17 de abril de 2015

Theatrum: ÁNGELES Y DEMONIOS, repertorio iconográfico en Valladolid (XI)










14  ÁNGELES DEL SANTO SEPULCRO
José de Rozas,  1696.
Museo Nacional de Escultura, Valladolid.












Alonso de Rozas, natural de Mondoñedo, fue, como Gregorio Fernández, otro artista lucense instalado en Valladolid en el siglo XVII, en su caso a partir de mediados de siglo, llegando a ser uno de los escultores más destacados del barroco vallisoletano a finales de la centuria, con trabajos diseminados por Valladolid, Zamora y Oviedo en los que constantemente afloran las influencias de Gregorio Fernández.

Perteneciente a la Cofradía de las Angustias, el 25 de octubre de 1674 fue propuesto para el cargo de alcalde, nominación que tuvo que rechazar por el trabajo que tenía que atender, pero a cambio entregó a la hermandad un paso procesional con la representación del Santo Sepulcro. Ajeno a las complejas y escenográficas composiciones barrocas de los maestros precedentes, Alonso de Rozas planteó una original y novedosa escena donde todo aparece en sosiego tras el doloroso proceso de la Pasión. Con una organización simétrica, el cuerpo yacente de Jesús aparecía en el centro de la plataforma, colocado sobre el sudario y destacado ligeramente en altura. Asimismo, dispuso en los extremos dos ángeles custodios y en los cuatro ángulos las figuras de cuatro soldados sedentes, portando lanzas, fielmente caracterizados a la romana y sumidos en un profundo sueño, lo que hizo que el paso fuera conocido popularmente como "Los Durmientes".

Ello suponía una innovación en la procesión del Santo Entierro, tanto como heredera de las antiguas y populares ceremonias del Desenclavo, cuyo ritual culminaba con la colocación de la figura de Cristo en la urna sepulcral, como por la incorporación a los desfiles de un episodio que cerraba el ciclo pasional a la espera de la Resurrección, con una escena basada en la narración del Evangelio de San Mateo que alude a los vigilantes enviados por Pilatos a petición de los suspicaces fariseos.

Precisamente con el deseo de completar el relato evangélico, en 1696 la Cofradía de las Angustias, después de que se estropearan en una caída los ángeles de Alonso de Rozas18, decidió realizar la remodelación del paso encargando una monumental urna sepulcral, con arcos en los cuatro costados que permiten contemplar el cuerpo yacente de Cristo en su interior, y dos nuevas figuras de ángeles que serían colocados como custodios en los extremos del sepulcro, sustituyendo a los deteriorados. Tanto el Cristo yacente y la urna clasicista, como las figuras de los dos ángeles, fueron elaborados por el escultor José de Rozas, hijo y colaborador de Alonso, completando así la referencia evangélica de Lucas a la pareja de ángeles de vestiduras resplandecientes que aparecieron junto al Sepulcro y su situación en la cabecera y pies referida por Juan, siendo ellos mismos quienes informaron de la Resurrección a las santas mujeres que acudieron al amanecer.

Si Alonso de Rozas fue en cierto modo innovador en la caracterización de los durmientes, ajustándose a la indumentaria tradicional romana al modo de los escultores renacentistas, sin seguir los modelos anacrónicamente vestidos a la moda del siglo XVII que fueron consolidados por Gregorio Fernández para los sayones y la soldadesca, su hijo José de Rozas en la figura de Cristo imitó con fidelidad el prototipo fernandino, no sólo en la disposición del cuerpo sobre un sudario extendido y con la cabeza reposando sobre cojines, sino también en la aplicación de postizos, como ojos de cristal y corcho en las llagas.

Por el contrario, José de Rozas aportó una nueva estética en las figuras de los ángeles vallisoletanos, que sin perder la influencia de Gregorio Fernández abandonan sus tradicionales diseños para aparecer vestidos con una túnica de anchas mangas y aberturas laterales que solamente llega hasta las rodillas, añadiendo una coraza o "coracina" en forma de jubón ajustado al torso, prenda muy de moda en la época tanto en el vestuario masculino como femenino, reduciendo drásticamente el ancho de la cintura y cambiando también el tipo de cabello ensortijado y con un abultado mechón sobre la frente por una melena hasta el cuello, con raya al medio, lisa en la parte superior y con suaves ondulaciones en la caída.

Los ángeles de José de Rozas, de tamaño natural —1,67 y 1,72 m.—, son esbeltos y elegantes, aunque por su condición de guardianes presentan cierto hieratismo en el gesto, posiblemente por tratar de emular a los anteriores desaparecidos que realizara su padre. En su acabado incorporan ojos de cristal postizos y una cuidada policromía, cuyo autor no podemos certificar, con partes doradas muy restringidas y labores a punta de pincel con vistosos motivos florales —primaveras— en la túnica, entrelazados vegetales en el jubón y un plumaje con predominio de tonos rojos y verdes en las alas adosadas a la espalda, ofreciendo un vistoso colorido que contrasta con las carnaciones mates y nacaradas, siguiendo un aspecto muy común en Valladolid en los ángeles que pueblan los remates de los retablos.

