12 de agosto de 2016

Un museo interesante: ERMITA RUPESTRE DE SAN TIRSO Y SAN BERNABÉ, Ojo Guareña (Burgos)

Paisaje desde la Sala del Ayuntamiento

Posiblemente no sea apropiado considerar como museo el lugar en el que hoy fijamos nuestra atención. Sin embargo, el hecho de que en él se recojan muestras de antiguas formas de vida y religiosidad, junto a un inverosímil conjunto artístico que como en ningún otro sitio se funde con la naturaleza y está abierto a la visita pública, así lo consideramos, aunque sería más atinado definirlo como uno de los lugares más pintorescos de España, testimonio de una cultura secular en tierras de Castilla y León.

Empezaremos por dejar bien claro que la conocida como Ermita de San Bernabé, a pesar de haber sido declarada Monumento Histórico Artístico Nacional en 1970, es un hito casi insignificante dentro del gigantesco complejo kárstico que constituye Ojo Guareña, una fascinante formación natural de cerca de 100 km. de galerías topografiadas, distribuidas en seis niveles y comunicadas entre sí, que lo convierten en el primer conjunto de España y uno de los diez más importantes del mundo, razón por la que su ecosistema está considerado desde 1996 como Monumento Natural dentro de la Red de Espacios Naturales de Castilla y León.

La encina sagrada
Las primeras exploraciones espeleológicas del complejo de Ojo Guareña fueron realizadas en 1956 por el grupo Edelweiss, patrocinado por la Diputación de Burgos. 
Hasta hoy están identificadas hasta 18 entradas, distantes entre sí, al impresionante mundo subterráneo, como la Sima de Dolencias, la Dolina de los Huesos, la Gruta de San Bernabé y la cercana Cueva de la Palomera (visitable), la Cueva Kubía, la Sima Rizuelos, la Cueva Covanería, la Cueva Cornejo, la Cueva del Moro, el Sumidero del río Guareña, hueco por el que el río se introduce en el inframundo, el conjunto de la Cueva de Kaite (no comunicada con la red principal y con pinturas del Neolítico), etc., hasta llegar a la Sima Villallana, descubierta en 2005. 
Todas ellas configuran un alucinante paisaje oculto de simas, galerías, lagos y ríos subterráneos, de muy difícil acceso, con fantásticas formaciones geológicas producidas por la disolución de la roca calcárea, por la acción del agua, durante millones de años.

Emplazamiento de la Ermita de San Bernabé
Las partes accesibles de la mayoría de estas cuevas, desde la Prehistoria se convirtieron en refugios y lugares de culto, habiéndose recogido muestras de todas las culturas peninsulares, con grabados y pinturas rupestres del Paleolítico, Neolítico y Edad del Bronce, así como restos de cerámica, huesos, armas rudimentarias e incluso huellas fosilizadas de pies humanos descalzos. En algunas de ellas, igualmente se han encontrado huellas de actividad humana durante la Edad Media, algo comprensible por sus características defensivas naturales.
 Junto a la riqueza arqueológica y las impresionantes formaciones geológicas, se suma la belleza de una vegetación en la que abundan las encinas y los robles de la variedad quejigo, junto a hayas, avellanos, chopos, alisos, álamos, brezales y pastizales, así como una variada fauna entre la que se encuentran jabalíes, zorros, gatos monteses, lirones, nutrias, águilas, buitres leonados, búhos reales, alimoches, distintas especies de murciélagos y numerosas rapaces, aunque lo más interesante es la identificación de hasta 63 especies de invertebrados que pueblan las cavernas, cuatro de ellas exclusivas de este paraje1.

Definido a grandes trazos tan peculiar contexto natural, es fácilmente comprensible que en torno a estos lugares se gestase, a lo largo de los siglos y por diferentes culturas, toda una serie de leyendas referentes a pobladores con poderes sobrenaturales, reuniones de brujas, tradiciones sobre los elementos maléficos y benéficos de las cuevas —casi siempre con el agua como protagonista—, al asentamiento de anacoretas, apariciones de santos, etc., que convirtieron el enclave en un lugar de connotaciones mágicas. Toda esta tradición se cataliza en el fantástico paraje donde se enclava la Ermita de San Bernabé, una de las iglesias rupestres más singulares de España en la que se fusionan las devociones cristianas con los poderes telúricos de la naturaleza.



