20 de marzo de 2015

Theatrum: ÁNGELES Y DEMONIOS, repertorio iconográfico en Valladolid (VII)










10  ÁNGEL DE LA ORACIÓN DEL HUERTO
Andrés Solanes, 1628-1630.
Iglesia penitencial de la Santa Vera Cruz, Valladolid.











El incumplimiento de los pagos convenidos por parte de la Cofradía de la Vera Cruz con Gregorio Fernández, que en 1623 había entregado en el plazo establecido a la cofradía la imponente maquinaria teatral del paso del Descendimiento, provocó una reclamación del artista por vía judicial, aunque dichos pagos aún no habían sido completamente satisfechos a la muerte del escultor en 1636. Ese fue el motivo por el que en 1628, cuando la misma Cofradía de la Vera Cruz decide sustituir el paso de la Oración del Huerto elaborado en endeble papelón, por otro enteramente tallado en madera y con una compleja escenografía acorde con los conjuntos del Azotamiento, la Coronación de espinas y el Descendimiento, los tres debidos a la gubia de Gregorio Fernández, tuviera que recurrir a su discípulo Andrés Solanes, que por entonces ya tenía en activo su propio taller formando parte de los escultores que, asociados al taller de Gregorio Fernández, asumían los encargos que el gallego no podía atender por exceso de trabajo, siendo Andrés Solanes uno de los que con mayor fidelidad repetían miméticamente los modelos y prototipos creados por aquél, ajustándose como ningún otro a la estética del maestro.

Buena muestra de ello es el paso de la Oración del Huerto que elaborara entre 1628 y 1630, en cuya composición se incluye la figura de un ángel que sigue estrechamente los prototipos angélicos fernandinos, tanto de los modelos en imaginería ligera como en talla íntegra de madera, aunque adolece del canon poco esbelto que caracteriza la obra de Solanes, así como una composición alejada de la elegancia manierista del maestro, que incluye el uso del contrapposto y despliega una serie de movimientos abiertos que caracterizarán la estética barroca, claramente definidos en esta obra de Solanes por la colocación de los dos brazos levantados, las piernas separadas y los pliegues agitados de la indumentaria.

No obstante, a pesar de haber sido una figura denostada por la crítica —es cierto que no alcanza los valores de la impresionante figura del Cristo al que acompaña—, el ángel cumple perfectamente su cometido expresivo en el episodio evangélico en que se inicia la Pasión. Como mensajero divino, se presenta ante la dubitativa figura de Cristo en el silencio nocturno de Getsemaní. Encaramado sobre un peñasco, está colocado frente a Cristo y clava sus ojos en él, al tiempo que le ofrece el simbólico cáliz de la amargura y una cruz que prefigura el sacrificio que se le exige.

Su potente anatomía está revestida por las habituales túnicas superpuestas, una interior que llega hasta los tobillos, con anchas mangas de puños recogidos y cuello vuelto, y otra corta que no llega a las rodillas y con adornos en el arranque de las mangas. Ambas con aberturas laterales para facilitar los movimientos, ribeteadas con cintas y ajustadas a la cintura por un cíngulo. Como en los modelos fernandinos, Andrés Solanes concentra la emotividad y el dramatismo del mensaje en la cabeza, con la boca entreabierta, ojos de cristal y abultados cabellos que forman bucles sobre la frente y las orejas. Tanto los cabellos como la indumentaria simulan estar movidos por una inexplicable brisa que sugiere su procedencia etérea.

En la estética del ángel de la Oración del Huerto todavía prevalece el afán de preciosismo de los modelos manieristas, especialmente en el brillante trabajo de policromía aplicado sobre la figura por el pintor Francisco García, con una carnación a pulimento y vistosos motivos florales o primaveras realizados a punta de pincel sobre los contrastados fondos en marfil y rojo de las túnicas —otra constante en los ángeles vallisoletanos—, estableciendo un fuerte contraste entre el pintoresco colorido del ángel y los colores planos y austeros en la figura de Cristo. En este sentido, conviene recordar que si en 1787 el Diario Pinciano criticaba cierta desfiguración de la escultura con motivo de su repintado, recientemente ha sido objeto de una restauración que le ha devuelto su policromía original.

Pero si estos son los valores dramáticos y estéticos en su rol escenográfico, el ángel sobre todo nos informa de una tipología de ángel que tuvo un enorme éxito en los talleres vallisoletanos, con una estética muy definida y aplicada tanto a las representaciones aisladas del Ángel de la guarda como a los arcángeles y pequeños ángeles que poblaron altares y retablos a lo largo de los siglos XVII y XVIII, aunque algunos muestren, como es natural, ligeras variantes evolutivas acordes con los gustos de cada momento.

Como en toda composición procesional, los valores plásticos del ángel de la Oración del Huerto —del paso en su conjunto— quedan realzados durante el deambular procesional por la calle, convirtiéndose, con los distintos puntos de vista que ofrece, en un medio narrativo lleno de matices en un juego de simulacro sacro, máxime cuando en origen este paso se completaba con las figuras de Judas y dos soldados, conservados en el Museo Nacional de Escultura, que sugerían la detención en Getsemaní. Tanto la figura del ángel como la de Cristo reciben culto durante todo el año en un altar de la iglesia penitencial de la Santa Vera Cruz.

(Continuará)



Informe: J. M. Travieso.






















Andrés Solanes. Paso de la Oración del Huerto, 1628-1630













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