamanca, el de las Agustinas de Pamplona, el de las Descalzas Reales de Valladolid y estos poco conocidos Reyes de Santa Isabel.


     Las tres imágenes de los Reyes Magos, hoy relegadas simplemente a ofrecer su aspecto pintoresco en el museo, por el afán con que fueron ornamentadas podrían contar un sin fin de desconocidas celebraciones de las que formaron parte. Aquellas vividas con júbilo en la clausura de Santa Isabel, donde, según declaraciones de las actuales monjas franciscanas clarisas, todavía perviven en su intimidad algunas que aquellas tradiciones que conservan su sentido lúdico navideño.


Informe y fotografías: J. M. Travieso.






Niño Jesús. Convento de Santa Isabel, Valladolid
NOTAS

1 CASADO PARAMIO, José Manuel. Belén. Monasterio de las Descalzas Reales. Catálogo de la exposición «Encrucijadas», Las Edades del Hombre, Astorga, 2000, p. 160. FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia, 1995, pp. 363-368.

2 TRAVIESO ALONSO, José Miguel. Presepium, en torno al belén napolitano del Museo Colegio de San Gregorio de Valladolid. Domus Pucelae, Valladolid, 2008, pp. 21-23.






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