El paso integrado por siete figuras, que originariamente estuvo alojado en la iglesia de las Angustias, pasó después por distintos templos, entre ellos San Pablo y San Esteban, siendo finalmente recogidas sus figuras en el Museo Nacional de Escultura. El aspecto que hoy ofrece el conjunto, convertido en paso titular de la Cofradía del Santo Sepulcro, refundada en 1945, aparece ligeramente modificado tras la remodelación de la carroza en 1957 por el escultor y cofrade Francisco Sánchez Medina, que elaboró en madera de cedro la plataforma y el pedestal sobre el que actualmente descansa la urna, con el perímetro decorado con relieves y figuras de bronce. Justamente con el estreno de la nueva carroza y debido a que los ángeles de José de Rozas presentaban deterioros por un accidente, se incorporaron al paso los arcángeles San Gabriel y San Rafael de Gregorio Fernández que se hallan en la iglesia de San Miguel, desfilando con ellos durante mucho tiempo. Hace pocos años todo el conjunto fue restaurado para recuperar un aspecto muy próximo al primitivo, con los ángeles originales que, como el resto de las figuras, son preservados a lo largo del año en los almacenes del Museo Nacional de Escultura.

Paso del Santo Sepulcro. Alonso y José de Rozas, 1674-1696
Museo Nacional de Escultura, Valladolid


















15  SAN MIGUEL VENCIENDO AL DEMONIO
José de Rozas,  h. 1690.
Retablo de la sacristía de la iglesia de San Miguel, Valladolid.

Si en las figuras de los ángeles del paso del Santo Sepulcro el escultor José de Rozas tuvo que adaptarse a los modelos preexistentes creados por su padre, puestos al servicio de la narración procesional, en este caso el escultor trabajaría con mayor libertad creativa aunque tomara como referente iconográfico el modelo creado por Gregorio Fernández, que siempre ejerció una gran influencia en su obra.

El arcángel San Miguel está colocado en el ático del retablo fingido que pintara Felipe Gil de Mena para la sacristía de la que fuera iglesia de San Ignacio de la antigua Casa Profesa de la Compañía de Jesús, hoy Real iglesia de San Miguel y San Julián, ocupando de forma original el vano de una ventana que adquiere el valor de un transparente. Se trata de una escultura de gran calidad en la que el arcángel aparece victorioso sobre el demonio vencido a sus pies, al que amenaza con una lanza con la punta en forma de llamas.

Por la disposición de su mano izquierda también portaría el escudo con el tradicional anagrama "QSD" (Quis Sicut Deus), aunque este elemento no se ha conservado. Su indumentaria, de policromía preciosista, sigue los modelos de Fernández, con una amplia túnica que llega hasta las rodillas, con aberturas laterales y anchas mangas, a la que se superpone una "coracina" ajustada al pecho y un manto que se desliza por el hombro izquierdo. A diferencia de los modelos fernandinos, su cabeza se cubre con un casco adornado con cinco airosos penachos y sus alas aparecen desplegadas en sentido horizontal. 

José de Rozas se esmera en realizar las caídas de la túnica con paños agitados que dotan de movimiento a la figura, al gusto de la época, simulando las telas con sorprendentes láminas de madera trabajadas al límite.

Muy original es la pisoteada figura del demonio, que se retuerce bajo el arcángel adoptando una forma híbrida a base de un torso humano monstruoso, con garras en las manos y cola escamada de tritón. Sus facciones, siguiendo la tradición de los sayones procesionales, muestran un aire caricaturesco que se acentúa con los cuernos de carnero y una piel rojiza que alude al infierno, dotándole de una apariencia fantástica como encarnación del mal.


El hecho de que la escultura esté completamente tallada en bulto redondo y asentada sobre una peana decorada con volutas, indujo a Juan José Martín González a pensar que esta figura sería la que antiguamente era sacada en procesión, como figura en los inventarios de la parroquia19. Tanto el retablo pintado a modo de gran trampantojo, como la escultura de San Miguel, fueron sometidos a una restauración integral durante el año 2014 que le ha devuelto todos sus valores plásticos, lo que además ha permitido valorar la extraordinaria calidad de la talla de San Miguel, al que por razones estilísticas, se atribuye a la gubia de José de Rozas.

Igualmente le son atribuidos a este escultor los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael que figuran, junto a una Inmaculada, en el retablo de la capilla de San Miguel de la iglesia de San Albano, perteneciente al Colegio de Ingleses, que habrían sido realizados por los mismos años.
  
 (Continuará)

Informe: J. M. Travieso



NOTAS

18 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. Escultura barroca castellana. Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1959, p. 304.

19 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. Catálogo monumental. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid, Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1985, p.124.





José de Rozas. Retablo de San Miguel. Iglesia de San Albano, Valladolid













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