LA ERMITA DE SAN BERNABÉ       

Junto a la Cueva de la Palomera (pinturas rupestres del Paleolítico), cuya entrada se encuentra muy próxima, la única gruta visitable del conjunto de Ojo Guareña es la Gruta de San Bernabé, convertida desde época altomedieval en un atávico centro religioso. Adentrándose en el interior de la sierra, con los accesos debidamente acondicionados y señalizados, el visitante queda deslumbrado al llegar hasta un alto risco a cuyo abrigo se cobijan una serie de pequeñas fachadas, construidas con sillería de piedra y precedidas de una escalinata, que se funden con las oquedades de la roca, proclamando su función religiosa una espadaña con campanas y rematada por una cruz que se levanta entre ellas, y un pequeño púlpito que preside la explanada que antecede a las construcciones.

A la derecha de las fachadas se encuentran dos formaciones naturales: una cueva con una embocadura de grandes dimensiones y una caprichosa formación geológica en cuya cúspide crecen encinas. Ambos elementos están relacionados con la historia y las creencias del enclave, que con el paso del tiempo llegaría a convertirse en un importante centro cultural, religioso y administrativo de esta tierra perteneciente a las Merindades.
Interior de la gruta con la Pila de San Bernabé e imagen del santo

Sala del Ayuntamiento   
La gran cueva citada, que se abre a la derecha de las fachadas, es conocida como Sala del Ayuntamiento, lugar donde se encuentra la entrada a la gruta y un gran espacio cerrado por una reja en cuyos flancos se hallan dos bancos corridos que recuerdan el haber sido el salón plenario del Concejo de los pueblos entre 1616 y 1883, permaneciendo como sede del Ayuntamiento de la Merindad de Sotoscueva desde 1885 a 1924, año en que las funciones administrativas se trasladaron a la cercana población de Cornejo. Actualmente este espacio está reservado para actos representativos y para la Romería de San Bernabé.

Gruta de San Bernabé
Desde la Sala del Ayuntamiento se accede a una dolina en la que arranca un itinerario por la gruta natural, ofreciéndose en un audiovisual divulgativo las principales vicisitudes geológicas e históricas del lugar, incluyendo las viejas creencias mágicas. Desde este punto se inicia un recorrido por las profundidades, de unos 600 metros, que perfectamente acondicionado para todo tipo de visitantes permite contemplar una pequeña parte de la cueva. A lo largo de la ruta se puede contemplar la Pila de San Bernabé, que recoge el agua de las capas freáticas, aunque la antigua tradición piadosa interpreta su llenado como una milagrosa intercesión del santo, siéndole atribuidas propiedades curativas, especialmente para la vista.

En otros puntos del recorrido se encuentran grabados rupestres de difícil observación, siendo más elocuente el importante conjunto de silos excavados para almacenar el grano que tienen su origen en tiempos prehistóricos, aunque la mayoría, siguiendo un eficaz arquetipo, datan de época medieval, cuando el ingenio trataba de protegerse de la hambruna producida por las constantes guerras.

El último tramo de la gruta conecta con la Ermita de San Bernabé, en cuyo primer espacio aparecen nuevamente restos de silos, junto a los que también se encontraron algunos enterramientos medievales.

Ermita rupestre de San Tirso y San Bernabé
En este espacio convertido en templo se fusionan, casi con un criterio surrealista, las bóvedas naturales de la cueva con la construcción en piedra del cerramiento que en el exterior adquiere el aspecto de sucesivas fachadas, aunque el espacio interior sea unitario, formado por una sola nave de trazado irregular, a la que se suma una dependencia junto a la cabecera con un balcón que permite oficiar misa al aire libre en la celebración de la Romería.

Los orígenes de este oratorio rupestre, originariamente dedicado a San Tirso, se remontan al siglo VIII, posiblemente en un eremitorio formado como consecuencia de la huida de algunos godos ante la invasión islámica. Sin embargo, comenzaría a tener verdadera entidad a partir del siglo XIII, cuando la cueva y la iglesia comenzaron a compartir el espacio, siendo testigo de ello la pequeña talla de San Tirso que preside el retablo, distorsionada por repintes posteriores. Sin embargo, habría que esperar al siglo XVII para que el recinto adquiriese su estructura actual, siendo cuando se levanta el conjunto de fachadas del exterior y se realizan obras de acondicionamiento en el interior, incluyendo la colocación de altares.

La iglesia, ya sumamente original por su concepción arquitectónica y su lugar de asentamiento, dotada de pequeños retablos, conocería una total transformación estética a principios del siglo XVIII, cuando los responsables de la ermita, el cura Juan de Lucio y el administrador Pedro Gómez, decidieron encargar en 1705 a un pintor desconocido que cubriera la totalidad de la bóveda rupestre con pinturas murales que representaran los legendarios Diez martirios de San Tirso. Asimismo, en el siglo XVIII se decidió unir las dos advocaciones de la gruta y la ermita —San Bernabé y San Tirso— para poder celebrar la tradicional Romería de San Bernabé en junio, evitando las dificultades de acceso al lugar que las inclemencias invernales solían producir el 28 de enero, festividad de San Tirso.

Tiempo después, en 1877, se incorporarían a la decoración mural, a un nivel inferior, una serie de escenas que, a modo de exvotos dispuestos en forma de zócalo, recorren el perímetro interno narrando una serie de milagros obrados por San Bernabé, prolongando así la decoración pintada hacia los pies de la ermita. El resultado es insólito e impactante, adquiriendo el color desplegado en los muros y su popular estilo el aspecto de una peculiar "Capilla Sixtina" rupestre.

Las pinturas murales de los Martirios de San Tirso de 1705                     
San Tirso fue un soldado romano, nacido en Asia Menor, posiblemente en la actual Turquía, que vivió en tiempos del emperador Decio, que en el año 249 decretó su séptima persecución contra los cristianos, llevada a cabo por Combricio, gobernador de Cesárea. En la misma fue apresado y martirizado San Leoncio, cuya entereza produjo la conversión del atlético soldado Tirso, que tuvo el valor de reprochar al gobernador su idolatría y la violencia contra los cristianos, siendo también detenido y, tras negarse a realizar sacrificios a los dioses romanos, finalmente martirizado en la ciudad de Apolonia (Anatolia) el año 252.

Convertido en modelo de la defensa de la fe cristiana, sus restos fueron trasladados a Constantinopla a finales del siglo IV y su culto se extendió por Asia Menor y la cultura bizantina hasta llegar a occidente, siendo su historia recogida primero en el Martirologio Jeronimiano y después en el Martirologio Romano. Al parecer,  su actuación ejemplar y sus torturas fueron recogidas y enumeradas en los scriptorium de los monasterios de Santo Domingo de Silos y San Pedro de Cardeña, que contribuyeron a difundir su devoción.  

En la hagiografía de mártir se narran los sucesivos suplicios a los que San Tirso fue sometido y de los que salió indemne por su forma física y la ayuda divina. El primero de los diez tormentos que padeció fue el de ser amarrado de pies y manos con correas y después arrastrado por las calles de la ciudad para dislocarle los miembros, tormento que no surtió ningún efecto; en el segundo Combricio ordenó que se le quebrasen las piernas y se le arrancasen las pestañas con finas agujas, castigo que el mártir afrontó con tranquilidad; el tercer tormento consistió en flagelarle con azotes rematados por bolas metálicas, ante los que San Tirso no experimentó dolor alguno; en el cuarto lo amarraron con cadenas sobre una cama de hierro y vertieron sobre su cuerpo plomo fundido, a lo que reaccionó orando tranquilamente. El plomo salpicó a los verdugos e infieles presentes, mientras que el mártir no sufrió lesión alguna.

En el quinto tormento participó el gobernador Silvano, llegado a la ciudad de Nicomedia, que ordenó que Tirso fuese atado, azotado con crueldad e introducido en una caldera de agua hirviendo que acabó reventando ante las oraciones del castigado; con reacción airada, el gobernador dispuso el sexto tormento, en el que el valeroso joven fue precipitado desde lo alto de las murallas de la ciudad hacia una maquinaria con puntas, aunque fue salvado por intervención divina. Los asombrados gobernadores Combricio y Silvano, tras retenerlo en prisión, decidieron trasladarlo a la ciudad frigia de Apamia, siendo azotado por los verdugos por el camino. Al cuarto día de su llegada, los dos gobernadores murieron y la ciudad fue asolada por un incendio, tal y como había vaticinado el santo.

El séptimo de los tormentos fue dirigido por el gobernador Baudio, que ante su persistencia en la fe cristiana ordenó que fuese arrojado al mar dentro de un costal, pero fue liberado con la ayuda de ángeles; el mismo gobernador, que debía trasladarse a la ciudad de Apolonia, decidió llevar al mártir consigo para aplicarle el octavo tormento, consistente en soltarle en el circo para que las fieras lo despedazasen, aunque estas, tras sus oraciones, se postraron mansamente a sus pies. 
Detalle del segundo tormento de San Tirso, 1705

El contrariado gobernador dispuso el noveno castigo, en el que Tirso fue azotado ante los gentiles del templo de Apolo, produciéndose tras sus oraciones un estruendoso trueno que derribó todas las estatuas de los dioses, hecho que produjo la conversión al cristianismo del sacerdote romano Calinico, que sería degollado; en el décimo tormento fue colocado en un cajón de madera para serle aserrados todos los miembros, pero los repetidos intentos fueron infructuosos. Fue entonces cuando San Tirso, tras agradecer los prodigios divinos, entregó su alma al Señor. Por este motivo presenta una sierra como atributo de su martirio.

A partir del siglo XVI se extendió por España la devoción a un mártir llamado San Tirso que supuestamente había nacido en Toledo, aunque, como en otras ocasiones, sólo se trataba de una trasposición de la hagiografía del San Tirso oriental, por lo que no fue recogida en el Martirologio Romano.

Octavo tormento de San Tirso, 1705
Todos los tormentos de San Tirso fueron plasmados por un pintor desconocido sobre las bóvedas naturales de la ermita, configurando un gigantesco "comic" devocional. Las escenas dieciochescas, que aparecen separadas por orlas y acompañadas de cartelas explicativas de los milagros, se encuentran muy lejos de ser consideradas obras de un gran maestro pintor, respondiendo estrictamente a un arte popular que adolece de sensibles errores de perspectiva, volumetría y gama cromática, resultando sin embargo, muy expresivo por su ingenuidad y afán narrativo.        

Las pinturas murales de los Milagros de San Bernabé de 1877                    
La misma ingenuidad se repite en las pinturas realizadas en el último cuarto del siglo XIX, las cuales, con aspecto de exvotos de gran formato, refieren distintas intervenciones milagrosas de San Bernabé, la mayor parte de ellas obradas en los paisajes circundantes de las Merindades. Son escenas nuevamente resueltas con un gran esquematismo y economía de medios, que sólo tratan de perpetuar leyendas milagrosas difundidas por la región. 
Décimo y último tormento de San Tirso, 1705

La Romería de San Bernabé                    
Esta fiesta se celebra anualmente el 11 de junio o en el sábado siguiente y fue declarada de Interés Turístico de Castilla y León en el año 2000. La Romería mantiene la tradición de la reunión de los concejos de la Merindad —administración territorial medieval que pervive en la provincia de Burgos— en torno a la encina sagrada que se encuentra en el exterior, donde las autoridades nombran al Carbonero Mayor, un oficio habitual en estas tierras. Tras el encendido de la carbonera, los numerosos asistentes se dirigen hacia la explanada que precede a la ermita, donde se celebra una misa al aire libre a la que siguen danzas populares, diversos concursos y un ágape en el que todos participan.

De la antigua función jurisdiccional y administrativa de la ermita, en su interior se conserva el que fuera el primer Archivo Municipal, una construcción de piedra con forma de templete, aunque actualmente la Casa Consistorial se localiza en la vecina población de Cornejo.
Detalle de los milagros de San Bernabé, 1877



LOCALIZACIÓN Y VISITAS

Localización
La gruta y la ermita de San Bernabé se encuentra en el término de Cueva, perteneciente a la Merindad de Sotoscueva, uno de los sietes distritos que forman la comarca burgalesa. Al enclave se accede fácilmente desde la población de Cornejo o desde Quintanilla del Rebollar, donde se encuentra la Casa del Parque o centro de visitantes.  
Información en telf. 947 138 614 (Ayuntamiento de Cornejo).

Horario de visitas


Tarifas
Entrada individual: 4 €.
Entrada reducida (jóvenes de 7 a 16 años, estudiantes, pensionistas y grupos): 3 €.
Niños de 1 a 6 años: entrada gratuita.


NOTAS

1 En el Boletín Oficial de Castilla y León del 3 de mayo de 2002 se ordenaba la publicación del Convenio de Colaboración entre la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas para la realización de un estudio sobre: «Biodiversidad Faunística del Complejo Kárstico de Ojo Guareña: Evaluación de la influencia de la presión humana en algunas de sus poblaciones de invertebrados» en el Monumento Natural de Ojo Guareña (Burgos).

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